No es raro que ningún personaje de alto vuelo de la Concertación se haya pronunciado en defensa de la magna obra social del gobierno Bachelet. La expansión social de la Junji nunca fue algo que las cúpulas de la Concertación querían. Por eso mismo, fue impulsada por la propia presidenta, en contra del muro de contención de los mandamases. Son épicas las luchas de la Junji con el ministerio de Hacienda.
Tampoco es raro que la derecha se despierte un día, con ansias de -finalmente- fiscalizar. Durante 20 años, su labor de lo que se supone es vital para una oposición cualquiera y para una democracia seria, fueron meros saludos a la bandera. Nos imaginamos que fue más por su cercanía comercial que por flojera genética. Y para evitar investigación alguna de los grandes ministerios y sus grandes contratos y sus grandes negociaciones secretas (aquí pensamos en el MOP y el primo del presidente Piñera, Herman Chadwick) no hay nada mejor que concentrarse en las sala cunas y el servicio que se presta a la mujer más vulnerable de Chile. Todo parte del show de junjigate.
Como sea, la carrera presidencial 2014 (que avistamos hace semanas) ya ha entrado en su segunda etapa. Etapa donde los peones más astutos se movilizan para instalar sus fichas y hacer crecer sus negocios.
Si pensamos que la derecha chilena ha recibido ganancias enormes durante 20 años gracias al «pacto de transición» que hicieron con lo que tristemente se tilda de ‘centroderecha’, la situación de 1988 se parece a 2010.
Existen grandes fortunas de la banca y minería (en pocas manos) que se deben defender, y un rebaño político que se debe controlar.
Por eso no es raro que Eugenio Tironi, Enrique Correa y Ricardo Lagos padre junto a la siempre omnipresente DC conservadora y afiliados, hagan una suerte de petit comité para manejar las diferentes gerencias de los partidos con asesorías ‘desinteresadas’ y apoyo ‘económico’ (la cesantía es cosa terrible).
Se evidencia en el PPD, en el PS (Elizalde y grupo cercano), y en la DC, donde el revolucionario Orrego apoya a un Ignacio Walker. Ridículamente lo llaman regeneración. Y ridículamente se nos hace creer que importa.
Pero aún más notorio es que también se nota la mano oscura del grupo en su único candidato presidencial 2014.
Andrés Velasco (quién hoy podría ser el mejor Ministro de Hacienda de Piñera) asegura que tanto la familia Luksic y parecidos, y empresas grandes del país, sigan su tranquilo curso. Y por descarte, así también las empresas de los lobbistas. Por eso, el amigo más cercano de Velasco, Pablo Halpern fue invitado a la campaña de Bachelet en 2004 y por eso, figuraba como general de la fallida campaña de Frei. Y por supuesto, por eso mismo, se pensaba en cambiar Frei por Velasco en 2009.
Sin embargo, para que Velasco -sin partido ni carne política o mérito- surja, las grandes empresas que operan en Chile y sus funcionarios, necesitan que mueran en el camino las otras candidatas: Bachelet y Tohá. Velasco no le puede ganar en una primaria a Tohá y, con Bachelet, se ahorra la primaria misma.
Los que conocemos la Historia de Chile, sabemos que tan nefasto fue «el pacto de la transición» urgida sin mandato por los mapucientos y la DC en nombre de todos. Lo que se eligió -con gran sacrificio- en el plebiscito de 1988, jamás nunca se concretó.
Ilustrativo es que este parcito (Tironi y Correa) figuraba en La Moneda como contraparte de una ‘concertación reloaded‘ (una suerte de laguismo-mapucientos-deceistas) hace poco.
Si el gobierno de Piñera quiere avanzar en temas legislativos, se supone que los jefes de partidos deberían estar presentes y no reconocidos lobbistas (en Chile se usa mal el término ya que se trata más de ‘tráfico de influencia’ que de lobby pero bueh…). Y si el ministro general de la Presidencia Cristián Larroulet quería consejos, su casa (intuímos) no está tan terremoteada que no se pueda invitar a tan importantes comensales. Y si era por trabajo, entonces estamos ante un escándalo enorme de presión a un gobierno en nombre de los clientes de Tironi y Correa.
Es decir, nuevamente y detrás de las espaldas de todo Chile, un grupo pequeño negocia el futuro del país.
Es solo que esta vez, estamos atentos. Y si tenemos suerte, la Historia se repite como comedia aunque lo dudamos. Más se parece a una tragedia que durará otros 20 años.
Por Montserrat Nicolás