A los incomunicados, los desadaptados, los encarcelados. A no rendirse, esto recién comienza

El tiempo, guiña insistente, en parpadeo de minutos sobre las imágenes

A los incomunicados, los desadaptados, los encarcelados.  A no rendirse, esto recién comienza

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Presos 1El tiempo, guiña insistente, en parpadeo de minutos sobre las imágenes.

Esta sociedad transformada en empresa omnipresente, en caldera insaciable que devora brazos como leños que terminan en brasas cenicientas. Que nos observa como clientes, como mercancías canjeables,  frutos y productos de ganancias para sus propias instancias.

Patria, epílogo del eufemismo solapado por corporación de cadáveres internos que buscan la satisfacción siempre metálica, siempre monetaria, pretendiendo anestesiar el sabor del vacío interno que, muy probablemente, les carcome por dentro.

Esta fábrica filial del mundo moderno y su taller de marionetas humanas, su laboratorio de penurias. Su oficio brutal de construir monigotes desde temprana edad, allá en la infancia, para luego irlos alimentando de conceptos que hagan coro, rima y acorde con sus amos, escondidos entre la niebla. Niebla que se cuaja material y chocante; en forma de carteles que cuelgan de los edificios, como fruto horrendo de árboles de plástico. Como voces dulces que entonan la canción del egoísmo ó simples imágenes que buscan la simpleza extrema de nacer, obedecer, comprar y morir.

Sin embargo, a pesar de la exquisita pulcritud del martillazo primitivo y constante sobre las cabezas, no todos son idénticos, no todos salen perfectos de acuerdo a sus conceptos. Muchos cortan los hilos que mueven sus muñecas cortadas: Muchas rompen las costuras que el sistema ha ido cosiendo, lustro a lustro, sobre sus rostros. Muchos se van arrancando las bisagras inyectadas. Se van extirpando el veneno inoculado del egoísmo y del “sólo importa uno mismo”. Muchas, una mañana cualquiera escuchan el trinar terrible, envuelto en el eco del mundo pidiendo pan, para poder vivir.

Muchos se arrancan los ojos y comienzan a ver con el corazón…

Esos son los desadaptados, esos son los inadaptados sociales, esos son los que se resisten a ser otra pieza de molde amasado por manos finas y humectadas por ganancias sangrantes, a costa del sufrimiento de los demás. Helos ahí, en huelga rebelde de héroes anónimos, que el desarrollo y avance de la historia necesita, clama, llora y grita para seguir viva, para seguir avanzando en el largo camino en que nuestras vidas, va arrastrándose aún por el desierto de la historia, transitan.

Vilipendiados, rechazados, menospreciados por no ponerle precio a sus sueños. Los rebeldes, los revolucionarios, las insumisas, las insurgentes de gentes, no de ganado engordado y faenado en las grandes tiendas del consumismo.

Y ni toda la maquinaria del sistema es capaz de adaptarlos, de derrotarlos, de asimilarlos, de hacerlos volver dignidad agacha, pidiendo disculpas por haber huido del rebaño.

Y los pastores, en realidad, son simples capataces que blanden sirenas azules y rojas que aúllan histéricamente verdes en contra de la gente. No son fiordo de flautas amables, intentando ayudar. Sus bastones son garrotes, son picanas contra los niños que reclaman en las calles, mientras sus perros, los de dos y cuatro patas, rasgan la carne, buscando escarmentar la rebeldía y la plusvalía perdida.

Y cuando la red enseñe a los capturados, vendrá el sermón de algún juez, que no es más que el factótum, mayordomo educado en el arte jurídico de la jauría, en castigar a los negros rebeldes, a los indios salvajes, a las hembras desobedientes, a los mestizos solidarios, a los independentistas irrespetuosos de una bandera que se transforma en anatema de cierta terrible, constante, latente, insoportable condena, como blasón de bestias, que se creen en el derecho de matar, encerrar, herir, humillar, torturar a quien no bese los pliegues de un pedazo de paño que viene a representar, no a un país o una nación, sino a una compañía que tiene hundido sus colmillos hasta el tuétano de todos los traficantes de principios acomodaticios que se pasean encorbatados con su decálogo empastado del látigo legislativo, del latrocinio legal, de fraudes gubernamentales.

Un poder judicial con abogados mediocres, con secreta admiración por los cepos. Leguleyos leprosos de sapiencia, rábulas de rabos cortados por la misma tijera del sistema, simples burros marcados a fuego lento por los verdaderos dueños de todo, esos que siempre están por sobre la ley.

Y a ellos, no siendo títeres, marionetas ni espantapájaros ni guiñoles ni zombies de sus zoológicos zoocráticos de animales amaestrados y obedientes, los encierran a pan, oscuridad y agua, intentando romperles la columna vertebral de sus ideales.

Arrojados a la jauría de ladrillos silentes, empujados al foso de fieras verdes, al pozo oscuro de adoquines suavizados por el roce de la carne, cercados por el código de barras del sistema.

Incomunicados, enclaustrados, recluidos, aislados, raptadas. Privados de la libertad, que es un bien otorgado por la empresa privada.

¿No fueron obedientes, no acataron las normas? ¿Eligieron sus propias vidas, se rebelaron contra el rotulado sobre sus cabezas? ¿No hay cómo hacerlos cambiar, no aceptan nuestras jugosas ofertas de puestos, prebendas y fama? ¿Privilegios para personas privadas que privan de lo mínimo a los demás?

Es allí que los señores pretenden que se rompan, que se destruyan a sí mismos. Es allí donde son apuñalados por el acero educado de las monedas, es allí que los billetes son cartas de gran alcurnia para quien lea su remitente. La dicotomía de la economía capitalista.

Presos 2Y en la tortura del aislamiento, vendrá un panal de pensamientos en hiel a enterrar lanzas y aguijones filosos, contra la propia mente. Vendrá el péndulo oscilante del ¿sí se hizo esto bien o lo otro mal?, ¿si vale la pena luchar, si vale la pena todo esfuerzo para terminar agarrado y desgarrado por el pescuezo?

Esta ergástula de escamas anónimas que adorna las paredes, escucha en silencio el viaje callado de las interrogantes, que se filtran por entre los curvas del pensamiento.

Allí, a pesar de todo, apoya tus manos contra las paredes, escucha el rumor de los tuyos, repitiendo tu nombre allá afuera. A pesar de todo, afina las caracolas que aún conservan granos de luz y los acordes de mar suavizando la herida del silencio total. Piensa en los gestos de gentes que desenvainan los sombreros por tu ausencia momentánea.

A pesar de todo, ondeé siempre su frente en alto, que los que aún no han nacido le están esperando. Sea fuerte. Aquí ha quedado petrificado, suspendido, su escritorio de sueños, esperando. Aquí lo está aguardando su taller de anhelos y proyectos.

Si solamente estas palabras fueran gotas de agua, fueran sudario para el calvario que azota sus sentidos, si estas palabras fueran pedacitos de pan que pudiéramos comer juntos, si esta canasta de frases fuera un mate dulce que pudiéramos compartir.

Eso no depende de quien escribe, depende de quien lee, depende de quien quiere creer, depende de quien muere, aún atado al barco perenne de sus convicciones.

Porque hay semillas momentáneamente moreteadas, las cuales ellos pretenden, torpemente, abortar con ayunos forzados de luz. Con cuarentena de atardeceres anaranjados de mañanas frescas como limonadas de sol.

Es entonces que dentro de la esa oscuridad, sea paciente, derrote esa ostra de cemento y hágase perla negra endurecida de ideales. Coma lo que le den, manténgase fuerte, ejercite los brazos, prepárese, recuerde que estamos esperando.

Le cuento que aquí afuera, es lo de siempre, animales de rapiña dando cátedras de cómo devorar seres humanos con servicio y mantel, a razón del arancel horroroso del harapo desperdigado sobre todo un pueblo.

Qué de antros públicos hojeados, atestados de ataúdes hermosos y brillantes, que por dentro sólo exclaman vacío, sólo se retuercen en ademanes de polvo suspendido en sus envoltorios. A la veda de jardines, varados en velas cubiertas de penas y flores malditas que adornan algo mal llamado, sociedad.

“Los seres humanos, nacen malos, las Instituciones, los perfeccionan”.


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