La pobreza se ha vuelto a poner de moda. La encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen) es hoy el Mundial de Fútbol de la clase política. Todos opinan y transforman en filosofía meras tácticas o estrategias, tal como ocurre con los aficionados al balompié. Y lo hacen con la misma soltura, que en el caso del deporte la da la pasión y, en este otro, la necesidad de decir algo para no quedar fuera del encuadre mediático. Pero como la sociedad virtual es como es nomás, ambas noticias quedan rápidamente en el olvido. Una demorará cuatro años en remozarse y la otra, hasta que haya interesados en usar los guarismos para destruir imágenes y/o crear y fortalecer otras.
El debate actual ha sido más bien plano. En general, el pesar es una constante. Pesar por los 2 millones 560 mil compatriotas que viven en la pobreza -serían muchos más si la Casen hubiera actualizado sus instrumentos. Y, entre ellos, verdadera compasión por los 634 mil 329 indigentes. Hasta allí lo rescatable en términos de humanidad. El resto, tomas de posición. Unas apuntan embozada o desembozadamente a culpar a la administración de Michelle Bachelet de la primera alza en el porcentaje de pobres en 20 años (de 17,7% a 15,1% de la población); otras, al aumento del precio de los alimentos; a la crisis financiera internacional; a la deficiente calidad de la educación, a la escasa creación de empleos y hasta al debilitamiento de la familia.
Me confieso impresionado por la insustancialidad de nuestra clase política. Fue casi conmovedor y sorprendente el llamado a la unidad que hizo el presidente Piñera, por cadena nacional de radio y TV, para que ayudemos a superar la pobreza. Derechamente vergonzoso el espectáculo, un tanto carroñero, de dirigentes de la Concertación intentando hundir en el ostracismo al ex ministro Andrés Velasco. Y patético ver a éste, tan atildado y soberbio siempre, escudándose tras la crisis internacional. Obviamente, esperado el intento del oficialismo de hacer lo posible por destruir la imagen de la presidenta Bachelet.
El llamado unitario de Piñera adolece de un error de perspectiva. Chile exhibe -con orgullo, además- desde 2008 el per cápita más alto de la región. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que tal condición la mantendrá hasta al menos 2014. El promedio para los 17 millones de chilenos, es de US$ 14.992. O sea, a cada uno le correspondería casi $ 700 mil mensuales, situación que evidentemente no se produce. Y en esta misma pequeña economía tienen su base de operaciones seis de los 500 multimillonarios más grandes del mundo, según la revista Forbes. Entre los lugares 52, donde se ubica Iris Fontbona, y el 437, donde está el presidente Piñera, se encuentran Heliodoro, Bernardo y Patricia Matte, y Horst Paulman. Tal vez la petición de ayuda y unidad debiera haber comenzado por allí y abarcar a toda la clase empresarial. El desarrollo no se alcanza sin equidad, y la equidad no se logra sin un trato justo en materia salarial, tributaria, sembrando oportunidades iguales para todos.
La rebatiña dentro de la Concertación habla claramente de pugnas de poder. Resulta que ahora las voces más disonantes -provenientes de algunos parlamentarios y militantes PPD, PS, DC- truenan para condenar a la administración Bachelet. Claro, apuntan sus dardos al ex ministro Velasco, pero la presidenta no era sólo una cara simpática, ella tenía la última palabra. Y resulta incomprensible que su vocero, el ex ministro Francisco Vidal, sea ahora el que utiliza mayor potencia para descalificar lo obrado por Velasco. Cada vez trata de hacer la salvedad respecto de Bachelet, pero resulta inútil y un tanto hipócrita. Sobre todo que sus críticas son sobre las mismas realizaciones que él, desde La Moneda, fue majadero en alabar.
Los análisis, los cuestionamientos, se quedan en la periferia. No van al fondo del problema. Ni los detractores de la administración Bachelet -entre ellos el presidente Piñera-, ni quienes desean empoderarse en la Concertación para crear otra fuerza, van al fondo del problema. Algunos porque no lo ven, otros porque no lo quieren ver. Pero la realidad es porfiada. Lo central es el sistema en que se mueve la sociedad chilena y la economía mundial: los parámetros neoliberales. El jefe del Estado se siente interpretado por el sistema y nos pide ayuda a todos para resolver algo que escapa a su comprensión. Por eso no dice cómo unirnos y aportar, porque él tampoco lo sabe. Pero pedir ayuda resulta adecuado….y es tan participativo.
La Concertación fue hecha en la medida de lo posible -en eso el presidente Patricio Aylwin fue premonitor y muchos más profundo de lo que pensó. Lo que pesan son las convicciones profundas. Y todos los presidentes concertacionistas -unos por doctrina y otros por conveniencia o temor- coincidieron en que aquí no íbamos a descubrir el socialismo del siglo XXI.
Con tal convencimiento, que la pobreza suba o baje, se transforma sólo en una pasión comunicacional, como el Mundial.
Por Wilson Tapia Villalobos