Si consideramos que 2023 fue el año de la hiperamenaza nuclear y climática, es muy probable que 2024 sea decisivo para el futuro de la humanidad. Es más, es muy probable que nuestra civilización ya haya colapsado a nivel global.
“El Reloj del Juicio Final” fue creado en 1947 por los científicos nucleares. Estos científicos formaban parte del Proyecto Manhattan, el que desarrolló la bomba atómica que empleó Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki y que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial. Entre sus fundadores estaban los renombrados físicos Albert Einstein y Robert Oppenheimer, quienes asumieron después una visión pacifista. Estos científicos querían prevenir otra explosión nuclear, por lo que crearon el reloj.
El Reloj del Juicio Final es una forma de mantener viva la advertencia sobre el peligro que significa el armamento nuclear para toda la humanidad. Cuando se creó el reloj, sus minuteros estaban a siete minutos de medianoche, es decir, del apocalipsis nuclear, y actualmente, en 2024, estamos a sólo 90 segundos. Un Consejo Científico integrado por 12 ganadores del Premio Nobel se encarga de mover el minutero. Y hace unos años incorporaron la crisis climática como una amenaza que, junto a las armas nucleares y el descontrol de la inteligencia artificial, constituyen tendencias sociales negativas predominantes en el mundo.
Esta situación se evidencia en hechos concretos. Por ejemplo, basta con mencionar los ejercicios militares de la OTAN que comenzarán en estos días en el Mar Báltico y en el Mar Negro y que se prolongarán por cinco meses. Estos ejercicios representan un peligro nuclear adicional pues podría resultar muy difícil para el sistema ruso distinguir entre un ataque ficticio y uno real, especialmente cuando se trata de sistemas orientados por inteligencia artificial.
Entonces, no nos debería extrañar si en los próximos meses, a 90 segundos de medianoche, ocurre un encuentro de urgencia entre el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Rusia, Vladímir Putin, con el objetivo de evitar una confrontación nuclear.
Al igual que Dana R. Fisher, profesora de American University, me gusta definirme como un “optimista colapsista”. Según Fisher, “la única manera que existe para que las cosas mejoren es después de que empeoren mucho”. Y esta tesis se encuentra desarrollada en su libro “Salvarnos a nosotros mismos: de los shocks climáticos a la acción climática”, recientemente reseñado por Times.
En línea con esta autora, creo que el colapso climático y nuclear es inevitable. Pero también creo que las personas que se preparen en comunidad para enfrentarlo tendrán opciones para sobrevivir y crear una nueva civilización, una que esté reconciliada con la naturaleza.
Recientemente, la Oficina Meteorológica Mundial señaló que el 2023 fue el año más caluroso de la historia humana con un calentamiento global del 1,48°C. Y se espera que este año alcancemos los tan temidos 1,5°C, que la ONU había acordado alcanzar recién en 2030. En este escenario es probable que lleguemos a los 2°C en la próxima década, 70 años antes que la meta fijada por el Acuerdo de París (el acuerdo que naufragó como el Titanic).
No hay tiempo que perder. Ser optimista es parte de la naturaleza humana, pero siendo realista, hay que aceptar que nos dirigimos a un colapso que terminará con la civilización moderna tal como la conocemos. Si desde ahora iniciamos un camino de adaptación profunda, tendremos la posibilidad de sobrevivir y la vida nos brindará una nueva oportunidad.
Por Manuel Baquedano
Pte. Instituto de Ecología Política
Publicado originalmente el 1 de febrero de 2024 en Poder y Liderazgo.