Hace un año ya, el 25 de abril de 2021, la vida -y el legado- de Óscar Castro Ramírez, actor, director, compañero de prisión en Ritoque, pero sobre todo como fundador del Teatro Aleph, fue ampliamente reconocida y homenajeada en las redes sociales -y en la prensa nacional e internacional- tras su deceso debido al COVID 19.
Sin embargo, nosotros desde la Corporación de Memoria y Cultura de Puchincaví, queremos, a un año de su fallecimiento, rendir un tributo de profundo agradecimiento, pues durante su larga permanencia en los campos [de reclusión], Óscar se prodigó en gestos y actos propios de su arte -y no exento de connotaciones surrealistas-, para ayudarnos a sobrellevar la angustiosa incertidumbre en que vivíamos, aportando una mezcla de sana ironía y humor, nunca alienantes o exentas de significado, no para hacernos olvidar dónde ni porqué estábamos donde estábamos, sino para aportar pequeñas grandes dosis de esperanza a través de sus obras de teatro, de sus gestiones como autoridad alcaldicia y de tantas otras geniales ocurrencias suyas.
Óscar estuvo al centro de todas las actividades culturales y de recreación del cuerpo y del espíritu que se organizaron en Ritoque y Melinka, siempre buscando estimular nuestras mentes con el rescate del ángulo artístico alusivo a nuestra condición, recreando obras teatrales clásicas o sainetes con mensajes cifrados que burlaban la censura uniformada para nuestro intenso deleite.
Y esta extraordinaria muestra de solidaridad y compromiso la llevó adelante mientras, en su fuero interno, cargaba con el horror del desaparecimiento de su madre y su cuñado a manos de los agentes de la dictadura.
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Tuvimos el privilegio de contarnos entre sus amigos, y compartimos muchas horas en la trinchera norte del Campo Melinka, refugio en el que nos prodigó su ingenio, humor y fortaleza, soporte constante que nos ayudó, como a tantos otros, a sobreponernos a esa experiencia límite y a prepararnos para la libertad, sin resentimientos ni olvidos.
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Nos vimos por última vez cuando lo acompañamos con ocasión de su nombramiento como Caballero de la Legión de Honor de Francia, en Santiago, y luego en Puchuncaví cuando visitamos el campo, compartiendo recuerdos y aventurando proyectos conjuntos que con él se fueron.
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Por eso, gracias a Óscar, el mejor preso que conocimos.
Por Directiva de la Corporación de Memoria y Cultura de Puchuncaví