´Tan juma, ´tan jumando marihuana/Huincha la, huincha la quieren dejarla/Ya creen, ya creen que andan volando/Con la ener, con la energía nuclear.//Juman en toah lah fiestah/Con razón en loh casorioh/Ya se les pasó el tejo/Juman hasta en loh velorioh.//En loh velorioh, sí/Juman loh que están cantando/Si hasta parecen brujoh/Aonde pasan volando.//Cantamoh desafinaoh/Aonde ´tamoh volaoh.
En esta cueca ochentera acerca de la marihuana que me enseñó Manuel Sánchez Sánchez y cuya autoría es de don Gilberto Valdenegro, hay una clara y acertada mirada a un gran y silencioso hecho cultural que va desde Arica a Punta Arenas, y de cordillera a mar. Este significativo hecho cultural es la transformación de Chile en una Nación Marihuanera. No digo en una Nación Drogadicta porque si se tratara de eso, nuestra Nación ha sido drogadicta toda su vida por el abuso de las bebidas alcohólicas y tabaco, hechos de los cuales siempre nos jactamos.
Recuerdo alguna vez haber conversado con un antropólogo chileno licenciado en alguna universidad ecuatoriana y que me contaba que su abuelo de Los Andes le relataba cómo él había sido un consumidor habitual de marihuana en la década del cuarenta del siglo pasado. El abuelo, que era un hombre joven en esos años, echaba a andar los bueyes de la carreta y se tendía atrás sobre las matas de cogollos a fumarse un “verde” bueno y natural, mirando las Tres Marías. La versión anterior que yo tenía de tempranos marihuaneros chilenos contemporáneos (T.M.CH.C. por sus iniciales en castellano), era de un amigo compatriota que conocí en Londres donde él hacía un doctorado en Literatura. Este amigo me contaba cómo un escritor chileno que había hecho una beca en una universidad norteamericana a fines de los años cincuenta, había vuelto a nuestro país con la moda esa de fumar cáñamo, y se le veía deambular por el centro del Santiago de los sesentas fumándose los medios ni que pitos, y riéndose todo el tiempo, absolutamente voladísimo. Algunos comentaban que eso que fumaba era una extraña mariguanza.
Uno de los mitos más reaccionarios ante el avance de un país, que ante este tema reclama con urgencia una puesta al día, o sinceramiento del Estado y su sistema jurídico con la sociedad civil, es que “la marihuana es una droga de entrada a drogas más duras”. Recuerdo que a principios de los setenta yo cursaba el cuarto medio en el Liceo Amunátegui, y en el curso (aparentemente) había un (1) consumidor habitual de pitos, lo apodábamos El Chinito, porque imagínense como tenía habitualmente sus ojos. Recuerdo que El Chinito sacaba los pitos de su billetera y con mis amigos los tomábamos entre los dedos, los olíamos, y nos daba risa pensar que “eso” era lo que fumaban The Beatles y otros famosos totales .Veinte años después fue El Chinto a verme a mi casa, le pregunté si todavía fumaba y se rió y me dijo que no, que la había dejado hacía mucho tiempo, que había estudiado Pedagogía en Historia, y que era profesor y que lo que menos le gustaba era andar volado, porque eso había sido en una época cuando cabro, que tenía muy buenos recuerdos de la María Juana, y que muy de vez en cuando se fumaba su tonto Zeppelin. En alguna forma me dio a entender que la marihuana para él había sido una droga de entrada a la Pedagogía en Historia. Una droga súper dura hoy en día. ¿O no dicen ustedes?
Por Mauricio Redolés
El Ciudadano Nº130, primera quincena agosto 2012