Cada vez que los políticos asumen como cierta la tesis de que la ciudadanía está obligada a tragarse sin mayores cuestionamientos todo lo que ellos verbalizan, cometen un error imperdonable, en especial, si lo que buscan al final del día es recuperar la confianza de las personas en la política. Entonces, ¿en qué cabeza cabría la idea que dos partidos políticos adversarios puedan celebrar algún acuerdo sin que nadie se entere? Imposible. En Chile, tarde o temprano, todo se sabe. O se filtra, como el reciente pacto entre los senadores Carlos Larraín (RN) e Ignacio Walker (DC), ignorado sólo por los habitantes de Tombuctú.
Tras el anuncio, tanto en el Gobierno como en la Concertación, se habló de deslealtad (sólo para los medios) de sus respectivos aliados respecto al secretismo con que se gestó la idea que pretende reemplazar el sistema presidencialista por uno semi presidencial, con un primer ministro a modo de fusible, aunque con matices. En efecto, en la UDI se mostraron dolidos por la jugada de sus socios estratégicos, como el jefe de la bancada de diputados Felipe Ward, quien calificó la instancia como “un paso en falso”; mientras que su presidente, el senador Juan Antonio Coloma, acusó “un fuerte golpe al Gobierno y a la Alianza”. Coloma fue más allá. «Yo pido una explicación. La Coalición vive un momento muy difícil, no cabe duda que aquí el presidente de Renovación Nacional, al llegar a un acuerdo sin preguntarle ni explicarle al Gobierno ni a su partido aliado, obviamente ataca la unidad de la Coalición», aseguró. Por su parte, en la oposición algunos se manifestaron “sorprendidos”, pero no molestos, pues como sostiene el diputado Osvaldo Andrade, fue el propio Presidente Piñera quien instó a los dos bloques a trabajar juntos en materias como la contenida en el documento RN-DC.
En rigor, ni tan dolidos y ni tan sorprendidos. Dolidos podrían estar en la disidencia de RN –cuya postura pierde fuerza frente a la movida del presidente del partido–, o los más alejados del círculo de hierro del gremialismo, pues, sus líderes principales –según le confesó la senadora Soledad Alvear (DC) al periodista Matías del Río en Chilevisión– fueron sondeados sin éxito antes que la directiva de Renovación Nacional, con miras a avanzar en la reforma política más importante de los últimos años. De modo que los coroneles sabían de las conversaciones con la DC. En tanto, en la Concertación también existía información detallada de que se estaba fraguando el documento con parte del oficialismo, así es que de sorpresa, la noticia tenía muy poco. En el resto de la Concertación también estaban informados. Una negociación de semejante envergadura no puede pasar inadvertida para las cúpulas.
En efecto, días antes que los presidentes de la Democracia Cristiana y de Renovación Nacional lo dieran a conocer, el senador democratacristiano Andrés Zaldívar, en compañía del secretario general de su partido, Víctor Maldonado, concurrieron hasta la residencia de un importante personero socialista, donde se reunieron con un selecto grupo de esa colectividad. El objetivo era informarles sobre las conversaciones del PDC con RN.
A la exclusiva cita concurrieron el presidente del PS, el diputado Osvaldo Andrade (uno de los “sorprendidos”); el diputado Marcelo Schilling; el ex senador Ricardo Núñez (presidente del Instituto Igualdad); el ex ministro del Trabajo, Ricardo Solari (Igualdad); el senador Camilo Escalona; el diputado Carlos Montes; el ex parlamentario Jaime Estévez; el ex embajador en Argentina, Luis Maira; el encargado electoral de la colectividad, Mahmud Aleuy; el director ejecutivo de Igualdad, Ernesto Águila, y el mismísimo secretario general de la OEA, José Miguel Insulza.
En lo concreto, el mentado pacto implica un segundo acuerdo tácito: dado que con la UDI se torna muy difícil acordar cambios al sistema binominal, los parlamentarios elegidos el próximo año tienen que comprometerse a crear una nueva Constitución. El primer paso ya estaría en marcha: aislar a la UDI, partido que se niega a despinochetizar la actual Carta Fundamental. “Renovación Nacional se quiere operar de una vez por todas del veto que le impone la UDI a cualquier reforma electoral”, asegura una fuente socialista.
Desde ya resulta curioso que el diario “La Tercera” haya publicado este sábado 21 en su cuerpo de Reportajes (pág. 2) una pequeña nota titulada “Militancias políticas aumentan en 10 años”, destacando que RN posee más militantes que la UDI, una verdadera pasada de cuchillo por la herida abierta de estos días. El gráfico destina sus dos primeras barras a RN con sus 93.887 inscritos en sus registros, y al PDC, cuyo padrón alcanza 114.168 militantes, siendo el partido con más adherentes en Chile.
Según el Servel, la Unión Demócrata Independiente con sus 77.443 militantes ocupa el 7º lugar entre los 13 partidos existentes en Chile. Antes que el partido gremialista, los socialistas se ubican en segundo lugar (109.828); tercero queda el PPD (97.440); cuarto RN (93.887); quinto el PRSD (84.571); y sexto el Partido Humanista (84.061). ¿Acaso la información quiere evidenciar que la UDI pesa menos de lo que se supone? Tal vez.
Aunque sus simpatizantes le dan una gran presencia en la Cámara de Diputados –donde el partido de derecha alcanza 39 escaños, y en el mundo municipal, donde es representado por 79 alcaldes– el peso político específico del gremialismo en temas estructurales, como una reforma tributaria o una electoral, bien podría verse disminuido si sus socios cruzan la vereda, y soslayan sus diferencias con parte de la oposición.
Sólo el paso de los días podrá decidir si el consenso RN-DC será un intento inútil de los sectores progresistas por reinventar la forma de representación y la figura de la máxima autoridad política del país, o bien, ser una inusitada subversión de una parte de la derecha liberal que comienza a empoderarse de la idea de renovarse o morir, a manos de un sistema que ya no da para más, y que de no hacer algo pronto, les reventará en la cara.
Por Patricio Araya G.
Periodista