Como si 20 años de invasión y ocupación de su tierra no hubiesen significado, muerte, dolor y destrucción, la sociedad afgana experimenta hoy la intensificación de acciones y atentados terroristas que afectan, sobre todo, a la comunidad chiita signada como blanco.
Efectivamente, en la nororiental provincia de Kunduz, el día 8 de octubre pasado, un atentado explosivo reivindicado por la facción afgana de Daesh hizo estallar una bomba, en la mezquita principal de la ciudad, ocasionando 120 muertos y decenas de heridos. Una semana después, el viernes 15 de octubre el mismo grupo takfiri, a través de un ataque suicida ocasionó la muerte de 62 fieles chiitas y 88 heridos en una mezquita central de la sureña ciudad de Kandahar, en el concurrido rezo de los viernes, el más importante de la semana.
Los atentados ejecutados contra la comunidad chiita llevan a la conclusión que se persigue, no sólo propiciar un campo de acción para los grupos terroristas takfirí que han sido derrotados en Siria e Irak y son trasladados a Afganistán bajo apoyo estadounidense y saudí, principalmente. Sino que generar división entre los creyentes, tratar de generar un ambiente de discordia y presentar que el problema de Afganistán es religioso y así ocultar las raíces políticas, económicas y de dominio extranjero que ha tenido el país. Objetivos que llevan consigo el desestabilizar al naciente gobierno Talibán y hacerlo aparecer como negligente, sin preparación y una alternativa de incertidumbre en contraste a la ocupación occidental. Y, finalmente, generar un clima de inestabilidad en la región generando opiniones favorables a otra invasión o presencia de tropas extranjeras (1)
La salida apresurada e interesada de las tropas de ocupación estadounidense y británicas, el pasado mes de agosto de tierras afganas, dejó atrás armas, vehículos y bases militares intactas. Una clara demostración que el proceso de salida tiene propósitos y objetivos destinados a seguir generando inestabilidad en Afganistán y mantener una región donde la desestabilización de sus sociedades sea pan de cada día. Un escenario que le permite a los países occidentales aliados de Washington el avalar la presencia de decenas de bases militares y así vender las armas que producen sus complejos militares industriales y al mismo tiempo presionar, política, diplomática y militarmente a la República Islámica de Irán, la República Popular China y la Federación Rusa.
En este escenario, donde las manos occidentales tienen sus herramientas regionales en el sionismo y el régimen saudí, la República Islámica de Irán es un actor clave para lograr la estabilidad y seguridad en su vecino país (Afganistán) pero también para la región. La nación persa tiene poderío, prestigio y la voluntad para poder garantizar la seguridad en el país centroasiático y brindar apoyo a los países vecinos, tal como lo está haciendo actualmente, tras la salida del escenario principal de Washington y sus cómplices, decisión que permitió dar curso a variados problemas:
- Vacío de poder con dificultades de reconocimiento de la fuerza Talibán, por presiones, principalmente, de aquellos que ocuparon el país durante dos décadas y sus aliados.
- Crisis económica derivado de la salida de todos aquellos organismos que recibían apoyo de organismos internacionales, para llevar adelantes los programas de salud, educación, alimentación y agricultura, entre otras. Incluyendo el pago de remuneraciones de las Fuerzas Armadas y funcionarios del aparato estatal.
- Aumento en el flujo de refugiados donde Irán es uno de los destinos y que acoge cerca de 800 mil ciudadanos afganos, según cifras reconocidas por la Alta Comisionada para los Refugiados ACNUR, organismo dependiente de las Naciones Unidas, que además ha felicitado al gobierno iraní por el trato dado a esos refugiados en materia sanitaria, alimenticia y educativa.
- Inseguridad tras la llegada de extremistas takfiri desde otras zonas en conflicto.
Más allá de las lógicas preocupaciones frente al nuevo gobierno Talibán, no olvidemos que las fuerzas invasoras, que ocuparon durante dos décadas, no quieren perder influencia en la zona. El interés de Estados Unidos y sus aliados incondicionales, entre ellos Gran Bretaña, es seguir teniendo presencia en una zona del mundo con una descomunal importancia geopolítica, económica, estratégica, de influencia en vastas zonas de Asia central, occidental, el Cáucaso sur y el extremo oriente que genera en Washington la ambición de conservar poder e influencia, cada día más y más cuestionada, pero aún presente (2). Afganistán está presionado por los intereses occidentales sobre su territorio, que explican las políticas destinadas a generar mayores grados de inestabilidad e incluso apoyar a aquellos que hoy combaten a los Talibán y son apoyados política, comunicacional y militarmente para ello. Bajo ese marco, los gobiernos de la región que trabajan por la paz esgrimen sus razones y que explican el interés por lograr, primero, que se estabilice el país y de esa forma entrar a generar el reconocimiento del gobierno talibán, sindicado en gran parte de los países occidentales como un movimiento terrorista. Estas razones son:
- Afganistán es un país dotado de enormes recursos naturales y paso estratégico para la “Nueva Ruta de la Seda”. Un país riquísimo en minerales y piedras preciosas. Dotado de las mayores reservas de litio del mundo, además de uranio, bauxita, cobre, cobalto, carbón, hierro, mármol, talco, a lo que sumamos petróleo y gas. En este punto su vecino, Turkmenistán tiene interés en que Afganistán se estabilice en función de concretar el llamado proyecto TAPI (3) que une los nombres de Turkmenistán, Afganistán, Paquistán y la India, en la construcción de un gasoducto que llevaría gas desde Turkmenistán a la India. La esperanza es que el triunfo Talibán concrete la paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad.
- La lucha contra el terrorismo, sobre todo contra aquellos grupos que están siendo trasladados por los antiguos invasores, con apoyo saudí. A ellos se une el propio trabajo de oposición desarrollado en el valle de Panshir por el Frente de Resistencia Nacional al mando de Ahmad Massoud, el hijo de uno de los señores de la guerra contra los Talibán en los años 90 del siglo XX, Aham Shah Massoud, conocido como el «León de Panjshir»
- La regulación de la ayuda humanitaria que suele traer consigo multimillonarias cifras y con ello la entrada de organismos, pantalla de objetivos políticos más allá del apoyo solidario.
Irán es un actor clave en toda esta situación. Esto, por una serie de consideraciones, avaladas por su poderío, el prestigio y la voluntad de llevar adelante las ideas y propuestas encaminadas a dar mayores grados de estabilidad, no sólo a Asia Central sino también el área de Asia Occidental, donde la presencia y apoyo de la nación persa al eje de la resistencia hay sido fundamental en la lucha contra el terrorismo agresor de El Líbano, Siria e Irak. Ello implica enfrentar a la triada conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo. Con una República Islámica de Irán participando en la búsqueda de soluciones en Afganistán es posible:
- Garantizar la seguridad de Afganistán, coordinando acciones de cooperación y estabilidad regional.
- Establecer políticas que permitan no caer en los deseos de división religiosa impulsada por los enemigos y lograr así la Unidad entre chiíes y sunníes, para no dejarse provocar por aquellos que bajo la excusa de la religión dividen a los pueblos.
- Exigir el apoyo internacional en materia de atención a los refugiados. Acción efectiva, concreta y oportuna de los Organismos internacionales como Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), FAO (Organización de las naciones Unidas Para la Alimentación y la Agricultura). La Unión Europea y la Organización de Cooperación Islámica.
El gobierno talibán está sujeto a enormes presiones internas y externas y en ello es clave el reconocimiento que logre, principalmente, de los países vecinos. China, por ejemplo, ha dado pasos enormes en esta dirección. Recordemos que el gobierno de Beijing, de la mano de su ministro de Relaciones Exteriores se ha reunido en un par de ocasiones con la máxima dirigencia talibán advirtiendo que no tolerara influencias en la zona de Xinjiang (donde se ubica la minoría Uigur de creencia musulmana con 12 millones de habitantes) y al mismo tiempo ofrecer su cooperación e inversiones. La Federación Rusa, por su parte, ha dicho que se tomará su tiempo, en orden a exigir ciertas garantías relacionadas con su propia seguridad fronteriza.
Irán ha señalado que su prioridad es un Afganistán sólido, en todos los planos, señalado por diversos cargos de la nación persa, entre ellos, Alí Shamjani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní “Ignorar la necesidad de establecer un gobierno inclusivo, la intervención extranjera y el uso de medios militares en lugar del diálogo, para satisfacer las demandas de los grupos étnicos y sociales son las principales preocupaciones de los amigos del pueblo afgano”. Hace un mes atrás en una reunión cuadrilateral, al margen de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada el 17 de septiembre en la capital de Tayikistán, Duchanbé, los cancilleres de Irán, Rusia, China y Paquistán, Husein Amir Abdolahian, Sergei Lavrov, Wang Yi y Shah Mahmoud Qureshi, respectivamente, llamaron a formar un gobierno inclusivo en Afganistán, consolidando un país libre de terrorismo y narcóticos, que no signifique amenazas a sus vecinos.
Irán ha advertido, en función de los atentados cometidos contra la comunidad chiita en Afganistán y que ha implicado una intensificación de la acción extremista de la facción local del grupo takfirí Daesh, que no aceptará dichas acciones. En una entrevista dada al medio francés Le Monde el portavoz del ministerio de relaciones exteriores de la nación persa, Said Jatibzade señaló “Las líneas rojas más importantes de nuestro país son que Afganistán esté libre del extremismo y no sea el paraíso de Daesh, no amenace a sus vecinos y al mundo (…) y no vuelve a ser la base de ningún país extranjero” Además, Jatibzade afirmó que el reconocimiento de los Talibán por parte de Irán dependerá de si el grupo armado, que tiene bajo su control el territorio afgano, cumple con sus promesas.
Las opiniones, afirmaciones y deseos están lanzados por los países vecinos de Afganistán, en especial la república islámica de Irán. El gobierno talibán debe avanzar por las líneas trazadas so pena de ser también responsable de un agravamiento de la inestable situación de la región, catalizada por la acción de grupos terroristas cuyos apoyos los encontramos en la triada conformada por el imperialismo, sionismo y el wahabismo. Igualmente, Washington y sus aliados deben tomar buena nota, que el actual estado de situación es muy distinto al que significó el año 2001 la invasión del país centroasiático. El poderío ruso, chino e iraní permite escenificar y concretar, una correlación de fuerzas incomparablemente distinta y favorable a posiciones, que pueden enfrentar positivamente, las amenazas occidentales como también la de sus socios israelíes y saudíes.
Pablo Jofré Leal
Artículo de SegundoPaso ConoSur
Autorizada su reproducción citando la fuente.
- En un artículo anterior publicado en segundopaso.es sostuve que el país centroasiático vive hoy el ataque político y mediático de los mismos que durante dos décadas sumergieron al país en muerte y dolor. Hoy, las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea pretenden hacernos creer que el triunfo de los Talibán representa un peligro para la democracia y las sociedades de Asia, Europa y el mundo. https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino
- https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino
- El Proyecto TAPI, como se conoce el plan de gasoducto por las iniciales de los cuatro países implicados, es considerado un proyecto esencial y una oportunidad que permita estabilizar Afganistán a través del desarrollo económico que este proyecto conlleva, en el marco, además de la Nueva Ruta de la Seda. Un gasoducto de 1.814 kilómetros de extensión, que uniría el yacimiento de Galkynsysh, ubicado en Turkmenistán con el Punjab indio.