La estrepitosa derrota de EEUU y la Otan en Afganistán amenaza con un caudal de consecuencias. Y la respuesta a casi todas las preguntas a futuro pasa por China.
EEUU embarcó a la “comunidad internacional” en la guerra y ahora deja a todos en el más absoluto de los abandonos, empezando por los propios afganos a quienes se decía querer proteger. Se apuntan varias razones y escenarios: desde la insostenibilidad económica del conflicto a una retirada pactada con el propósito de concentrar todos sus recursos en enfrentar el diferendo hegemónico con China, el más vital en los próximos años. ¿Pueden los talibán acabar convirtiéndose en el ariete que golpee a China en Xinjiang? Para Beijing es una de sus máximas preocupaciones; no obstante, lleva tiempo buscando un entendimiento con el nuevo poder afgano, que podría fructificar ahora. La observación del principio de no interferencia en los asuntos internos de otros estados, un pilar esencial de su política exterior, puede facilitarle las cosas.
Lo ocurrido estos días no solo recuerda a Saigón (1975) sino también a la Guerra del Golfo (1991). La impotencia de la URSS entonces sentenció su deriva en un año determinante. Treinta años después, lo que acontece en Afganistán bien pudiera tener un efecto geopolítico similar. El crédito internacional de EEUU y la Otan está bajo mínimos, mientras la confianza y la proactividad chinas toman la delantera, reforzándose con una estrategia sobre otras bases que pondrá el acento en el desarrollo y no en el recurso a la fuerza militar.
¿Cómo hacer creíble que priorizamos los derechos humanos sobre cualquier otra consideración en la política exterior occidental cuando ahora se deja a los afganos, especialmente a las afganas, a expensas de la barbarie talibán? Los fracasos (de Libia a Irak, Afganistán o Siria) se acumulan en la estrategia de intervención occidental para la “construcción de naciones democráticas”.
La Administración Biden tendrá que explicar muy bien las razones a sus aliados para animarles, una vez más, a acompañar su estrategia (ahora de confrontación con China para preservar su hegemonía) y convencerles de que no se traducirá a corto plazo en un embarazoso fracaso. ¿Puede Taipéi, por ejemplo, a la vista de lo sucedido, confiar en esta Administración para mantener el pulso soberanista con Beijing? ¿Pueden hacerlo los países del Sudeste asiático, India o Japón, quizá Australia? ¿Puede la propia UE sometida a presiones para embarcarse en una nueva guerra fría? Buscando pleitos por doquier para debilitar a China pero sin estrategias económicas claras, muchos secundan a regañadientes las exigencias de la asertiva diplomacia estadounidense.
La incapacidad mostrada por EEUU y la Otan para garantizar la paz, la seguridad y el desarrollo en Afganistán, culminada con una retórica derrotista y la desesperación de la huida suponen un éxito para los talibán; pero, además, podría tener el potencial suficiente para transformar radicalmente a corto plazo el entorno de seguridad regional y quebrar el liderazgo occidental en la zona.
Afganistán fue territorio chino durante la dinastía Tang, hace 12 siglos. Lo acontecido representa una oportunidad para que China incremente su influencia regional. Beijing no va a desentenderse. Primero, le importa la seguridad de la zona en aras del impacto que su deterioro puede tener en Xinjiang. Segundo, el liderazgo cabizbajo de Washington representa una importante oportunidad estratégica para desafiar su poder en toda la región. Tercero, Afganistán puede representar un nuevo pilar en su Ruta de la Seda, que afianzaría la vía terrestre. Cuarto, una relación estable con el nuevo poder en Kabul podría facilitar también su relación con Pakistán y compensar la fragilidad de su situación en la ruta marítima. Quinto, a ello podríamos añadir los beneficios económicos derivados de la exploración de los recursos de Afganistán (China es el primer inversor exterior en el país).
El reto inmediato para China consiste en llenar el enorme vacío dejado por la atropellada salida occidental, estableciendo una relación normalizada con el nuevo poder en Kabul. Para China, es muy importante contar en su retaguardia con un gobierno no hostil ante la hipótesis de un empeoramiento de la situación en el Estrecho de Taiwán o en los mares de China donde las políticas de asedio que promueve EEUU (léase QUAD) afrontarán ahora una prueba de credibilidad decisiva.
Por Xulio Ríos
Director del Observatorio de la Política China
Publicada originalmente el 16 de agosto de 2021 en OPCh.