Les contaré de alienación. Y SIMCE. Hace unos días escuchaba a un renombrado intelectual internacional referirse a las contradicciones del modelo que nos domina. Una de éstas contradicciones es la “alienación universal”. La alienación es un proceso difícil de comprender. Implica la pérdida de un poder propio y su entrega a otros. Al mismo tiempo, implica una pérdida de confianza en los otros, lo que conlleva a una pérdida indefinida, incapaz de percibirse por completo. Sabemos que perdemos algo y que es importante, pero no lo comprendemos del todo. Así, reaccionamos con un profundo sentido de duelo y tristeza. O reaccionamos con rabia violenta.
Eso está pasando hoy día en Chile. Es palpable en sus rincones, en la tristeza de las ciudades y sus empaquetados habitantes. En sus encuestas sobre confianza en otros. En sus encapuchados violentos, los que usan polera y los que usan palos, cascos, gases y escudos del Estado. Estamos alienados. Es una alienación por diseño, y hay partes de ese diseño que afectan nuestra esperanza más próxima: los niños y niñas. Y en esa parte, ese diseño se llama Sistema de Medición de la Calidad de la Educación. El SIMCE.
¿Cómo nos aliena el SIMCE? Partamos por nuestra pérdida de poder propio. Naturalizamos que sea el puntaje en una prueba la que defina incentivos, sean éstos simbólicos o legalmente establecidos. Naturalizamos que este resultado en una prueba defina algo de nuestras vidas, sea esto una presión indebida sobre niños y niñas, la exclusión de algunos y la inclusión de otros, y la idea de cerrarles la puerta a las escuelas donde estos niños y niñas socializan tempranamente su vida. Sí, porque la escuela es más que academicismo. Es la vida de muchos, donde se arman afectos, amistades. Y se aprende. Al someternos al SIMCE y lo que nos dice, perdimos el poder que alguien, algo, otros que no podemos percibir, lo tienen. Pero no los encontramos, y por lo tanto no los podemos culpar de quitarnos el poder propio.
Como no sabemos quién tiene el poder propio arrebatado, desconfiamos de todos, en especial de los que están cerca. De los niños y niñas del vecino, del profesor o profesora, del director o directora de la escuela. Queremos, dicen algunos, “indicadores” como un puntaje SIMCE, porque asumimos que nos otorgan el poder de decidir, haciéndonos sentir que el poder propio no está muerto. Pero seguimos en un duelo y tristeza eterna. Alguien con más poder se justifica en “darnos” ese poder para presionar más y más a los niños y niñas, y a los profesores y directores, a todos quienes podrían darle sanos afectos a nuestros niños y niñas en las escuelas. Se los presiona para obtener un buen puntaje SIMCE. Nos dan un poder estético, disfrazado de poder propio, y no entendemos, no sabemos dónde está el poder propio perdido. Y seguimos desconfiando. Por eso cada vez más enviamos a nuestros niños y niñas a escuelas donde nos den la impresión de tener algo de poder, aunque sea simbólico: una cuota mensual, un nombre en inglés, un uniforme especial. ¿Un puntaje SIMCE? Los defensores del SIMCE buscan exactamente eso. Que tengamos esa sensación de poder propio. Pero solo buscan la sensación. El poder propio sigue estando arrebatado, pues hacemos exactamente lo que se espera. Y por lo tanto, seguimos en duelo, pues nuestro poder propio ya no lo es: hay que pagarlo. Tiene precio. Y el SIMCE es parte de ese precio.
Para ir a la fuente de esta profunda alienación tenemos que saber cómo dejar de ponerle precio a algo que consideramos valioso tener para todos. Es triste vivir en desconfianza. Y da rabia también. ¿Cómo pretendemos vivir felices sin confiar, sin la confianza en otros? La confianza, para todo el mundo en que ponemos nuestra esperanza, que son los niños y niñas, no puede normarse por un puntaje SIMCE. No puede normarse por el precio de una experiencia. No podemos permitirnos alienar a los niños y niñas para que vivan en un duelo eterno, como el que ya muchos vivimos. Recuperar los derechos sociales es recuperar el poder propio. Eso incluye enfrentar decididamente las fuentes de alienación como el SIMCE. Por eso decimos Alto al SIMCE. Porque no queremos seguir sustentando un sistema alienante para usted, para mí, para nosotros, para todos. Incluyendo a nuestra esperanza más próxima.
Los invitamos a unirse a esto. A confiar nuevamente en otros, en ustedes mismos. A recuperar derechos sociales. A recuperar nuestra educación, paso a paso. A detener a quienes alienan a nuestros niños y niñas en las escuelas del país con un puntaje. Digamos juntos ¡Alto al SIMCE!
Adhiere a la campaña Alto al SIMCE
Por Iván Salinas
Miembro del Colectivo Una Nueva Educación