Es por demás conocida la postura de las grandes empresas de comunicación sobre aquellos gobiernos latinoamericanos que pretenden modificar las históricas desigualdades socioeconómicas.
Podríamos extendernos en el papel del empresario de las comunicaciones Roberto Marinho, fundador de la Red Globo de Brasil, el cual apoyó fervientemente y se enriqueció en la extensa dictadura brasilera.
Quienes, por supuesto, pagan por artículos obsecuentes a través de “imparciales periodistas o escritores”.
Generalmente, estos mercenarios de la palabra, tienden a exasperarse en sus frases, a ridiculizar a quienes desean criticar, a citar fuentes poco serias o directamente a mentir descaradamente.
Tenemos algunos bufones del estilo en Chile, pero no tienen el marketing del cual gozan los que se encuentran radicados en Miami, Atlanta o Washington.
Particularmente me ha llamado la atención la virulencia de un periodista, Álvaro Vargas Llosa (uno de aquellos que debe colocar una nota curricular adjunta a cada nota para aparentar credibilidad), hijo de un escritor internacionalmente reconocido.
Triste papel le ha tocado jugar a Álvaro Vargas Llosa: apoltronado en Washington DC, pretende dar lecciones sobre democracia para América latina y realiza análisis políticos que por momentos superan la imaginación de su padre Mario y del mismísimo García Márquez.
¿Creerá este periodista-comentarista que quienes leen sus notas padecen de tal grado de ingenuidad como para creer a rajatabla sus conjeturas?
Veamos: como corresponsal del Diario ABC, se apoya en este medio español, el cual genera una noticia, la que luego es replicada por algunos medios de prensa opositores en Venezuela. Aquí recoge el testimonio de Leamsy Salazar, “ex jefe de seguridad de Cabello y hoy colaborador de la Fiscalía Norteamericana”, como único medio de prueba para acusar a Venezuela y al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, de narcotráfico.
Su alto grado de imprecisión y su falta de objetividad disfrazada de neutralidad, devela sus intereses, sus posturas y sus convicciones.
Un mero examen de la seguidilla de extensos artículos en la prensa chilena, todos en un día domingo, el día de mayor tiraje;“Al Borde Del Abismo” (La Tercera 8 Marzo 2015), “Obama, palo en Caracas; Zanahoria en La Habana” (La Tercera, 15 marzo de 2015) “Venezuela, el factor Felipe González” (La Tercera, 3 de mayo de 2015) “El cartel del siglo XXI” (La Tercera, 24 de mayo de 2015) Todo esto da cuenta de un diseño comunicacional, cuyo principal objetivo es el asesinato de imagen de Venezuela.
En todos los anteriores, pero particularmente en la supuesta cartelización de Venezuela, la tesis y el constructo mediático se basan en “fuentes oficiales” que hablaron con el Wall Street Journal que incluyen testimonios de narcotraficantes colombianos y venezolanos, ex funcionarios y ex militares del propio chavismo y “otros procesos que por casualidad dieron abundantes pistas”.
El hijo del famoso novelista, acaba adhiriendo a la estrategia del nazi Joseph Goebbels: “Si una mentira se repite las suficientes veces, acaba convirtiéndose en la verdad».
La acusación que repite Vargas Llosa sobre el gobierno Bolivariano que “para asegurarse que aun estando en minoría en el voto popular pueda seguir controlando la Asamblea Nacional, exactamente como sucedió en 2010, cuando la oposición obtuvo la victoria en las elecciones parlamentarias, pero acabó en una minoría de escaños”. Es una mentira absoluta. En esa ocasión, en el Estado de Zulia la oposición obtuvo el 54, 80% v/s el 44, 44% del chavismo, quedándose la derecha con 10 de los 12 diputados del Estado, a pesar de haber una diferencia del 10%.
Esta afirmación de Vargas Llosa es igual a la que hiciera Andrés Allamand, senador de la derecha chilena, con quien estuvimos presentes en dichas elecciones y que repitió mecánicamente esta acusación transformándola en denuncia. Imputación que se disuelve cuando le recordara a mi colega que en el sistema electoral de nuestro país, que ellos mismos implantaron en Chile en 1980 con la Constitución de Pinochet, que hace que en las elecciones del 2009 y el 2013, las regiones de Magallanes y Aysén con 250 mil habitantes entre ambas eligieron 4 senadores. Y en las mismas elecciones la Región Capital, Santiago, con 7 millones de habitantes eligió también a 4 senadores.
Supera al mero azar y se aproxima un milagro la coincidencia milimétrica de la publicación de los artículos de Alvaro Vargas Llosa, con la publicación de decenas de periódicos en América Latina, con similares o idénticos titulares y contenidos. El mismo día ó a lo sumo 24 horas después, aparecen estas noticas prefabricadas. La diferencia horaria les juega una mala pasada.
Los artículos que Álvaro Vargas Llosa escribe por propia voluntad (o que le sugieren o dictan) son solicitados a medida. Sus títulos se definen, antes que los redacte.
Vargas desde Washington describe lo que sucede en Madrid y en Caracas y en ambos casos da rienda suelta a su imaginación; eso sí, para denostar a la izquierda. Venezuela y sus autoridades democráticamente elegidas, son un blanco preferido del periodista peruano.
A este Vargas Llosa le falta prosa, desprecia al pueblo venezolano, desde una mirada que reduce un país al “chavismo” y no tiene empacho en referirse al gobierno venezolano en calidad de «régimen». Claramente, este esfuerzo literario dicta mucho del mérito de su padre, Nobel de Literatura el 2010.
El arte de la sutileza no parece ser el fuerte de Álvaro. Declara que resulta imposible que Venezuela sea invadida por Estados Unidos y por eso adhiere a la desobediencia civil y derechamente al golpismo.
Este hombre – que no nos queda claro si escribe en calidad de novelista, de político de la derecha internacional, o de periodista- plantea en su artículo del 24 de mayo: “será cada vez más costoso para Maduro burlar la voluntad popular, especialmente en un grado tan extremo como el que será necesario esta vez. Es algo que también tendrá un alto costo de cara a una población crecientemente indignada y consciente de que su gobierno está hoy acusado de ser una mafia dedicada al tráfico de drogas”.
Sin dudas, el nuevo embate de los sectores conservadores de Estados Unidos busca desprestigiar al gobierno venezolano, asociándolo a las drogas.
Venezuela le duele a las fuerzas imperialistas. La voluntad popular, que se expresa en las urnas, ha confirmado decenas de veces en las últimas décadas, en donde de 19 elecciones realizadas en 15 años, el chavismo ha ganado en 18 oportunidades. Los observadores internacionales han garantizado la transparencia y la legitimidad de todos los procesos.
Entre ellos, el ex presidente Jimmy Carter que afirmaba que Chávez en 2006 ganó los comicios de una manera totalmente honesta y que “de las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral en enezuela es el mejor del mundo».
Bienvenida la oposición, bienvenida la crítica periodística. Pero una cuestión es ser crítico y otra muy distinto es cumplir el triste papel de vocero de intereses antipopulares, bajo el disfraz de la libertad de prensa o de la neutralidad periodística.
Quisiera estar equivocado pero la línea destructiva que se resume en la mala prosa de sus artículos dibuja a Maduro derrotado por la Guerra Económica y a Diosdado destruido en su imagen internacional por narcotraficante. Solo ello explica la ferocidad de las corporaciones de los medios de comunicación hegemónicos que atacan al pueblo de Venezuela y sus líderes democráticamente elegidos.
Y todo aquello en la búsqueda de derrotar al Chavismo en las elecciones de la Asamblea Nacional que preside Diosdado Cabello, en el próximo diciembre 2015.
Si contabilizáramos los caracteres o centímetros cuadrados que escribe en contra de Venezuela, debiera calificarse a la república bolivariana cómo su obsesión o al menos, su pasión.
Pero Álvaro escribe sobre lo que otros ya escribieron o comentaron. No está allí, entrevistando a opositores y adherentes de Nicolás Maduro en Caracas; o de Pablo Iglesias en Madrid. Prefiere los reflejos a la luz, por eso y tal vez, su prosa no pase de ser un tenue reflejo de la capacidad literaria y de vida de su padre cuando escribió Conversaciones en la Catedral. Allí la ficción tiene como base la verdad, en el hijo todo es ficción pues le desagrada enfrentar la verdad.
Alejandro Navarro Brain, Vicepresidente del Senado de la República de Chile.