Es una constante que cuando se observa un conflicto en una comunidad política sea un país, un municipio, una universidad, el discurso del establishment interpelado es que existen fuerzas externas que son las causantes de dicho conflicto, el cual de otra manera no hubiese ocurrido. La narrativa de que el enemigo interno es una quintacolumna que socava la unidad nacional, comunitaria o universitaria tiene antecedentes nefastos en la historia de la humanidad y generalmente termina en posturas totalitarias y hechos represivos.
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¿Recuerdan ustedes cómo el fascismo hizo de los judíos una otredad negativa externa que era una suerte de cáncer que corroía la unidad supremacista aria? ¿Es posible olvidar cómo la doctrina de la seguridad nacional hizo del comunismo internacional el enemigo externo vuelto interno a exterminar? ¿Acaso no sigue en la memoria la satanización del movimiento del 68 cuando fue adjudicado a Moscú o a la CIA?
Con preocupación advierto esta constante represiva y deslegitimadora en el actual conflicto en la BUAP. Adjudicar a Antorcha Campesina, una organización que cuenta con una imagen perturbadora en México, el papel de instigador y hasta conductor del paro estudiantil es deslegitimar a este último porque lo interpreta como resultado de una conjura organizada por fuerzas externas a la BUAP. Cabe preguntarse si Antorcha Campesina no forma parte de la vida cotidiana de nuestra universidad en tanto cuenta con tres casas de estudiantes, varios centenares de estos estudiantes que resultan beneficiados de dichas casas y probablemente dirigentes estudiantiles que acaso estén actuando en el conflicto universitario.
Por lo visto la BUAP no está fuera del alcance de los tentáculos de una organización que tiene características paramilitares, que ha sido aliada del priísmo, que se ha visto involucrada en actos violentos, que es movilizadora clientelar de voluntades en áreas rurales y suburbanas de escasos recursos. Pero esto no quiere decir que Antorcha Campesina sea la orquestadora del movimiento estudiantil que la BUAP ha vivido en las últimas semanas. El gobernador Armenta busca aparecer como el gran defensor de la universidad y su autonomía cuando denuncia la intervención antorchista, amenaza con que la Fiscalía General se involucre y anuncia posibles órdenes de aprehensión. En el fondo deslegitima al movimiento estudiantil y una vez más escamotea el hecho de que el conflicto universitario tiene causas estructurales y por tanto no son fuerzas políticas externas las que lo han desencadenado.
Lo sucedido el viernes 14 de marzo cuando las autoridades universitarias encabezadas por la rectora acudieron a recibir el pliego petitorio con una altisonante marcha integrada por profesores y trabajadores administrativos no solamente fue un error político. Es una muestra más de la tentativa deslegitimadora que busca presentar al movimiento estudiantil como una fuerza ajena a la BUAP. Los gritos de “¡No estás sola!” “¡Somos BUAP!” “¡Tienen secuestrada a la universidad devuélvanla!”, “¡Se ve, se siente la BUAP está presente!” además de criminalizarlos buscan presentar a los paristas como ajenos a la BUAP. ¿Solamente lo/as marchistas convocados oficialmente son BUAP? ¿Únicamente en el contingente que acompañó a la rectora se encuentra presente la BUAP?
Lo/as estudiantes paristas son parte sustancial de la BUAP. Su consigna de “¡Por una universidad, crítica, humanista, democrática y popular!” proviene de las mejores y más auténticas tradiciones de las luchas universitarias poblanas. Esas que comenzaron en 1961 y continuaron en la década de los sesenta y setenta. Los diversos pliegos petitorios que se han levantado en las diversas unidades académicas recogen el malestar acumulado por las tres décadas de reconversión neoliberal de la BUAP. Son la respuesta no solamente a una universidad neoliberal si no a una despiadada sociedad igualmente neoliberal que coloca a los egresado/as universitarios en el camino de la precariedad laboral y salarial. Buscar un enemigo externo como el provocador del conflicto actual en la BUAP significa eludir los problemas de fondo que lo han originado.
Si en verdad se considera que el diálogo es el camino para resolver el paro que vive la BUAP, es indispensable que las autoridades universitarias reconozcan a los paristas como parte de la comunidad universitaria. Y que estén convencidas de que las demandas enarboladas por el movimiento estudiantil son legítimas y atendibles.
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