Arrate es el candidato de la izquierda

“Quiero descartar, sí, que este sentido de la revolución no tiene el contenido habitual y pequeño con que suele emplearse esta palabra


Autor: Director


“Quiero descartar, sí, que este sentido de la revolución no tiene el contenido habitual y pequeño con que suele emplearse esta palabra. No es revolucionario el jefe militar que, a la cabeza de un regimiento, toma el Poder: eso puede ser un motín. No  es revolucionario el que, por la fuerza, logra, transitoriamente, mandar. En cambio, puede ser revolucionario el gobernante que, llegando legalmente al Poder, transforme el sentido social, la convivencia social y las bases económicas del país.

Eso es el sentido social que nosotros damos al concepto de revolución: transformación profunda y creadora.”(Salvador Allende).”

Hace muchos años que la izquierda forma parte de lo cotidiano en la vida de millones de chilenos. En el proyecto de la derecha no está el país que aspiramos a construir. Puntualmente aparece algún líder de opinión, díscolos les dicen o se autoproclaman en estos tiempos, y que por un tiempo logran interpretar a ciertos sectores, pero finalmente perduran los hombres y proyectos, aquellos que son capaces de cruzar a toda la sociedad, y que suman conciencia a dichos proyectos de vida y de futuro.

Los partidos políticos y sus programas, sus alianzas y acuerdos, son inevitablemente una necesitad. Si así no fuera, aún habría existido la Ley Maldita o no estaría vigente un sistema binominal. No habría existido ni el FRAP ni LA UP ni la olvidada CODE, esa alianza entre el PDC y el PN, conjurados para pedir el golpe militar de 1973.

Los mejores indicadores del nacimiento de un pensamiento de izquierda solidario lo encontramos en el norte. Jugaron un destacado papel las corrientes anarquistas, en ese indispensable trabajo de educar a los trabajadores en la defensa de sus derechos, de recorrer un camino, del ir de lo más simple a lo más complejo. De estar en todos los momentos, pero principalmente fortaleciendo las incipientes organizaciones para hacerlas más fuertes. Eran los tiempos en que los trabajadores iban con sus hijos a las manifestaciones y los llevaban a los sindicatos y a las reuniones…, así se fue estructurando la izquierda en planteamientos y en organización, lo que se llama conciencia de clase, concepto muy cuestionado en estos tiempos, por ser considerado añejo, y ya pasado de moda, y que sostengo que todavía tiene vigencia.

En todas las masacres obreras encontramos a mujeres y niños, prueba fehaciente de que eran familias enteras las que salían a las calles a manifestarse, y por el lado de los verdugos -la clase dominante- el ejército, el mismo de siempre. Los dueños de la tierra, los latifundistas, la oligarquía, termino ya sin uso y olvidado.

Y claro que el pueblo no es patrimonio de la izquierda, el pueblo tiene opinión propia y también es victima de engaño por parte de quienes son sus propios verdugos. El sistema los excluye y los sostenedores del mismo sistema les piden el voto para prolongar su dolencia mayor. El León de Tarapacá y su “chusma inconciente”. El General Ibáñez a quien Salvador Allende denunció por su demagogia y peligroso populismo, lo que costó una de las tantas divisiones al Partido Socialista y Allende no se equivocó. Y la Concertación también los ha postergado, jugó con su alegría.

Cuando el pueblo, porque allí está la izquierda, y todas las organizaciones sociales que son parte del país, han proclamado que Chile necesita de profundas transformaciones sociales, tiene que ver con esa impostergable necesidad de convertir el país en oportunidades reales para los millones de marginados. Las tarjetas de crédito -pequeños dioses de los tiempos actuales- no son símbolo ni indicadores de desarrollo.

La izquierda trabaja para alterar el desequilibrado rumbo de los beneficios de una minoría, a los cuales sólo pueden optar los que mejor ubicación han logrado en la sociedad. Este es un discurso de larga data en nuestra historia. Algunos lo han mantenido por algún tiempo, y luego lo han abandonado, incluso creando nuevos referentes, pero la esencia del verdadero pensamiento de izquierda, está vigente y lo estará porque el bienestar de millones es una tarea del Estado y queremos un gobierno que asuma esta tarea.

Ningún modelo económico logrará en su totalidad dejar contentos a todos. Corea del Norte por ejemplo tiene altos niveles de desnutrición en su población. Los cordones de marginalidad en las grandes ciudades de China comunista son idénticos a los de  latinoamericana. Estados Unidos tiene 50 millones de ciudadanos que están al margen de la seguridad social. Todos los gobiernos por muchos esfuerzos que hagan, no podrán dejar contento a todo el mundo, pero sí son los responsables de construir posibilidades para todos, de asegurar un mínimo en la subsistencia, de garantizar una vida en condiciones aceptables para las grandes mayorías, en definitiva de elaborar un proyecto más humano y solidario, en un entorno equilibrado y sano.

La solidaridad entre los postergados, desde sus inicios en esos primeros tiempos de las mancomunales, manifestó en primer lugar el hombre y su vida como la piedra angular, y tarea impostergable la lucha reivindicativa, salarios dignos, jornadas de trabajos humanas y soportables, esas son exigencias eternas de la izquierda y que se mejorarán cuando exista un gobierno popular, o el movimiento popular pueda negociar mejores condiciones, en el inevitable proceso de acumulación de fuerza. En nuestra historia los gobiernos de izquierda o progresistas son pocos, la derecha ha gobernado más veces y no somos ejemplo de desarrollo para nadie.

“Aspiramos pues, a una organización que contemple el libre desarrollo de cada personalidad y asegure la igualdad económica de todos los seres humanos”.

“Esta doctrina, perfectamente lógica, humana y justiciera, no encierra un peligro para nadie; pero muy a pesar nuestro vemos que ciertas gentes las interpretan a su antojo, tergiversan su sentido y de ese modo nos identifican como asesinos, como ladrones y demás elementos antisociales” (José Santos González Vera. Marzo 1913 Periódico Anarquista “Verba Roja”)

Son muchos los ejemplos de la presencia de la izquierda en la historia de nuestro país, en el ir construyendo Chile, sumado una ley tras otra, cuando en el Congreso estaban todos los sectores representados. Y claro que la izquierda ha cometido errores, pero nunca redactó la Ley Maldita, la derecha aliada con las FFAA, asesinó para imponer un modelo de sociedad y de país excluyente.

No existen los nostálgicos de la Unidad Popular, lo que está vigente es el pensamiento creativo, el mundo de las ideas de izquierda, la libertad como la cosa más importante. El derecho a soñar y exigir respuestas a las demandas. Eso es lo que se sale a explicar.

De la misma manera que fue serio llamar al pueblo a la resistencia popular, sin tener los medios para alcanzarlo, es llamar a sostener candidaturas que son verdaderos cantos de sirena, que terminan sumándose a proyectos dónde no aparece ni siquiera una idea, por la cual tantos chilenos han dejado su vida.

La izquierda, su candidato y su programa no le temen a las encuestas, la izquierda tiene miedo de que se pierda la pasión de andar,  de soñar, el saber que si somos capaces de levantar y construir un proyecto mucho más justo que el que existe actualmente.

Y es la izquierda la que coloca en la mesa y levanta las reivindicaciones más sentidas, ASAMBLEA CONSTITUYENTE como la más urgente e indispensable. Chile no puede continuar de la forma en que se heredó de la dictadura. Puede que haya que tomar otras formas de organización, pero siempre habrá un programa de gobierno, con medidas urgentes para volver a enamorar a miles, sólo así es posible vencer.

Y llegó la hora.

Aquí está  la izquierda. Aquí hay un programa. Aquí es dónde está el lugar de los que fueron ilusionados por algunos meses. Este es el lugar en que los jóvenes y la experiencia tienen su mejor espacio y expresión. En este proyecto están los sueños de los familiares victimas de la dictadura. Aquí hay una bandera que debe ser mantenida para que no se nos imponga la injusticia como norma de vida.

Y se llama JORGE ARRATE.

“Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra propia perdición, y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo, y cierta tendencia a la resurrección inexplicable” (Eduardo Galeano)

Por Pablo Varas


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