Por Julio Fernando Iglesias Navarro
Lo que ocurre hoy en Argentina no es casualidad ni tampoco un fenómeno fugaz, estamos frente a una fuerte arremetida de las ultraderechas globales, principalmente liderada y orquestada por el triunfo y nuevo mandato de Donald Trump en los EE.UU.
¿Y por qué es tan importante poner atención a la motosierra trasandina?
Y bueno… por la sencilla razón de que aquellos lugares de vanguardia con los que la Humanidad alcanzó acuerdos y avances civilizatorios, hoy se ven bastante descuidados o abandonados, provocando una peligrosa distancia y desafección entre la política, lo político y lo cotidiano.
Entonces ocurre que, al quedar todo en ‘tierra de nadie’, en una especie de descampado ideológico, cualquier cosa puede suceder. El retorno, paradójicamente, a una suerte de estado medieval en lo político y cultural, es un escenario bastante plausible y abierto.
Aquellas demandas históricas de las clases populares de las cuales las propias izquierdas se han desafectado, principalmente por ir tras agendas emergentes o “progres”, es que lisa y llanamente tienden a caer en boca y manos, de tipos ultraderechistas, frustrados, resentidos y mediocres como Javier Milei, y luego son ellos quienes las perifonean y levantan como luchas propias, encontrando resonancia precisamente en los propios marginados del sistema.
Esto se debe principalmente a la predominancia en las vanguardias de un excesivo lenguaje academicista, un pánico escénico irrefrenable, exceso de vocabulario de buena crianza, o simplemente a un pudor mediático, lo cual desconecta y atomiza el escenario de disputa de las grandes e históricas luchas de la Humanidad.
Estamos perdiendo de cierta manera la cruzada a la que nos ha llevado la derecha ultra, con la denominada “batalla cultural”. Y es que el capitalismo y sus representantes saben lo que producen, por ende, saben muy bien cómo padecen los marginados del propio sistema. Saben cómo hablarles y qué cosas quieren oír. Conocen mucho mejor sus carencias y necesidades, sus aspiraciones más sentidas dentro de la sociedad del consumo, y no porque las sufran al igual que ellos, sino porque son quienes las generan.
Entonces, no les es difícil presentarse ante ellos con una retórica que les promete algo de futuro, incierto y etéreo, pero futuro, al fin y al cabo, una esperanza. Para tener algo en que creer, algo a que asirse tenazmente a costa de su propia existencia. Algo así como aquella quimera de la existencia de un paraíso celestial. Similar a lo que ofrecen las religiones, ofertando un plano superior extraterreno después de nuestra sufrida y precaria realidad en este mundo.
El crédito y el endeudamiento como la nueva indulgencia. Pagar y endeudarse para asegurar algo mejor a la situación y existencia actual. La inestabilidad laboral, el limitado acceso a los bienes de consumo como la nueva inquisición. Si no tienes y no consumes esto o aquello, simplemente no existes… mueres socialmente.
De la religión a la política, un púlpito de diferencia
Esto viene a explicar de alguna manera el surgimiento y aparición en Chile de un Partido Social Cristiano (de fuerte raíz evangélico-protestante y popular), el cual, sin complejo alguno, presentó candidatos en todo el país, no precisamente para obtener representantes (eso vendría por añadidura, parafraseando a las propias escrituras), sino para testear su real impacto y penetración en diversos sectores de la sociedad.
La aparición de una organización o frente paramilitar en Argentina denominada «Las fuerzas del cielo«, que dicen defender aquello que ven como amenazas directas a sus intereses particulares, por parte de lo que ellos mismos llaman “zurderío”.
Es bastante sintomático, a propósito de esto último, el aumento y proliferación de iglesias cristianas con denominaciones protestantes o evangélicas, que surgen hasta en los lugares más remotos de nuestros países. Una especie de “nueva evangelización misionera”, con una excepcional presencia en las poblaciones de sectores bajos y medios-bajos de la sociedad.
Increíblemente, es donde las ideas conservadoras de derecha y ultraderecha tienen mayor recepción, donde, además, sus representantes y partidos obtienen la mayor cantidad de votos. Hay muchos estudios y estadísticas al respecto a los cuales no me referiré, por ahora.
Se observa claramente, entonces, que votan por una incierta promesa de futuro, anclada evidentemente a un mundo perfecto que alguna vez existió (¿les suena bíblico?) y que el progresivo avance científico, el progresismo en materia de derechos e igualdad, junto a las agendas en materias de medio ambiente, diversidades, sexualidad, pueblos originarios, entre muchas otras, les arrebató para introducirnos en el caos y en los males que hoy nos aquejan y nos azotan. Algunos autores, como Zygmunt Bauman, lo denominan “retrotopía”.
Dicho esto en palabras sencillas, la retrotopía sería aquella nostalgia y necesidad de recrear tiempos pasados, aún a costa de perder muchos de los derechos y avances alcanzados en distintas esferas, con tal de poder generar o alcanzar un nuevo orden y estabilidad.
La imagen de la lucha en contra del mal y la restitución de los valores tradicionales es lo que más hace sentido en esta escalada de lucha cultural; enfrentarse al progresismo y en particular contra el fantasma del comunismo.
Non-political/Apolitical people. El ser humano como un nuevo sujeto no político o apolítico
Una nueva comprensión del “homo”, persona o sujeto, que dice desafectarse de lo político y la política se convierte, paradójicamente, en el actor principal y más beligerante a la hora de decidir y votar aspectos, precisamente políticos, que afectan la política y lo cotidiano.
Hoy es sumamente valorado, casi como un atributo que te eleva de categoría por sobre los demás, plantear abierta y públicamente, que no te interesa lo político o que toda la política es sucia y que no vale la pena involucrarse en nada; aunque con ello se decida el precio del pan que comes, el boleto de locomoción que pagas o la jubilación de miseria que recibirás al final de tus días laborales.
Lo político, entonces, no sería lo más importante para esta masa que vota sin mayor análisis, y que vota aquello que le resuena a sus oídos ya sea por afinidad a lo religioso, o simplemente para desentenderse y no vincularse con el tejido social a su alrededor.
Este nuevo sujeto que, aun renegando de aquello, continúa siendo político, rehúye de toda acción en la cual se requiera adquirir un cierto nivel de compromiso, participación y/o transformación de la realidad, aunque con su opción influye de manera importante, precisamente en aquello que afecta a quienes sí se involucran de algún modo.
La política debiera estar (para este nuevo sujeto), en manos de otros y donde el accionar de esos otros se transforme en la arena del ‘circus’ en un espectáculo. Allí es necesario que prime la ley del más fuerte y se naturalice absolutamente la anulación ´del otro como legítimo otro´, siendo esta aniquilación, sinónimo de triunfo y convirtiendo al vencedor en una legítima alternativa de poder.
La lógica del “reality show” y la eliminación del o los contrincantes, para ganar a toda costa.
Se vota por aquello que es más estridente y no por la solución que se pueda ofrecer al origen de la situación o problemática. Se opta por la rabia acumulada y por quien las grita o enrostra más fuerte. En lo cotidiano, da lo mismo saber cómo se hará cargo de esas demandas, quién las pregona. La lógica de la ‘fake news‘ se impone y se sacraliza, lo que se dice primero es, existe, se cree y punto, sin siquiera dar espacio a preguntarse nada más o si es verdad en realidad.
Todo vale, nada vale
Aunque parezca ‘payasesco’ disfrazarse de peluche, de súper héroe, escribir post virulentos y sin sentido en X o representar toda la rabia en la figura icónica de una motosierra, que corre con sus afilados dientes por sobre todo aquello que nos han hecho creer sería el factor que produce nuestro sufrimiento (el Estado), se va transformando muy rápidamente en una imagen que no profundiza nada en el análisis, sino más bien en el efecto y el golpe mediático.
Todo vale a la hora de atacar y defenderse, como nada es más valioso que triunfar inclusive por sobre aquello que nos parecía un límite o frontera que no se debía traspasar. La dignidad y el respeto por la condición humana ya no es la barrera simbólica. Vemos que a la ultraderecha no le importa nada, que en nombre de una supuesta libertad son capaces de traspasar todos los límites sin miramientos.
Finalmente, son los más desvalidos en la sociedad de consumo los que votan a quienes gritan sus propias desventuras y las ventilan descarnadamente en el interconectado espacio virtual y mediático, sin ofrecerles propuestas de cambio real.
Esas injusticias, propias de un sistema que por décadas ha hecho padecer de una gran precarización a grandes masas de seres humanos, casi como un designio de lo alto, hace que muchos voten sin saber si exigir la más mínima voluntad de cambios.
Un neo feudalismo que avanza
Los marginados del sistema capitalista votando por los generadores de su propio sufrimiento, es la imagen vívida de los abusos que el ´Señor Feudal´ cometía sobre sus vasallos. Un mundo distópico por decirlo de alguna manera, que en gran medida y como aquella paradoja ‘nietzcheniana’, nos representa aquella teoría del retorno, donde comprender, teniendo la imagen de un gran espejo, en el cual se refleja toda nuestra decadencia y derrota social, la que de una u otra forma no aceptamos, pero nos interpela.
Esto sería según mi perspectiva, como el péndulo que oscila entre la depresión más severa y la esquizofrenia más delirante, donde no vemos el trayecto, sino tan sólo los dos puntos de máximo alcance, sin entender cuál es el principio y cuál es el final, cuál es el origen y cuál es el destino, sin entender cómo lograr un equilibrio.
Algunos teóricos plantean la imagen del espejo social como la demostración más fehaciente del advenimiento de una sociedad democráticamente decadente y la decadencia de las instituciones democráticas, tal cual las concebimos.
Daniel Tognetti, conductor del Canal Red Latinoamérica, plantea que ´en Milei se refleja toda la derrota de nuestro sistema, el cual no ha sabido responder a las grandes necesidades de la población´. Por lo mismo la impronta del actual mandatario trasandino, actuaría según la teoría del retorno y del espejo social donde está expuesta toda la derrota y de cualquier alternativa de cambio en lo inmediato.
Existiría entonces la urgencia de comenzar con la recuperación de aquellos discursos y banderas que han sido arrebatadas y manoseadas por las derechas globalistas, para poder avanzar decididamente hacia la superación del modelo neoliberal.
A modo de conclusión
Para finalizar esta pequeña reflexión, sería necesario decir que no debiéramos quedarnos con lo superfluo o con aquello más estridente.
Aprender la lección argentina para estar más alertas, pues como lo afirma Alejandro Horowisc, «Milei no es algo nuevo, sino más de lo mismo… pero en su peor versión». En definitiva, esto le sirve al propio capitalismo que, al sentirse amenazado, suele recurrir a las extremas derechas nacionalistas y religiosas, como la forma natural para protegerse de su propia decadencia.
Aunque claramente el ‘fenómeno’ motosierra ya alcanzó su máximo peak, hay que estar ahora más atentos que nunca a la resaca, ya que esta debacle puede llegar a ser tanto o más peligrosa que la propia cresta de la ola. Precisamente, porque no sabemos a qué nos podría arrastrar en su retirada. Dicen además que el sicario del neoliberalismo, será el propio capitalismo.
La imagen de una implosión que aniquila todo desde dentro es más posible inclusive, que la posibilidad de instalar una bomba para hacerlo estallar desde afuera.
Al seguir escogiendo personajes como Trump, Bukele o Milei, no solamente se acrecienta un constructo exógeno o antojadizo, que valida una idea de conformismo y adherencia tácita a una especie de profecía auto cumplida, donde se acepta el designio de una sociedad cada vez más egoísta e individualista.
Al seguir eligiéndolos, vamos propiciando justamente esta teoría de la implosión y del estallido desde adentro. ¿Qué viene después? Comenzar desde cero, siempre y cuando algo quede tras el Armagedón.
La arremetida de las ultraderechas viene a reflejar en nosotros mismos, toda aquella decadencia política y social que ha transitado frente a nuestro espejo en este cuarto de siglo, como también en gran parte del siglo precedente.
Esperemos que los 25 años que vendrán podamos bancarnos toda la arremetida reaccionaria, casi como una necesidad de subsistencia y sobrevivencia de nuestra propia especie e incluso de nuestro propio planeta.
Por Julio Fernando Iglesias Navarro
Profesor
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