Por Jonatan Díaz, Secretario General del Partido Progresista de Chile
Ayer Sebastián Piñiera realizó una serie de anuncios con el fin de atomizar las movilizaciones sociales en Chile, lo hizo en medio un toque de queda, con militares en la calle, con un número indeterminado de personas muertas, centenares de detenidas y torturadas. Este hecho simbólico muestra el verdadero rostro de un presidente que no ha renunciado a los pilares de un modelo agotado y que pretende dejar intacto el experimento neoliberal llamado Chile.
Ninguno de sus anuncios toca los pilares del modelo que, por abusivo y desigual, ha llegado a este vertiginoso colapso. Es que éste modelo está profundamente enraizado en la Constitución de Pinochet, por lo que cambiarla es el único camino a un nuevo pacto social: sin una nueva carta soberana no es mucho lo que se puede avanzar, cualquier cambio será cosmético.
Pero Piñera no solo se equivoca en el fondo, sino también en la forma, porque una verdadera “agenda social” no se construye de espada a la ciudadanía, no se pacta con los partidos en la cocina de la moneda, no se detienen los procesos sociales con migajas, porque eso es el anuncio, un ofertón mezquino, redactado entre cuatro paredes en acuerdo con los partidos del duopolio que gobernaron Chile por 30 años, y quienes sin duda pusieron sus condiciones antes de hacer sus concesiones.
Es que, paradojicamente, en lugar de atender las demandas sociales, el gobierno ha intentado capitalizar el momento para robustecer un modelo de rentabilidad privada a través de una “agenda social” eufemística, que pretende subsidiar nuevamente con la billetera del Estado. En el anuncio ha comprometido un “ingreso mínimo garantizado” de $350.000, que no es lo mismo que un nuevo sueldo digno, El aporte estatal para el aumento de pensiones también implica el traspaso de dinero desde el Estado hacia las AFP y no el fin del actual sistema de pensiones. La pensión Básica Solidaria aumentará en 18 mil pesos, de 107 a 128 mil pesos, con lo que sigue dejando a las personas muy por debajo de la línea de la pobreza. El seguro propuesto para enfermedades y medicamentos implica que el Estado traspase más dinero a las Isapres, lo mismo en la ampliación del convenio nacional con las farmacias y el mecanismo para estabilizar la tarifa eléctrica, que beneficia directamente a las empresas distribuidoras. Ante casi una semana de protestas, un país paralizado, asesinatos, detenidos, torturados, daños a la infraestructura pública y privada y millones de personas en las calles que piden el fin de un modelo, Piñera responde profundizando el modelo neoliberal, en una clara señal de no entender nada.
No hubo ninguna alusión a la discusión de la jornada de 40 horas, clave para la vida de los trabajadores y trabajadoras. Tampoco referencia alguna a la Contra Reforma Tributaria, que está diseñada para que los más ricos paguen menos impuestos y como una pesada carga tributaria para la clase media. Esperábamos que retirara los proyectos de ley regresivos, pero en el anuncio nos dijo “aprueben mis buenos proyectos”. No se ha puesto sobre la mesa la discusión para una reforma estructural de pensiones (AFP) ni de Isapres, ambas beneficiadas por los anuncios. Nada dijo sobre una nueva regulación sobre el código aguas, que actualmente pone en riesgo la seguridad hídrica de grandes masas de la población. Estos y muchos otros temas no pueden quedar en el tintero, por el contrario, deberían ser abordados con prioridad y sin demora.
El objetivo del Gobierno, como si se tratase de un astuto prestidigitador, es hacer que la crisis entregue rendimientos para sus propios fines y de paso desarticular el conflicto, pero con su estrategia de arrojar unas pocas monedas e intentar invisibilizar la necesidad del diálogo social abierto es poco probable que tenga éxito.
Es sintomático en éste sentido que haya intentado volver al sistema binominal a través de la reducción de los cupos en las cámaras, haciendo creer que es una medida que va por la misma línea que la reducción de la dieta parlamentaria, de la cual, dicho sea de paso, no se explicita mayormente.
Estamos convencidos de que ningún diálogo es posible de espaldas a la ciudadanía y excluyendo las necesidades de los territorios, y que las conversaciones cerradas entre partidos son insuficientes. Es escandaloso, además, que se pretenda convocar al mundo político sin poner fin al estado de emergencia y sin responder por las muertes y la violencia desatada. La responsabilidad que tiene aquí el gobierno no será obviada.
Por todo lo anterior, no debemos bajar los brazos, no debemos conformarnos con el mezquino anuncio de Piñera. La sociedad chilena aspira a cambios profundos que derriben los pilares del modelo y con ese horizonte seguiremos movilizados. Es hora de comprender que el único camino para consolidar todas las demandas es avanzar a un nuevo pacto social, una constitución soberana que emane de la misma ciudadanía y que corrija el experimento neoliberal llamado Chile.