La región de Aysén es especial de muchas maneras. Es Patagonia chilena, lo que ya le otorga un sello distintivo, en términos ambientales y socioculturales. Debido a su aislamiento geográfico, Aysén, en los albores del siglo XX, es literalmente la última región de nuestro país en ser ‘poblada’. Las dificultades de su colonización son leyenda.
La topografía, el clima, las distancias, la precaria conectividad, los suelos jóvenes, y finalmente la falta de apoyo sólido y con conocimiento de causa desde el centro del país, en su conjunto, generaron condiciones que sólo una combinación de tesón, resiliencia mental y física, más una dosis de suerte, le permitieron adaptarse y hacer patria a sus primeros habitantes.
Desafortunadamente, la política pública, a control remoto, y demostrando la ignorancia pasmosa de las autoridades y expertos de la época, sólo proyectó en ella un teórico potencial ganadero, sin duda siguiendo la impronta del implacable negocio lanífero de los ingleses en Magallanes. Así, los magníficos, en gran medida únicos, bosques patagónicos, pasaron a ser una molestia. Según las cifras oficiales ‘se quemaron’ un millón de hectáreas de bosques en Magallanes y 3 millones en Aysén. Algo absolutamente inconcebible hoy. ¡Cómo ha lamentado el país los incendios en Torres del Paine! Pero, en esos momentos poco ilustrados, los incendios, azuzados por los poderosos vientos patagónicos, fueron política pública y condición para el asentamiento. Y después del fuego, el sobrepastoreo de los jóvenes suelos, con miles de ovejas, en los amplios valles glaciales.
Mucho más recientemente, en forma pionera, para un país atascado desde la llegada de los españoles en una fase ‘destructiva’ primaria, Aysén descubre que su futuro yace en su aún extraordinario entorno, sus recursos naturales y atributos ambientales. Esto quedó plasmado en su Estrategia de Desarrollo Regional 2000-2006, producto de un proceso social colectivo y transversal, que ya manifestaba que «… Aysén aspira a ser una región descentralizada, y a obtener una alta calidad de vida sustentada en un crecimiento económico alto y equitativo, que se fundamenta en la conservación de la calidad medioambiental y en la integración del territorio», señalando además el imperativo de fomentar el turismo, la actividad pesquera y silvoagropecuaria para el logro de un desarrollo social y ambientalmente sustentable.
Desde antes, y en forma complementaria, los ambientalistas y otros sectores que buscaban el buen florecer de la región acuñaban el visionario concepto “Aysén Reserva de Vida”, que permitió confrontar con esta propuesta diversos proyectos concebidos desde Santiago y el extranjero para hacer negocios a costa de la región, tal como el proyecto Alumysa de la empresa minera canadiense Noranda, con características ambientales delirantes, una suerte de dumping de impactos negativos sociales, económicos y ecológicos… Hoy, la propuesta se ve amenazada por proyectos descabellados como HidroAysén y Río Cuervo, dando origen a un movimiento social catalizador, de envergadura nacional: “Patagonia Sin Represas”.
Queda claro que Aysén, debido a su aislamiento, a la mezcla de abandono e incomprensión desde la capital, así como a su arraigado espíritu pionero, descubrió que quiere un desarrollo autónomo, auto-gestionado, distinto del que tiene al borde del colapso socio-ambiental a muchas otras regiones.
Amparándose en la legislación ultra-neoliberal promulgada durante la dictadura, que les da rienda suelta a corporaciones nacionales y trasnacionales para hacer y deshacer prácticamente a su antojo, una ‘élite’ le ha impuesto desde Santiago a todo el país un modelo de desarrollo primario y neocolonial, basado en la depredación y el abuso corporativo.
Conciliadoramente podríamos atribuirle las políticas públicas erróneas del pasado a la ignorancia, pero a la luz de los conocimientos y la conciencia actual esto ya no vale. Así, muchos y muchas, desde Aysén y Magallanes, Atacama, Santiago y Valparaíso, Maule y Bío Bío, Los Ríos y Los Lagos decimos ¡Ya basta! Podemos discutir sobre el petitorio que ha presentado el movimiento social en Aysén, pero no cabe duda que la región Patagónica da el ejemplo de una búsqueda e inquietud totalmente legítima, con la cual se identifican millones de chilenos y chilenas a lo largo y ancho de nuestro territorio.
Por Juan Pablo Orrego
Ecólogo. Presidente de Ecosistemas
Coordinador Internacional del Consejo de Defensa de la Patagonia