Otra de las ideas del bueno de don Tito Escárate fue organizar una suerte de conversatorios sobre música popular en el marco del Séptimo Rockódromo que organiza don Pato González y las Escuelas de Rock, del Consejo de la Cultura. Así, el martes ocho de febrero del año once, fuimos convocados don Mario Rojas y yo a hablar de dos canciones chilenas que hubiesen influido de algún modo nuestra obra.
Como decía más arriba el ideólogo de esta conversación sobre música popular y patrimonio, es don Tito Escárate, autor de dos libros esenciales en la historia del rock chileno (Frutos del País y Canción Telepática), además del libro-disco “Flores Mutantes” y los discos “Compañero de Viaje” y “Santos Urbanos”. Por otro lado, don Mario Rojas (que dicho sea de paso está cada vez más parecido a Cat Stevens en su etapa musulmana en la duranga), es el flamante ganador del Festival del Huaso de Olmué con la canción “Un ave de luz”. Fue prácticamente el inventor del mítico grupo de rock de los ochentas “Di Kiruza” con los que grabó un disco hoy de culto.
Además, don Mario grabó un disco en Melbourne con un grupo llamado “Papalote”. Tiene cinco discos como solista. A veces se le puede avistar acompañado de su grupo “The Flaiting Project”, en el que el baterista es nada menos que don Tilo González, fundador de “El Congreso”, que devino posteriormente en “Congreso”. Y, don Mario, es autor de una hilarante novela (El Tango de Edipo) en que su australiano suegro no ve la diferencia entre una guitarra y un banjo.
Don Mario escogió “El derecho de vivir en paz”, de don Víctor Jara, acompañado de “Los Blops”. Nos contó que cuando la aprendió fue en Australia y se la mostró un mexicano que había escuchado el disco. Don Mario no la había escuchado antes porque cuando don Víctor grabó esa canción (acompañado de “Los Blops”), él andaba en Melbourne perdidamente enamorado. La sala estaba llena y la gente coreó la canción y creí oír que alguien del público mencionaba a Egipto. La otra canción que escogió Don Mario fue la tonada “Por haberte querido tanto”, de Luis Bahamonde (sin ese, puntilloso, aclara don Mario). La interpretación es impecable y me hace pensar en lo bonito que canta don Mario. Hay un aire de décadas pasadas en su actuación. En su voz se filtran seguramente recuerdos de su niñez en los años cincuenta y de ver a su padre, tira y músico, acompañando en la guitarra a don Roberto Parra.
En lo que a mí respecta, escogí “Los Pasajeros”, de don Julio Zegers y “El Andariego” de don Patricio Manns. Y me recordé a mi mismo de nuevo sentado en el sofá viendo la pantalla de 36 pulgadas en blanco y negro del Televisor Geloso en el verano del ‘73, y mi sorpresa y mi alegría de ver cómo el tema “Los Pasajeros” ganaba el Festival de Viña ese año. Pero por sobre todo ganó un lugar en el corazón de miles de personas que quedaron embrujadas para siempre con la imágenes de la lavandera, el marinero, el farolero, y los cuatro jinetes que “la salen a esperar” como estáticos en el tiempo, “mientras la máquina me lleva a mí también”, y la liberadora melodía.
Creo que si en mi vida alguna vez pensé cuando adolescente escribir una canción, debe haber sido después de haber escuchado “Los Pasajeros”, de don Julio Zegers. Con respecto a “El Andariego”, de don Patricio Manns, es una canción perfecta. Siempre la he admirado por la simetría de su poesía que va desde el amor al desamor más absoluto y que termina con la promesa del andariego de no pasar más por Nacimiento, pueblo en que existe este viaje. La melodía tiene un aire campesino, sureño, chileno, pop, folk, universal, neto.“¡Que canción mas bella!”, decía don Mario y cuanta razón tiene.
El mediodía se nos pasó volando, divagando, recordando con la sala llena. Alguien dijo con pena : “Esto no pasa en Santiago”. Pasaba seguramente en Santiago en 1911.
Por Mauricio Redolés
El Ciudadano Nº97, primera quincena marzo 2011