“…Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez….”
(Proclama insurreccional de la junta tuitiva en la ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809) del libro de Eduardo Galeano , las venas abiertas de América Latina.
Bolivia 1825 “un país de propietarios para propietarios” me reiteraba mi docente Daniel Pérez Velasco y es que como en muchas repúblicas sudamericanas sufríamos del darwinismo social, lo que dejó un vacío del poder político y es donde el ejército se aprovechó y llenó ese poder político.
Militarismo
Nadie puede negar que el militarismo fue clave para entender una época de convulsión, de transición de guerrillas, revoluciones, hasta de pacificaciones, y que también fue la única fuerza que pudo dominar un continente, con sus generales: Bolívar, San Martin, O’Higgins y muchos más. La historia de Bolivia es una historia de militares.
Sobre todo en el siglo XIX Bolivia no pudo sobrevivir sin el militarismo, están los civiles como José María Linares muy amigo de ellos, que no pudo conservar su régimen moral, esta Thomas Frías que además de quemar el palacio muere en la pobreza en Italia, como en los cuentos del Gabo Márquez “Buen viaje, señor presidente”.
Friedich Nietzsche había insistido en su aristocracia, del hombre preparado, del intelectual, del docto, hablaba de un poder judicial, de los que miran de arriba hacia abajo, en Bolivia se tergiversó el sentido, si bien los milicos creían ser hombres de ley, apasionados en sus actos llevados más por el civilismo y patriotismo brusco, pero solamente demostraron lo contrario, querían ser íntegros y quedar en la historia, en alguna hoja por lo menos, ahora solo se les da una mención cuando se los compara en una aberración historia o en algún escandalo más parecido a lo farandulesco…
Ernesto Sábato nos decía que si existiera el cielo y el infierno tendrían poblaciones muy inesperadas, es decir que buenos y malos hay en todas partes, lo mismo pasó con los militares… algunos más extravagantes que otros, pero no olvidemos que Bolivia fue creada por un militar, un militar muy bueno, inteligente, austero, filósofo e incluso hasta un poco ingenuo, el Mariscal Antonio José de Sucre.
Olañetaso
La consigna siempre fue “Ni con Lima, ni con Buenos Aires” solamente que eso caía como taladro a los oídos de Bolívar. El historicismo relata o cuenta que Olañeta ya había redactado el decreto del 9 de febrero antes de que lleguen los libertadores de la victoria de la batalla de Junín, que es muy probable que Olañeta la haya organizado. Sin embargo, la problemática estaba en convencer y seducir a Sucre para la redacción final. Sucre queda maravillado ante la elocuencia de Casimiro Olañeta, por sus discurso, la facilidad con la que hablaba, era un hombre elegante, excelente orador, estadista, filósofo, administrador, abogado y con dominio de la jurisprudencia, astuto, sagaz, un político muy adelantado a su tiempo.
Es muy difícil hoy poder explicar semejantes charlas, sobre las guerras americanas, sobre la creación de una nueva República, sobre Simón Bolívar, la seducción de Olañeta hablando sobre el viejo Perú tradicionalista, sobre los imperialistas y sobre los enemigos de la revolución, sin embargo, Sucre siempre leal al Libertador, soñadores de la patria grande, simplemente era un General de un ejército subordinado a Bolívar.
Es ahí donde entra en juego Olañeta, donde ataca el ego de Bolívar, e incluso del subordinado Sucre: proponiendo como nos enseña el mito si de “Rómulo viene Roma” de “Bolívar vendrá Bolivia” y claro… su capital Sucre… además de que el sería presidente vitalicio y que gobernaría como él quisiera….
¡Qué más éxito para una campaña que venía desde Colombia y remataba en las cumbres de Potosí!
El Mariscal Sucre aunque temeroso al comienzo, firma el decreto de la creación de Bolivia y es su primer presidente virtualmente; porque el Libertador estuvo de paso y luego de una breve estadía dejó el mando a Sucre.
Hoy
Considero que el reclamo a esta deuda histórica es la que la debemos a la victoria de la batalla de Junín y la posterior a la fundación de la República. Lo malo es que en las escuelas nos enseñan como si fuera el padre nuestro que los padres de la patria son Bolívar y Sucre. Y por lo menos hasta ahora no existe un colegio, una escuela o una plazuela que se llame Casimiro Olañeta…
Por Sergio Salazar Aliaga
Estudiante de Derecho y activista boliviano