Algunos intentamos resistirnos y oponernos a la dinámica “realista” de la globalización neoliberal, que aparece como un acto terco, anacrónico, característico de románticos empedernidos, que carecen de sentido histórico, que no aceptan “la fuerza de los cambios”, y que se condenan a sí mismos a quedar fuera del proceso real de la historia.
La mejor justicia que se podría hacer a la historia es contarla, y no olvidarla por decoro, y es porque la historia en Bolivia es la novela más escandalosa y divertida que se ha escrito.
Nietzsche y su genealogía de la historia es un ejemplo de hacer justicia a la historia, especialmente cuando nos explica la manera de definir el punto de la ausencia de la misma historia, el momento en el que todavía no ha sucedido, localizar la singularidad de los acontecimientos y la búsqueda del “origen”. La genealogía es gris, meticulosa y pacientemente documental, trabaja con pergaminos embrollados, borrosos y varias veces rescritos.
Por eso, ¿Qué se puede esperar de un pueblo sin historia?; si esta historia es la que da evoluciones venideras a los pueblos, a los países; ¡una nación sin historia, es un pueblo sin tradición, sin orgullo, sin cohesión de raza!
Ya el pensador boliviano Rene Zabaleta Mercado acuño un concepto muy importante para entender a Bolivia: el concepto de que éramos un Estado aparente, ilusorio, y que solo representaba un pedazo privilegiado de ella, la cual fundo su propia historia, ahora el Vicepresidente del Estado Álvaro García Linera afirma que somos un Estado integral, que estamos viviendo un proceso de construcción del nuevo Estado redescubriendo la historia boliviana y haciendo historia también.
Bolivia, en verdad careció de factores que consolidan el amor terruño común, y es cierto en la medida de que fue una planta importada solamente por el coloniaje. Ese coloniaje que los cristianos conquistadores experimentaron en nuestra Mayúscula América Latina, en Bolivia, en Chile, Argentina, etc., esa guerra que ya era injusta, solamente se podría tratar de un crimen histórico universal, que no se trata de entender a Hegel para mirar la dialéctica del señor y el siervo y de la doble alineación, es más entender a Spencer y creer que el hombre es libre de pensar y crear en lo que le dicte su razón.
Entonces a lo largo de esta reflexión, creo y sostengo que Bolivia se destruyo para poder edificarse, para crear una plurinacionalidad, y que es el labor de la juventud, de los bolivianos sinceros que no olvidan el pasado que prostituyó la vida de Bolivia y más bien nos impulsamos por sentimientos cívicos, puros, para que el día de mañana cuando ya avejentemos comprendamos la verdadera situación para levantarlo y dignificarlo.
Por Sergio Salazar A.
Activista boliviano