¿Vos te acordás de la última elección presidencial? Hace como dos siglos. Sí, sí, esa en la que eligieron a Piñera. Hay que tener buena memoria porque ya no queda nada, o muy poco. Los temas por ejemplo: Olvidados quedaron la reforma tributaria, la financiación de las Pymes y los pagos atrasados del Estado, la injusta distribución del ingreso, el escándalo de las Isapres y las AFPs, la protección del medio ambiente, la recuperación de las riquezas básicas comenzando por el Cobre, la educación y el lucro en la educación, la indigencia de los servicios de salud pública, la institucionalidad ilegítima, el sistema electoral binominal, el modelo económico depredador, la privatización del mar, los créditos usureros para el consumo, el Transantiago, la delincuencia de cuello y corbata, el Código del Trabajo impuesto en dictadura, los derechos laborales, etc.
Por un momento supuse que todo aquello se traspapeló por el terremoto y la prometida reconstrucción. Pero como hasta ahora de reconstrucción muy poco o nada…
En vez de todo aquello nos ofrecen el reality del rescate de los mineros enterrados vivos -show que oculta la desprotección de millones de trabajadores chilenos-, y la prolongación de la invariabilidad tributaria a la gran minería. Y la tardía preocupación de algunos demócratas retardados por la verdad, la justicia y el derecho, que los lleva a pedir, histéricos, la extradición de Apablaza. ¿Verdad? ¿Justicia? ¿Derecho? No. No cuentes con eso. Todo eso es un tongo. Destinado precisamente a ocultar la larga lista de temas enunciados en el primer párrafo.
La lucha del pueblo mapuche vino a echarle pelos a la leche. Por eso la ningunearon, les trataron de terroristas y amordazaron una vez más lo que hay de prensa y TV. Pero las reivindicaciones mapuche terminan por imponerse en la “agenda”. No digo que obtengan satisfacción: digo que no les pueden ignorar. Bien decía Bertolt Brecht: “El que lucha puede perder, pero el que no lucha ya perdió”.
Todo esto nos recuerda que hay una alternativa que construir, una opción al cogobierno Alianza-Concertación, un camino que regrese Chile a su calidad de República y le restituya a los chilenos sus derechos conculcados. Tarea que no puede chutearse para las próximas elecciones. Partiendo, hay que parar una oposición digna de ese nombre visto que la Concertación sigue incrustada en un esquema de poder compartido. Su intento por darle una explicación aceptable a su derrota en las pasadas elecciones se estrelló con su adhesión a un modelo que le permite seguir mamando. Un “progresista” distinguido y eminente ofreció una que tiene el mérito de la candidez. Dominique Strauss-Kahn, socialista francés conocido como DSK y actual regente del FMI, explica las derrotas de los socialistas afirmando que “El problema de la izquierda son sus electores, que no son de fiar”. DSK fue ministro de Hacienda de Lionel Jospin a fines de los años 1990, breve período en el que juntos privatizaron más que la derecha en 20 años. Es famosa la frase de Jospin ante los abusos de la multinacional Michelin: “El Estado no puede hacer nada”. DSK tampoco, consagrado como está en el FMI a destruir los derechos sociales de los países sacudidos por la crisis financiera.
A DSK, en su arrogancia de sabelotodo, no le pasa por el cucumelo que el que no es de fiar es él. Y sus pares. ¿Por qué razón la ciudadanía debiese mantener su apoyo a dirigentes, partidos y coaliciones que llegados al poder hacen lo contrario de lo que predican? ¿Por qué razón los electores debiesen apoyar a quienes les sacrifican en el altar del lucro, la rentabilidad, y la competitiáh?
Cuatro años de gobierno de Piñera -presidente pirotécnico-, no cambiarán nada de lo ya obrado por la Concertación sino agregarle la pirotecnia a la traición. Por eso tenemos que construir nuestra propia alternativa. Porque, -para decirlo en palabras de Quevedo-, “Si se le pregunta a la sanguijuela qué se ha de hacer con la vena dirá que chuparla, y si se pregunta a la vena, dirá que quitar la sanguijuela”.
Como diría Salvador: ¿Quién viene conmigo?
Por Luis Casado
Polítika, octubre 2010
El Ciudadano N°89