Califícame todo…

Cada vez que algún boludo, perdón, que algún “experto” o un economista -lo que viene a ser como lo mismo-, se emociona con la bella calificación del “riesgo país” de nuestro ghetto de flores bordado, servidor te recuerda que eso es algo que se le aplica a los países chantas, rascas y atorrantes, incluyendo a […]

Califícame todo…

Autor: Wari

Cada vez que algún boludo, perdón, que algún “experto” o un economista -lo que viene a ser como lo mismo-, se emociona con la bella calificación del “riesgo país” de nuestro ghetto de flores bordado, servidor te recuerda que eso es algo que se le aplica a los países chantas, rascas y atorrantes, incluyendo a los que quieren pear más alto que el culo como es nuestro caso. El caso de nuestros ministros de Hacienda debiese decir yo, para no cargarle al personal culpas que no tiene.

El “riesgo país” de los Estados Unidos, Japón, Inglaterra o Francia, para no mencionar sino estos, siempre será AAA, o sea póngale no más, independientemente de que su deuda pública y privada es demencial, y que sus recurrentes déficits sobrepasan la imaginación del economista más trajinado del conducto rectal: Déficit fiscal, déficit comercial, déficit de la balanza de pagos. Déficits.

Pero su “riesgo país” siempre está de coñas, póngale no más, como te decía más arriba. Las razones son de una sencillez bíblica y se limitan a la existencia de tres agencias de calificación de riesgos: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, todas yanquis, todas extremadamente privadas, todas extremadamente involucradas en las peores estafas. Un fraude muy frecuente consiste en calificar de excelentes activos, podridos que no valen nada. Pasa que estas agencias les cobran a los propietarios de los activos podridos por calificarles la basura que venden. Y como el que paga la música pide la melodía… pasa lo que pasa.

Hace unos meses Gilles Bridier, un periodista francés, se interrogaba: “¿Cual es la legitimidad de las tres grandes agencias de calificación cuyo papel se limita a amplificar y a legitimar las crisis especulativas?” Tras afirmar que “La irresponsabilidad y el conflicto de intereses son la norma en las finanzas internacionales”, Bridier señaló que las mencionadas agencias se arrogan “el derecho de juzgar los Estados y las empresas calificándoles a partir de criterios estrictamente financieros: Su deuda, y su capacidad de rembolsar”.

Cuando se produce una ola especulativa contra un país determinado (Grecia, España, Irlanda, etc.), las agencias intervienen bajándole la nota a ese país, significando así un riesgo de insolvencia y justificando a posteriori la presión especulativa. Antes o después pasan a la caja, a cobrar. Esto no explica ni justifica los grititos de alegría y la soltada de trenzas de nuestros “expertos” cuando celebran el limitado “riesgo país” que representa Chile, verdadero paraíso de la inversión especulativa. Porque hace ya unos 37 años se construyó, y se sigue consolidando, una especie de burdel para inversionistas en el que el lucro y el goce están garantizados. Muchas veces contractualmente, como es el caso del Transantiago o el de las concesiones viales. El saqueo del Cobre -para el cual existe invariabilidad, evasión, elusión y hasta impunidad tributaria-, es el zócalo de nuestro bajo “riesgo país”, ante la docilidad y la obsecuencia de los gobiernos de turno.

Algunos países les van tirando la cadena a las agencias de calificación yanquis, y crean las suyas propias. China, por ejemplo, que vio nacer la Dagong Global Credit Rating Co. Ltd., que intentará romper lo que la consultora financiera estadounidense Money Morning llama el “oligopolio global de la calificación de riesgo”. Guan Jianzhong, presidente de la citada agencia china, declaró en el Financial Times que “Las agencias de calificación occidentales están politizadas e ideologizadas y no respetan criterios objetivos”.

Otras regiones del mundo amenazan con crear sus propias agencias. Como Europa, cuyo Comisario del Mercado Interno, Michel Barnier, reclama más “transparencia” en el funcionamiento de las tres agencias yanquis. Pero hasta ahora las amenazas de Barnier se han quedado en puras intenciones y ladridos de perro chico. Y es de lamentar porque Jean-Pierre Jouvet, presidente de la Autoridad Francesa de Mercados Financieros, ha criticado severamente el comportamiento de las agencias yanquis: “Lo que yo espero es que sean objetivas y que califiquen a los Estados soberanos del mismo modo que califican a los bancos americanos. Actualmente, me parece que se hacen más publicidad degradando a los Estados europeos que evaluando los balances de los bancos yanquis”.

En Chile no hay tanto escrúpulo. Quiero decir que Felipe Larraín, Hernán Somerville y otros patriotas extremadamente transparentes se pasan por la epidermis escrotal todo pudor cuando se trata de defender la especulación y el abuso en materia financiera. Larraín sigue preparando la reforma del mercado de capitales (MKB) gracias al cual el emprendimiento de la célebre “Patas verdes” pasará por un convento de monjas al lado de lo que será Chile transformado en burdel financiero. Ese día, Andrés Velasco tendrá una eyaculación precoz. En esta vaina de la desregulación, la Alianza y la Concertación van tomaditos de la mano. ¡Califícalos!

Por Luis Casado

Polítika, primera quincena septiembre 2010

El Ciudadano N°87


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