El apabullante triunfo de nuestro movimiento el pasado 2 de junio trajo consigo la continuidad de la Cuarta Transformación en la Presidencia de la República, pero también en los poderes ejecutivo y legislativo de los tres órdenes de gobierno, pues la 4T obtuvo 365 diputaciones federales, 80 senadurías, 27 congresos locales, cerca de 1,500 presidencias municipales y 7 gubernaturas, con lo que ahora la 4T gobernará en 24 estados. Irónicamente, decir “carro completo” le provoca ataques diarreicos a los que en el pasado hacían “carro completo” robándose elecciones, amenazando y coaccionando el voto. Hipócritas de a de veras.
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Aunque todo ese poder conlleva una gran responsabilidad, no es como los conservadores lo exigen, pues para ellos ejercer la mayoría responsablemente es no meterse con los intereses económicos de la cúpula corrupta ni con sus negocios sucios al amparo del poder (https://elsoberano.mx/plumas-patrioticas/negocios-privados-con-recursos-publicos-el-sello-de-los-conservadores/). La misión, en realidad, es ejercer ese poder con toda la responsabilidad de representar al Pueblo que votó por todas y todos los candidatos de la 4T que ganaron, respetando lo que les pide el Pueblo. Y no hay mejor manera de representar que recorriendo el territorio para hablar con el Pueblo y consultarlo, especialmente en las decisiones más trascendentales.
Podemos tener errores técnicos, pero no errores éticos. Los primeros no tienen ningún problema, porque son producto de la equivocación, de la falla no intencional; son solucionables, generalmente no producen problemas graves y se pueden arreglar rápidamente. En cambio, los errores éticos son inaceptables porque son producto de la alevosía, la premeditación y del agandalle; significan la ruptura de la confianza y esa no tiene reparación.
Frenar la crisis nacional requiere de toda la energía, dedicación y tiempo de nuestros representantes, porque el periodo de gobierno es corto y los problemas son muchos y son graves. Por ello, considero que existen cuatro aspectos qué cubrir para estar a la altura de las circunstancias:
1 – La cuestión técnica
Lejos de la equivocada idea de que los representantes populares deben contar estudios profesionales y posgrados, se trata sobre las habilidades para desempeñar funciones políticas de manera eficaz.
La cuestión técnica requiere conocimiento, legislativo o ejecutivo –hasta que se democratice el judicial- pero, más allá de la academia, requiere revisar las leyes y su composición, conocer cómo se divide la constitución y sus artículos más trascendentales -saber cuántos tiene, para empezar-, conocer las reformas del pasado y trazar una ruta jurídica o legislativa, si es que se quiere resolver un problema público o legislar en favor del Pueblo.
Además, se requiere capacidad de análisis para discernir entre reformas, convenios y contratos que beneficien a las mayorías o a una cúpula, y para no sucumbir ante la manipulación de asesores abusivos ni reclutadores de los conservadores. Para implementar políticas públicas primero hay que conocer los problemas sociales, así como entender la correlación de fuerzas políticas que permitirán o dificultarán nuestras acciones. Hay que entender la realidad para actuar sobre ella.
Hay que rodearse de perfiles técnicos, con conocimientos legales y habilidades digitales, pero también con capacidad de redacción, análisis, organización y resolución de problemas. No seremos máquinas, pero sí servidores públicos de tiempo completo, de los que siempre quisimos que nos atendieran. Lo que sí, es fundamental no aceptar cargos para los que no se tiene la preparación, pero esos no se eligen por voto popular todavía.
2 – La cuestión ética
No es que te hagas una buena persona: para ocupar un cargo ya deberías serlo. Se trata de que todas las acciones en el servicio público tengan un imperativo ético, especialmente en momentos de caos, tensión y presiones políticas. No mentir, no robar y no traicionar son las bases donde deben cimentarse todos los principios de la política honesta, como combatir el nepotismo, influyentismo y despotismo, no beneficiarse con el poder, atender a la gente de manera directa y sin intermediarios, empatizar con las luchas sociales y ser su portavoz cuando así lo soliciten, no perpetuarse en los cargos y, en general, usar el poder para servir a los demás. No ceder ante la corrupción pequeña ni grande.
3 – La cuestión organizacional
No hay servicio público cuatrotero sin una organización de recursos, actividades y prioridades. El uso de la tecnología es imprescindible para supervisar instrucciones, coordinar acciones, optimizar tiempos, aumentar la productividad y, especialmente, para combatir la corrupción. Pero lo fundamental es cumplir con los compromisos asistiendo puntualmente a las citas, eventos y reuniones, que no todas son en oficinas elegantes, sino en la calle, en los barrios, en las canchas, en el campo y en recintos populares. Se pierde mucho tiempo y dinero en comidas y desayunos políticos. Lo ideal es hacer reuniones cortas para temas puntuales, cuya dinámica permita participar a quienes deseen hacerlo.
De los representantes populares se espera liderazgo, guía y motivación para alcanzar metas y objetivos. Por tanto, hay que dar palabras de aliento, ánimo y mostrar determinación a la hora de ser consultados para un tema delicado. La gente confía en que su brújula política siempre apunta en la dirección correcta: dedíquense a que así sea. Dar cumplimiento a los acuerdos y seguimiento, las instrucciones y procesos harán que su palabra tenga valor.
4 – La cuestión comunicacional
Lo que no se menciona no existe. Comunicar adecuadamente es sencillo, pero requiere disciplina. En la era digital es un crimen no usar intensivamente las redes sociales, especialmente con videos cortos en formato vertical con edición dinámica. Hace falta contenido de calidad en lo que se sube a redes, y no solo fotografías o videos con música de reuniones de escritorio o políticos posando en curules y podios. Hace falta comunicar lo que realmente se dijo y se hizo: posicionamientos, planes, programas, acuerdos, consignas. A nadie le interesa verte comiendo tacos a la orilla de la carretera o bailando en un evento.
Pero también urge la comunicación en sentido opuesto: que la ciudadanía pueda localizar a sus representantes por mensajes o llamadas. No cuesta nada traer un celular con número público y atenderlo sin intermediarios, y tener una oficina donde se atienda regularmente. La experiencia del Gobierno de Puebla con el Martes Ciudadano en la que el Gobernador y todos los titulares de las Secretarías y Dependencias se sentaban afuera de las oficinas para atender a la gente, me parece ejemplar. Eso es muy importante para generar una agenda ciudadana, para no perder el rumbo y para resolver la crisis de representatividad.
Por último, no debemos olvidar lo que se siente estar del otro lado del escritorio, como ciudadanos que esperan una solución. Conviértanse en las personas que siempre quisimos que nos atendieran, con buen trato, con respeto, honestidad y empatía.
No puede haber fallas de corte ético cuando se tiene claridad ideológica, cuando se tienen bien plantados los pies en la tierra, cuando no se pierde de vista el México de la desigualdad, cuando duele el dolor ajeno, cuando se ha preparado un proyecto de transformación y cuando se ha estudiado el camino a seguir.
Gobernadoras, senadores, diputadas, presidentes municipales, regidoras y síndicos: no olviden que ustedes constituyen la primera línea de defensa de la Patria y la voz de un Pueblo al que se le debe mucho. Cada vez que estén a punto de tomar una decisión, de votar una iniciativa y de encarar la corrupción, cualquiera que sea su forma, recuerden bien cómo llegaron a sus encargos y por quiénes estamos luchando. Les pido no olvidar que esta es una parte de nuestra vida en la que haremos historia. ¡Hasta la victoria, siempre!
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