También llamado Papá Noel, Jultomte, Nicolás…
Querido Pascual:
Tenía dudas antes de escribirte pues el paso del tiempo, la vida misma y sus altibajos han hecho lo suyo, privándome de soñarte en tus viajes a través del planeta, cargado de regalos para los niños y niñas que, ansiosos bajo el sol del Sahara o la lluvia de Puerto Montt o la nieve de Estocolmo, esperan tu arribo anual en Navidad.
Sé que algunos dirán que en ciertos países, debido a su dogma religioso o creencias, no existes, y que otros pensarán que soy un blandengue, pero poco me importa, en verdad, lo que otros piensen de mí, en particular cuando muchos ni siquiera piensan.
Me preocupa, eso sí, que este año tu periplo se retrase por causa del cambio climático. Tormentas inusuales, lluvias implacables y frío intenso se cobran la vida de muchas personas, la mayoría pobres. Esa alteración del clima, estimado Pascual, parecen incrementarse según pasan los años, y quienes heredamos la tierra, en calidad de préstamo mientras vivimos en ella, no hemos tenido la capacidad de cuidarla para, una vez alejados de este mundo, se la traspasemos a futuras generaciones en buenas condiciones. Nos creemos amos y señores de este planeta y explotamos en forma irracional sus recursos, devastamos el bosque y secamos los mares de vida; asesinamos a nuestros hermanos menores para colgar como trofeos bárbaros sus cabezas en las paredes de nuestras mansiones por el puro placer de vanagloriarnos, de que nos admiren por nuestra capacidad destructiva.
En muchos países ya no cantan los pájaros al despuntar el alba, y los grillos se han refugiado en lugares recónditos para no ser alcanzados por el aliento letal de plaguicidas o el peso de máquinas que horadan la tierra para levantar más y más edificios, donde las personas, a sólo metros unas de otras, están más incomunicadas que nunca.
Las malas lenguas, Pascual, dicen que el poder de grandes empresas y conglomerados trasnacionales te han comprado, y que tu traje rojo viene cargado de publicidad comercial, con pegatinas, slogans y estampitas, donde ofrecen sus productos globalmente. Que a quien representas, dejó hace mucho de ser quien fue, pues los cristianos, en su génesis, contaban solamente con un humilde pesebre, mientras hoy poseen un Estado propio regentado por un señor que viste ropajes caros y adorna su cabeza con oro y joyas; bancos, colegios y escuelas, empresas multinacionales y farmacéuticas. ¡Vaya emprendedores!, diría el presidente de Chile, ¡comenzaron así de pobres y miren que lejos han llegado! ¡Eso es saber invertir y multiplicar las ganancias!
En verdad, Pascual, que da pena mirar el mundo actual, ¿será por ello que Enrique Morente, maestro de maestros, “cantaor” sublime y poeta de lo ínfimo y lo eterno partió antes de tiempo a juntarse con Camarón, otro de los grandes del flamenco, música que trajeron aquellos que hoy son expulsados de Francia e Italia por indeseables?
Rodolfo, uno de los renos que tira de tu carruaje –siguen diciendo las malas lenguas- tiene este año la nariz más roja que nunca. Dicen que se alcoholizó de tristeza, pero continúa, en silencio, su labor solidaria. En las putas, los borrachos y los marginados se encuentra muchas veces la fuente de la vida, aporreada y todo, pero ahí están.
Yo hubiese querido escribirte pidiendo algunos deseos a días de tu partida del Polo Norte, en las cercanías donde un muchacho iraquí se autoinmoló en una céntrica calle de Estocolmo en una irracional cruzada antioccidental. Antes de morir por la explosión, Taymur Abdel Al- Abdaly, de 29 años de edad y casado, había solicitado, vía Internet, conocer a una segunda esposa. ¿Se habrá sentido solo que apela a este ingenio posmoderno de la informática para hallar pareja? Hay muchos y muchas que están terriblemente solos y aspiran hacer un clic mágico para sentirse amados. Otros, por hacer clicks en páginas secretas de grandes potencias y develar el mal, están presos, como Julián Assange, y líderes de países grandes y chicos se cuestionan si es hora de permitir el libre flujo de información o conculcar aún más los derechos civiles, la libertad de pensamiento y expresión. El mundo al que vendrás por estos días, Pascual querido, está complicado.
En fin, de todas maneras, envío parte de mi lista, pues no tendrás tiempo para leerla completa: si puedes, tráenos justicia social, equidad y un poquito más de almas solidarias y generosas. Una pizca de tolerancia étnica, racial, religiosa y política no estaría nada de mal. Haz que aquellos “sin papeles” o indocumentados lleguen a buen puerto, y no zozobren sus precarias embarcaciones. Ellos son una consecuencia de la injusticia que prima en países y continentes olvidados. Además, también tú viajas sin documentos.
Si dispones de espacio en tu carruaje, una vez hayas entregado los presentes, llévate a determinados personajes que amargan la vida de muchos o bien son prescindibles, entre estos, los Berlusconi, los Sarcozy y los Piñera; también a dictadores y reyezuelos. Puedes, sin dudarlo, llevarte Arjona y dejarnos a Cerati, pero acomodar en tu carro a los especuladores financieros que han sumido al mundo en una crisis económica sin precedentes, y que arroja a millones de seres humanos al umbral del hambre y la desesperación.
No olvides, Pascual, a nuestros hermanos y hermanas mapuches y a los pueblos originarios, que han sufrido por siglos el desprecio, la opresión y el despojo de sus tierras ancestrales, que ellos veneran, cuidan y respetan. Para ellos trae la justicia y la paz, pues algunos de sus mejores exponentes, “Weichafes” jóvenes, son apresados y otros muertos por balas policiales, con aval del Estado.
Para mí no pido nada, salvo que me ayudes a conservar la memoria, escribir y aportar con mi pluma al desolvido, para que la desmemoria no cubra con un manto de impunidad hechos aberrantes que han asolado a mi país y a pueblos hermanos.
¡Buen viaje!
Por Enrique Fernández Moreno