Sería un absurdo estructurar el presente texto en primera persona, dado que, el destinatario que inspira estas líneas, nunca las leerá.
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Pero la escritura no es en un fin último en el mensaje que persigue al remitente.
Es ante todo el desahogo de energía a través de las palabras. Y en ese desahogo, la búsqueda de identidad de algún lector accidental.
El próximo dos de junio acontecerá un hecho inédito en la historia de México, será ungida por decisión popular la primera presidenta de México. La doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Y a partir de ese momento, iniciará la transición amistosa y fraterna del legado obradorista.
El presidente López Obrador trabajó toda su vida (personal y política), en pro de la transformación del país; no en estricto sentido de la toma del poder. Aunque el poder es imprescindible para transformar el orden de las cosas.
Dentro del legado del presidente Andrés Manuel se encuentra una nueva forma de hacer política. La política como vocación, como acto honroso; como una herramienta de servir al otro; y en el otro, servirle a la patria.
La política como una forma de reivindicación permanente de voluntades. Citando a García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse”. Así despertar y así dormir; hasta que el oxígeno deje de alimentar.
En términos políticos, hemos sido cientos de miles a los que el obradorismo nos cambió la vida; pues, las estructuras de poder y el sistema político, estaba determinado para que los ajenos a las poderosas genealogías tuviéramos una eternamente marginal participación política.
En lo personal, han sido diez años de militancia, el vivir un sueño despierto. Conocer diversas realidades, pero sobre todo la certeza de que las realidades pueden ser transformadas. De que los aparentes destinos de rezago social pueden ser eludidos. Que el pueblo es mucha pieza y que en el pueblo está el mayor rasgo identitario de hermanamiento.
Así como el presidente despide su gobierno con un robusto libro de nostalgias y encomiendas, llamado «GRACIAS». Así los herederos del obradorismo debemos agradecer. Agradecer en acto.
Agradecer persiguiendo, sin descanso, la trasformación de nuestros entornos.
El futuro, siempre incierto, traerá consigo diversos momentos de calamidad. Etapas de duda y desesperanza. Pero el gran ejemplo, del gran legado, es continuar en camino a la utopía; y si no se logra alcanzar, al menos se habrá avanzado.
Gracias presidente, por su incansable lucha.
Porque en ningún momento se cambió de lado.
Porque siempre estuvo, del lado correcto de la historia.
Lo vamos a extrañar, pero su ejemplo resplandece intacto, en la luminosidad del trabajo por el desfavorecido.
Porque durante muchos años, fueron por el mal de todos, primero los ricos.
Y hoy, por el bien de México, son primero los pobres.
«Me puse del lado de los indios, y me derrotaron.
Me puse del lado de los negros, y me derrotaron.
Me puse del lado de los campesinos, y me derrotaron.
Me puse del lado de los obreros, y me derrotaron.
Me puse del lado de los pobres, y me derrotaron.
Me puse del lado de los perseguidos, y me derrotaron.
Me puse del lado de los discriminados, y me derrotaron.
Me puse del lado de los débiles, y me derrotaron.
Pero nunca me puse del lado de los que me vencieron.
Esa es mi victoria.»
Darcy Ribeiro
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