Cartas de un Mortal


Autor: Director

La gente habla y esto anda. Camino ojo al charqui y pareciera que mi vida estuviera planeada en los próximos días. Comen y hablan, callan y duermen, miran y mueren, buscan y pierden y además vale otro y jamás. Cien años de perdón, alud, tintero y cajón.


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Es entonces que decidí reunir algunos de mis poemas. Buscar bajo la cama y en el armario el enjambre, para encontrarme con dos colmenas sin abejas ni miel de acuerdo todo con mi insistente olvido: ahí estaban los poemas. El enjambre era parte de una colmena desmelada por las picaduras de este tiempo; se encontraba a la altura de mi ojo que se hundía entre los párpados, aquí acostumbraba a desplazarse la interrogante de una lágrima pronta a ser lamida por mi lengua.
Desde la muerte al suelo-cielo infernal de los cuernos tonos del ventisquero, envuelta en una manta tejida a la burlesca para reírme eriza del frío, intenté callar las verdades de la experiencia diestra en cegar la sed de mi escritura.En alucinógenas formas esperé a que amaneciera junto a los poemas. Los aguijones se enterraron en algunos lugares del pensamiento donde existen aún demasiadas cosas no resueltas. Como un espacio en negro del cual no sabes su infinitud ni cuán profundo se encuentra ahí dentro; o bien, que preguntarse siempre fue un intento a negarse a saber todo desde antes sin dar alas a mi asertividad. Será mejor arrojarse al espacio interrogante.
Abundaban las veneraciones a la muerte; escritos entre lo vivo y lo muerto, entre tumbas y de pie, junto a mi abuela viva y “sus muertos” que ya no la recuerdan. Frente a fechas borrosas, 1920, 1847, parecía ser el último descenso del diluvio que retumbó en mis oídos la armonía final de su plausible intertanto mudo. El cementerio ha sido siempre un buen sitio para muchos, hace algo de frío que libera verdades que agradezco1.

1Vivencia del diluvio en el cementerio queriendo decir: una obesa nube amenaza con agujerear el cielo: negra, negruzca, bella su agonía


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