Chile en la «guerra contra el terrorismo»

Nadie sabe para quien trabaja Cuando la cónsul chilena en Islamabad le contaba a su ex-alumno Muhammad Saif Ur-Rehman Khan las maravillas de Chile, sus paisajes, sus mujeres, sus frutas y verduras, y sobre todo sus oportunidades económicas, no sospechaba siquiera que su pupilo pudiera verse involucrado en una parodia donde él, siendo protagonista, es […]

Chile en la «guerra contra el terrorismo»

Autor: Wari

Nadie sabe para quien trabaja

Cuando la cónsul chilena en Islamabad le contaba a su ex-alumno Muhammad Saif Ur-Rehman Khan las maravillas de Chile, sus paisajes, sus mujeres, sus frutas y verduras, y sobre todo sus oportunidades económicas, no sospechaba siquiera que su pupilo pudiera verse involucrado en una parodia donde él, siendo protagonista, es la figura menos relevante.

En la arena internacional, Israel no es un mero seguidor de Estados Unidos, aunque ambos gobiernos suelen coincidir. La razón es que Israel, siendo un estado-cliente de los norteamericanos, cuenta con su propio ejército mundial de reserva -las comunidades judías repartidas por el planeta- a quienes considera sus ciudadanos. Quien no concuerde con el sitio de Gaza, los bombardeos, las destrucciones de hogares, la ocupación de territorios, la expulsión de millones de palestinos, los campos de detención “preventiva” o las bombas nucleares, es tildado inmediatamente de “antisemita” o “terrorista”, y puede ser asesinado, como les pasó a los voluntarios de la “Flotilla de la Paz” hace un par de semanas.

¿Qué tiene que ver el estudiante pakistaní Saif Khan con todo esto? Aparentemente nada, excepto encontrarse en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Para el vicepresidente de la comunidad palestina en Chile, el académico Daniel Jadue, el escándalo formado en torno a Saif Khan forma parte de un esquema para favorecer la penetración israelí en Chile, a través del ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, quien según versiones de prensa cuenta en su curriculum una estancia en Israel tras terminar sus estudios secundarios en Chile, a la misma edad que los jóvenes israelíes hacen su servicio militar.

En entrevistas con el equipo de TeleSUR, Jadue y el senador Alejandro Navarro coinciden en que todo el episodio es un “montaje” organizado por servicios de inteligencia, para involucrar a Chile en los “ejes” internacionales como el que componen Colombia y Perú en América Latina, o Israel y Egipto en Asia occidental. Sólo Hinzpeter puede responder este acertijo, que se vuelve crucial precisamente por su empeño personal, contra toda evidencia y sentido común, en meter a Saif Khan en la cárcel y juzgarlo como terrorista internacional. No es extraño que no concuerden con él ni la Fiscalía ni los jueces, por más que la prensa intente destapar nuevas ollas como la de aquel musulmán que tenía rifles de postones, o presentar a la comunidad islámica chilena como una organización misteriosa y siniestra.

Tras el confuso incidente del 10 de mayo en que Khan fue arrestado al interior de la embajada estadounidense, la Fiscalía presentó -aparentemente sin entusiasmo- cargos de contacto con sustancias explosivas bajo la Ley de Control de Armas (la misma aprobada por la derecha y la Democracia Cristiana durante el Gobierno Popular de Salvador Allende y que sirvió de instrumento para el Golpe de Estado de 1973). El Ministerio del Interior, sin embargo, acusa a Khan de infringir la mucho más dura ley Antiterrorista de Pinochet, que en los últimos 20 años nadie ha intentado abolir, siguiendo una regla no escrita que dice que jamás un Estado -dictatorial o no- renuncia voluntariamente a un instrumento represivo. Este empeño, público y notorio, por parte de Hinzpeter lo ha convertido a él, y no a Khan, en el real protagonista de este minidrama.

El senador Navarro dijo que pedirá en el Parlamento una investigación de las actividades de organismos de inteligencia extranjeros en el país, “sean de la CIA, el FBI, el Mossad o quien sea”, y pregunta si estas actividades se realizan con conocimiento y aprobación del Gobierno.

El vocero de la comunidad musulmana en Chile, Mohammed Said, dijo a The Clinic que dos individuos con acento norteamericano, fingiendo ser turistas, interrogaron a Khan en la mezquita en el viernes de oración. Le preguntaron sobre sus ideas religiosas y políticas y por su presencia en Chile. Eso fue antes de concurrir a la insólita citación a Khan por parte de la embajada de Estados Unidos, para verificar sus apellidos. Insólita, porque Khan ya tenía visa norteamericana y ya se sabe la clase de investigación y barreras que Estados Unidos antepone antes de darle a uno el honor de poder pisar su territorio. Llega el pobre Khan al consulado y aparecen trazas de tetryl, un detonante, en sus documentos. El tetryl es un químico que se usa para fabricar bombas, es tóxico, y se adhiere al cuerpo sea fabricando bombas en el patio de la casa, que trabajando o viviendo cerca de industrias que las fabrican.

Capturar en Chile a un peligroso terrorista sería un golpe maestro: significaría que Al Qaeda no sólo existe -muchos lo dudan- sino que está plenamente activa en América Latina. El próximo paso sería demostrar que cuenta con la ayuda activa de algunos países vecinos integrantes del “eje del mal” que promueven sistemas socialistas. Chile como blanco del terrorismo internacional lo pone además al nivel de los países desarrollados a los que ataca esta invisible conjura terrorista mundial. En esta situación, este exportador de cobre, frutas y vino se vería en la necesidad no sólo de seguir gastando sumas gigantescas en armas -como hizo el “gobierno ciudadano” de Michelle Bachelet– sino de sumarse a todos los niveles a la estrategia global antiterrorista que requiere sofisticados equipos de vigilancia y represión, la especialidad de Israel.

Por Alejandro Kirk

Periodista

El Ciudadano N° 82, segunda quincena junio 2010


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