En abril de este año el CNCA lanzó la Nueva Política del Libro y la Lectura (2015-2020) y con este, el nuevo Plan Nacional de Lectura. Digo nuevos, porque la existencia de políticas y planes específicos, es uno, o quizás, el fundamento y carta de navegación más antiguo que existe en materia cultural. Los meses corren y aún no se evidencian mayores propuestas de cómo será la concreción real, lo que se espera y lo que no. Al nuevo ministro le toca una tarea no menor. Por una parte debe hacerse cargo de implementar una política de la cual no participó en su proceso de elaboración. Pero más interesante aún, debe ser capaz de dar una bajada real, sostenida y concreta a una industria que lleva tiempo en crisis, a un Chile que se reconoce falto de hábito, pero que no se empeña en cambiarlo.
La nueva política reconoce y diferencia al libro como objeto de la experiencia misma de leer, al tiempo que reconoce como instituciones principales al Mineduc, la Dibam y el CNCA, incorporando esta vez al Ministerio de Desarrollo Social (Senama y Chile crece contigo) y al Minsegpres, a través de su Consejo Nacional de la Infancia. La anexión de estos dos últimos organismos públicos, vienen a sumar una serie de mediadores de lectura que en la práctica, hace tiempo venían trabajando en pos del libro, la lectura y los lectores. En ese sentido, este columnista se pregunta cómo una nueva política no hace frente o indica al menos en el papel, la inclusión de un próximo ministerio de la Cultura. ¿Podrán hacer frente a la articulación del plan, diversas instituciones que no tienen en su lógica un quehacer estrictamente lector?. ¿La implementación puede seguir dependiendo de tres entidades diferentes?, ¿Existirá acaso un trabajo interministerial por el momento? Nada en el documento lo diagnostica o evidencia, sino que la partición de los responsables y las diferentes medidas, hacen sumar nuevas dudas sobre la efectividad y eficiencia del nuevo documento, más allá de la firma de convenios de cooperación y asistencia. Incertidumbres y vacíos no hacen sino venir a sumar nuevas vacilaciones e interrogaciones sobre qué se está armando y qué no en materia cultural.
Si el interés del Estado es impulsar a la industria editorial, aumentar el acceso, los índices de lectura y mejorar la calidad de comprensión que tienen los chilenos, resulta curioso que el nuevo documento no hable sobre los derechos de propiedad intelectual de autores y los editoriales. El derecho de autor es uno de los más importantes fundamentos que posee cualquier industria cultural en países desarrollados. La mayoría de los bienes culturales que se consumen de manera frecuente provienen de aquí (cine, música, tv, literatura, etc). Si no existen fundamentos y mecanismos de incentivo a los derechos de autor, el intercambio de los bienes culturales se torna peligroso y costoso.
La generación e instalación de puntos de lectura en espacios públicos ya existentes y reconocidos por la ciudadanía, como Municipios, Hospitales y otras oficinas públicas, persigue el interés de instalar en la población la necesidad y el gusto por la lectura. Sin embargo estos espacios deben verse provistos de personal calificado y programas de fomento actualizados, diseñados e impartidos para cada público de manera diferente, pero manteniendo énfasis comunes. La inclusión de la SENAMA a juicio de este columnista es clave. En tiempos donde los actuales padres descansan la posibilidad de ser activos mediadores de lectura de sus hijos, son los abuelos los llamados (por la razón o la fuerza) a instalar el gusto en los menores, al tiempo que es importante abrir entre ellos, espacios de diálogo, discusión y reflexión literaria.
Discutir sobre la reducción o eliminación del IVA al libro, fue una propuesta que no prosperó en el debate, ni en la elaboración de la actual política. Así mismo, se trata de un diálogo abierto y encadenado a múltiples actores sociales que a su vez sigue teniendo como corcho de tope al Ministerio de Hacienda. Sin embargo los índices de acceso y préstamo en bibliotecas públicas y privadas tampoco aumentan, evidenciando que el problema no es de costo, sino de acceso, conocimiento; en la ausente presencia de programas que fomenten de manera actualizada y real el gusto por la lectura.
La frase “Chile, país de poetas”, conocida y reconocida por todos, se pierde ante un plan que no contempla ni pone énfasis en su programa, en el acceso, conocimiento o la difusión de nuestros propios representantes literarios. Tampoco se atisban diseños o planes de trabajo que los incluya activamente, más allá de la celebración y conmemoración de natalicios. Chile país de poetas…¿Chile, país de lectores?
Hubo un tiempo donde las familias detentaban con orgullo las bibliotecas y colecciones de libros que tenían. Hubo un tiempo donde los libros se exhibían para uso público de hijos y padres al alcance de todos y para todos. ¿En qué minuto la biblioteca se remplazó por el rack multimedia, con espacio ancho para la televisión, la decoración y uno que otro libro estéticamente bello? Si en los colegios obligamos a nuestros hijos a correr y hacer deporte al menos 2 veces por semana, ¿Porqué no tenerlos dos horas leyendo y ejercitando el intelecto?
Hugo Ramos Tapia
Licenciado en Historia
Estudiante Magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural