Desagradable la constante de idealizar al pueblo, a la clase desposeída. Se pierde objetividad a la hora de hacer el balance, del cómo nos va a ir en el futuro.
Recuerdo una muletilla que venía, supuestamente, del camarada Lenin: “El pueblo aprende en un día lo que no ha aprendido en años”. Esta frase debería producir un efecto calmante a lo largo del cáñamo tenso, donde colgamos por años nuestros ideales. Muchos de quienes citaban a Lenin y a esa frase vivían bajo muy buenas condiciones. Aun así, yo creo que estaban equivocados, y equivocado estuvo él, Lenin, si pretendió que su frase calara fina y exacta en el puzzle inconcluso y particular de algún proyecto.
No todos los pueblos son iguales, ni todas las circunstancias conducen a procesos substanciales. Y creo que nadie aprende en un día lo que no ha asimilado por años. El factor tiempo afecta: nadie se hace malo o siniestro de un día para el otro.
Hace poco más de diez años atrás cometí la imprudencia de decir lo siguiente: “No habrán cambios significativos en los próximos 10-15 años en Chile, todo se mantendrá casi inalterable”. Fue tanta mí fe en lo que creí visualizar que, en mi descaro, lo escribí y llevé al papel. Recibí todo tipo de burlas por aquella acción.
Hubiese querido estar equivocado. Ha pasado todo ese tiempo y no se ven cambios radicales o serios en nuestra sociedad. Hoy, aun con el país en llamas, creo que seguirá igual. Dentro de los próximos diez años no habrá cambios estructurales en nuestra sociedad. Seguiremos con parches aquí, allá, hasta que se haya cumplido por lo menos 50 años desde la salida de Pinochet del poder. A este tipo de posturas e interpretación se le llama realismo depresivo.
La mejor manera de derrotar a un revolucionario es darle un puesto en alguna cámara o senado.
Es más fácil pedirle a un muerto que se levante, a que un capitalista sea justo.
Pareciera que hay grupos con mayor claridad política, con mayor compromiso de clase, pero son demasiado pequeños y poco pueden incidir en otros partidos o en la comunidad.
Los grupos o partidos políticos con mayor número de integrantes plantean un pliego político de paliativos económicos. O sea, dulcificar el capitalismo, algo muy parecido a la 3ra vía (Combinación de estado y privados). Intentar humanizar el capitalismo es intentar domesticar un tigre adulto con un libro de poemas. El capitalismo es un tumor maligno, siempre con ansias de ramificarse. Es un tipo de cáncer social, tremendamente agresivo e inmisericorde en contra de sus víctimas. Se pueden encontrar paliativos para este mal, pero jamás una cura. El capitalismo es un síndrome infeccioso que pudre todo a su paso. Tarde o temprano termina metiéndose a la fuerza por entre las costillas de las instituciones. Capitalismo es sinónimo de canibalismo económico.
Los únicos movimientos serios que habrá en Chile son, por ahora, telúricos y nada más. Estos comentarios no son antojadizos. Vienen a tono con el espectro político que tenemos. Muchas instancias esbozan en sus principios que son anticapitalistas. Pero no se ve cuál será el sistema económico a seguir, si no es el liberalismo. Todo esto suena a como “en el camino lo arreglamos”.
El quid del asunto se basa en la siguiente reflexión, que los integrantes de algún movimiento político aún no nos cuentan, porque quizás la respuesta pueda fracturar y desenmascarar las posiciones superficiales o las secciones de mero maquillaje político y económico al modelo. ¿Cómo se realizan, realizarán los cambios a una sociedad determinada? ¿Qué método usaremos, haciendo qué?
A menos que las contradicciones nos estén ahorcando, no habrá un cambio radical en esta sociedad. Pero mientras suelten la amarra y nos den un poco de aire, muchos estarán contentos con eso. Y para nuestra mala suerte, cuando las contradicciones del modelo se hacen evidentes y algo puede suceder, aparecen charlatanes de ambos hemisferios políticos a ofrecer el bálsamo de Fierabrás que reparará las heridas del sistema.
Siempre me ha llamado la atención aquellos que cuentan con tanto tiempo como para ir realizando los cambios paulatinamente. Reforma a reforma. Aunque dadas las condiciones actuales, las pasadas y las que se prevén (salvo un milagro insurreccional, día de furia de la clase), ese pareciera es el único camino a seguir. Reformas, o el efecto placebo para el paladar del pueblo.
Es bien poco probable que el llamado a hacer una revolución cale en alguien. No sólo faltan las condiciones económicas, sociales, políticas, psicológicas, sino que también faltan líderes. Alguien a quien parecerse, seguir, imitar, querer. Hoy por hoy hay un racimo inmenso de papanatas desabridos metidos en la política, quienes generan más anticuerpos que adeptos.
Las técnicas cambiadas
Los asambleístas, anarquistas, los anti-sistémicos, deberían intentar encumbrar a alguno de lxs suyos, pensando en cómo sus ideas salen a la superficie y no mueren sólo entre sus críos o círculos íntimos. La juventud necesita héroes, líderes, heroínas. Nadie quiere parecerse a una asamblea abstracta de manos levantadas que nos representa a todos, pero no representa materialmente la concretización del pensamiento político. A modo de ejemplo; es ofensivo la cantidad de personajillos que aparecen en los medios de comunicación, entregando su mensaje escondido de vendepatria, de esperemos un poco más a los ricos o de a poco y lentamente.
¿No tienen un dirigente público que dé la cara y nos evite la náusea que produce la voz del duopolio? La horizontalidad es hermosa, pero si no produce mejores resultados, he ahí que el trazo debería hacer algún tipo de giro revolucionario.
La fiereza o fortaleza de un concepto también puede convertirse en un dogma despótico (amo), que no soporta cuestionamientos.
En otras partes, varios partidos intentan imitar la honradez de las instancias asamblearias. Después de varios períodos apernados a un cargo. Es sabido y consabido que allí, las carreras y las peleas “fraternales” entre camaradas, están arregladas de antemano. La dinámica no pasa más allá de habladurías de buenas intenciones. Los cargos ya vienen empaquetados. Los ampliados son sólo para darle un aire democrático al asunto. Sería interesante ver a un personaje de aquellos, reflexionando que su voto, vale por uno y sólo uno. Que no comente que representa a los herederos directos de ciertas dinastías sindicales. Recordemos que ni toda la alcurnia revolucionaria o partidaria de algunos ha sido incapaz de ganarle mano a mano a los que defienden el modelo capitalista. (Canibalismo económico)
Selfies:
La concretización digital de la vanidad. Una de las expresiones modernas del egocentrismo contemporáneo es la firma visual con la que el sistema consumista declara la buena salud de sus morbosos principios y clientes.
Una parte importante del pueblo quiere figurar, estar. Atravesar la pantallas y llegar hasta ahí mismo donde se está quemando algo o alguien.
El bus va repleto de “turistas de la desgracia”: Individuos que necesitan obtener algún tipo de atención, a falta de talentos propios. Les urge salir alrededor o en el epicentro mismo del dolor. A través de una selfie, con el cementerio de bosques quemado o el mar bostezando a su espalda. Son parte de la aventura, situación, guión, película de desgracias, donde ellos se imponen como protagonistas y se rebelan al papel de extras, que el mismo modelo económico les ha impuesto.
Ellos son pueblo, el pueblo. Ese mismo pueblo que no tiene idea de nada, más allá de estar pegado a la televisión basura, mirando con gesto morboso, la vida ficticia de algunos. Conjunto de borregos que no ponen atención a nada que no sea dinero. Gente adulta ya, que no tenían idea de los monocultivos de las familias Matte, o de la ineficacia y las felonías realizadas por los gobiernos de turno. Nuestro pueblo que prefiere escuchar los cantos de sirenas sexualizadas, antes que a sus propios representantes jóvenes.
Ahí van los ayudistas que nadie llamó, desesperados por subir una foto a la red y poder decir que estuvieron ahí, en vivo, desde las entrañas mismas de la tragedia. Pueblo patético de pirómanos perniciosos y toda su parafernalia repetida hasta el hastío. Tienen que arder las cuatro esquinas de la casa, para que recién vengan a despertarse.
La ineficacia administrativa y social no es de ahora, no es del terremoto pasado, ni del tsunami. Es una incompetencia institucional que prefiere el buen pasar de los empresarios a costa de las gentes humildes. Lo que aquí ocurre lo vienen denunciando diversos grupos desde hace años. Lustros han pasado y una gran parte de nuestro pueblo no tenía idea quién era Angelini y del decreto 701. Se enteraron esta misma semana. Pero pregúntele a ese mismo pueblo algo vacuo y sin sentido.
No todo el mundo es así, pero a veces es deprimente ver cuántos de los que deberían estar, no están. No es raro que siempre resulten electos los mismos. He ahí la importancia de una educación de calidad, he ahí porque el patrón no quiere por ningún medio que nos eduquemos. He ahí la importancia de leer más, de informarse más, ojalá en medios alternativos a los que nos han impuesto.
Santa Olga, primero las llamas, ahora las langostas escarbando el rescoldo que aún no se apaga.