Esta semana, 190 países inauguraron en Bali, Indonesia, la XIII Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, para discutir nuevos compromisos de reducción de emisiones y adaptación a este fenómeno, además de cooperación tecnológica y mecanismos de financiamiento.
Tras 15 años de exhaustiva investigación multidisciplinaria, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático probó científicamente que el calentamiento global ha sido provocado por el hombre de la era industrial. Recientemente galardonado con el premio Nóbel de la Paz. Mohamed el Ashry, presidente del panel ha dicho que la labor científica entregó la evidencia y hoy es hora de una respuesta política.
Después de años de pasividad sobre el cambio climático, Chile ha dado señales positivas, no sólo porque Ricardo Lagos decidió colaborar para el avance de compromisos políticos sobre el tema como embajador y como presidente del Club de Madrid, sino porque la Presidenta Bachelet ha sido enfática al señalar que todos los países tienen que asumir responsabilidades.
Pero Chile destaca hoy como el país que más ha aumentado sus emisiones de CO2 en la región de América Latina (5% anual). Según la Agencia Internacional de Energía y el Fondo Monetario Internacional, Chile es el país occidental con mayor crecimiento de emisiones desde 1990, y en 2004 duplicó la tasa media de emisiones de la región, y cuadruplicó la tasa mundial. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su informe de la semana pasada, ratificó este problema.
Aunque las propuestas del Programa País de Eficiencia Energética y las nuevas reformas a la Ley Eléctrica, que buscan introducir 5% de energías limpias, tienden a reducir el CO2, estas medidas son insuficientes para cambiar la tendencia ya expuesta. Chile debe asumir las tareas pendientes a través de un plan coordinado de reformas en la política energética, agroforestal, de uso de suelo, de manejo de cuencas y de recursos hídricos, que sirvan a mitigar y adaptar el desarrollo nacional.
Pero exceptuando los temas de comercio, a Chile le cuesta ser pro-activo porque hay sectores que se resisten a los cambios. Mientras la Cámara de Diputados de Argentina aprobó la semana pasada una ley para proteger glaciares, en Chile el tema permanece estancado en el parlamento por falta de patrocinio del Ejecutivo, a pesar que todos saben que son reservas estratégicas de agua dulce, que respaldan el abastecimiento del 70% de la población chilena, y que su derretimiento se ha duplicado en la reciente década a causa del calentamiento global y del impacto de algunas empresas mineras.
Así vemos el caso erróneo del Centro de Estudios Públicos y de AES-Gener, que abogan por mantener encadenada nuestra matriz eléctrica a la opción más contaminante, el carbón, apegados a los dogmas de mercado y negando los costos ambientales. Si el gobierno no mantiene su liderazgo, dado por su iniciativa legal a favor de las energías renovables, aumentará nuestra intensidad en carbono, lo que a la larga igual será penalizado en el mercado global en que participamos.
En el ámbito forestal, aunque la deforestación es causa importante de emisiones de CO2, los parlamentarios persisten en tardar la aprobación de la ley de bosque nativo. Como si esto fuera poco, los gremios industriales y del sector inmobiliario se oponen a las políticas de ordenamiento territorial, tildándolas de nuevas condiciones para la inversión, en vez de apoyarlas como estrategias que generan coherencia y sinergia para el desarrollo.
La política de mitigación y adaptación de Chile al Cambio Climático necesita innovaciones en la política energética, para limpiar y hacer más eficiente nuestra matriz; necesita ordenar el territorio y el borde costero, y proteger el recurso suelo. Es preciso proteger a los glaciares y obtener eficiencia y gestión integral de los recursos hídricos; mejorar la eficiencia de los sectores intensivos y normas que orienten el mercado y el consumo. Encuestas recientes como la publicada por BBC muestran que los chilenos expresan consenso ciudadano en cuanto a disponibilidad para actual frente al Cambio Climático; el sector político y económico deben tomar nota de ello.
Chile debe mostrar liderazgo en las políticas nacionales y al mismo tiempo integrarse al bloque de México y la Unión Europea, que encabezan las propuestas y compromisos más responsables frente al cambio climático. Así, el país dejaría de ser parte del problema.
Por Sara Larraín