La tortura es un delito de LESA HUMANIDAD, donde mayoritariamente quienes la aplican fueron/son agentes del Estado, funcionarios pagados con tributos de todos los ciudadanos. Es un delito grave y queda en evidencia cuando quienes lo aplicaron guardan silencio, no dicen nada por años, no se lo cuentan ni a sus hijas. Los torturadores están ciertos que sus conductas constituyen un delito deleznable, y que se estudia en las escuelas militares.
Hay torturadores/oficiales que también hablaron, que contaron como trataron a los prisioneros mientras los mantuvieron en los cuarteles, lo contaron mientras sostenían que eran/fueron mandados, y que también el alma de la patria se los pedía a gritos, que la inmensa mayoría silenciosa de chilenos así se lo ordenó, que ellos fueron sencillamente el bálsamo de paz de una patria que caminaba sin rumbo.
“Yo no condeno a esos grupos, probablemente sin ellos el daño al país hubiera sido más grande. Cuando se mira el tema, en un primer momento, ellos aparecen como monstruos pero la verdad es que le debemos mucho, en el sentido de haber derrotado a la subversión” Fernando Mathei Aubel
Los militares que contaron como torturaron y vejaron a miles de chilenos insisten porque finalmente tratan de instalar en la historia que era un asunto de “ellos o nosotros”, como les gusta decir a las botas bien lustradas, a las chaquetas con barras/estrellas y charreteras.
Los torturadores no eran unos cualquiera entre tantos uniformados/civiles, ellos eran los mejores, los más valientes, se le entregaban abundantes recursos, eran admirados por sus compañeros de armas, es por ello que los responsables de este tipo de delito contaron siempre con impunidad, todos los militares actuaron como un gran cuerpo para proteger a sus colegas de armas, finalmente toda la familia militar está casada con ellos mismos. Los militares en esos años tenían ya sus propios clubes militares, sus centros de vacaciones. No todo fue trabajo sucio, ellos iban a sus rincones con sus hijas y sus hijos, llevaban a sus nietos también y hablaban de sus victorias, comentaban sus obras a la hora del almuerzo en sus comedores.
Han pasado más de cincuenta años desde que terminara la Segunda Guerra y el mundo sigue asombrándose de tantos delitos/crímenes cometidos. La memoria mantendrá por el tiempo que sea necesario todos los lugares, todas las esquinas, los trenes completos en esos viajes solamente de ida en la vieja Europa, de las chimeneas quemando sangre de los hijos de Judea, como canta Silvio.
De tiempo en tiempo una película nos recuerda las conductas de los uniformados.
Mi papá mandaba en Auschwitz, así lo dijo la hija del teniente coronel de las SS Arthur Liebehenschel…
Todo padre durante sus años va guardando fotos de sus oficios, con sus colegas y amigos. Están también esos instantes en familia caminando junto a los primeros pasos de sus hijas, en la puerta de la casa, o al lado de las flores en primavera.
Bárbara Ursula Cherisch, guarda de su padre uniformado una sola fotografía, uniforme negro con calaveras en la gorra, era oficial de las SS, no era un militar del montón, se caratula como obersturmbannfuhrer (teniente coronel) y como tal mandó en Auschwitz durante esos años de exterminio.
Ella, la hija del carnicero, ha buscado siempre encontrar alguna hoja de algún árbol caído, para que le de alguna razón para entender a su padre, pero la historia y sus calendarios es lapidaria, “Después de Auschwitz……la poesía no existe”, alguien escribió y en parte tiene razón.
Fue un hombre débil en un lugar terrible, así habla sobre su padre Bárbara Cherisch, pero los miles de zapatos que caminaron las calles del gueto de Varsovia y que en silencio han quedado amontonados en ese campo de exterminio, están muy lejos de los vanos intentos de quien busca dar explicaciones para delitos deleznables, Bárbara no logra comprender que esos días de humo/cenizas/rezos se fueron cargados de memoria……finalmente los sobrevivientes y la historia no permitieron que la misericordia se instale luego de haber pasado una rendija……
Los apellidos, sus casas, sus oficios finalmente los hacen visibles. Puede que pasen durante años escondidos, todos van a misa de domingo, van sus clubes y se abrazan. Lo abrazan cuando saben que una de sus hijas será parte del gobierno, que fue aplaudida con ser Subsecretaria……entonces esos años de plomo, de subterráneos y bruma son empujados para que nadie se entere, pero es que la memoria no tiene el olvido y se resiste
Salen los torturados a contar la verdad, sus dolores, los días con todos los nombres y las horas, aquel dolor violento que hace olvidar todos los números de los teléfonos y las calles, y los torturadores escondidos, diciendo que la memoria los abandonó mientras se cobijan en mentira….. se mean en sus zapatos.
Katrin Himmler, sobrina nieta de Ernst Himmler, el jefe de las SS y la Gestapo, publicó el año 2011 Los hermanos Himmler, biografía de una familia alemana, donde no guardó silencio cómplice, escribió lo más lejos de la complacencia y de la justificación, ella decide pasar cuentas, saca todas las cuentas desde dentro de la familia misma, ya que considera que los delitos cometidos por Himmler lo convierten en el “asesino del siglo”, coloca ante los ojos de todos, que la familia sabía, que conocía perfectamente los crímenes cometidos por su tío abuelo.
Los torturados por los militares chilenos tienen guardado cada detalle, las horas, todos los días pasados entre tinieblas, es por eso que no es aceptable el silencio cómplice de la hija de un torturador.
Por Pablo Varas