Durante el siglo XX las élites urbanas latinoamericanas y los grupos medios y medios-altos, fueron concentrándose en barrios colindantes entre sí, generando un área con una imagen de “país desarrollado” en claro contraste con el resto de la ciudad mayoritariamente pobre. Estas zonas formaron una especie de cono, con su vértice en el centro histórico y un área de desarrollo.
Así aparecieron en la ciudad zonas donde se concentran ciertos grupos socio-económicos, separando hacia la periferia a los grupos menos acomodados. En Santiago existe un marcado cono de alta renta en el cual habitan los sectores más adinerados de la ciudad, definiendo una segregación espacial para estos grupos. Por otra parte, las políticas de vivienda social del Gobierno han creado verdaderos ghettos de pobreza excluidos de los beneficios que otorga la ciudad.
La construcción de las nuevas fronteras urbanas y el contraste de los diferentes modos de vida de los diversos grupos humanos involucrados es una fuente potencial de disfuncionalidades sociales y territoriales. Existen vastas áreas sin un equipamiento mínimo que permita hacer de esta aglomeración de viviendas una verdadera “ciudad”. En esas áreas no se cuenta con un equipamiento mínimo para llevar una vida normal, y sus habitantes deben realizar un largo recorrido para llegar a un recinto de educación secundaria, a un teatro o a un hospital de atención médica especializada. Se crea con ello una gran diferenciación en las posibilidades de desarrollo de sus pobladores.
Tal vez esto explique que antes del sueño de la casa propia está el sueño del automóvil, medio propio de transporte que te hace partícipe de la ciudad y de las posibilidades que ella ofrece. Y que tal vez contribuya a resolver la escasez de trabajo o de equipamiento del lugar en donde vives.
Santiago: Ciudad segregada y desigual, lacras que se manifiestan en la calidad de la vivienda, en los espacios públicos, en la infraestructura ya sea del ámbito de la salud, de la educación, del arte o la cultura. Santiago como reflejo de la sociedad en que vivimos, en donde el mercado inmobiliario se auto regula y termina construyendo viviendas a-sociales completamente desvinculadas de la urbe: Ghettos.
En el caso de la Villa El Volcán -en Puente Alto-, el Gobierno no tuvo más remedio que reconocer la ausencia de regulación que hubiese podido asegurar un mínimo de calidad de vida. Demostrando que el tema del acceso a la casa propia no se limita a otorgar una vivienda. Porque esta debe ser de calidad y estar integrada en la ciudad. De otro modo se sigue marginando a sectores de la población, creando ciudadanos de segunda categoría relegados en verdaderos ghettos.
Disfrutar de la ciudad no debe ser un lujo. No es correcto dejar esta decisión en manos del mercado inmobiliario. De una vez por todas tenemos que hacer una ciudad y no una irracional acumulación de viviendas en donde el espacio público inexistente es sustituido por los Centros Comerciales que llaman Malls. Esa urbe no reúne ni vecinos ni ciudadanos, sino consumidores.
Este es el desafío de hoy: Cómo integrar a esas familias que no fueron invitadas a la fiesta, sino apenas a consumir un trago y a volver al ghetto antes que deje de pasar la micro. Me pregunto si Magdalena Matte, actual ministra de Vivienda y Urbanismo, puede indicarnos siquiera si hay micros.
Por Luis Arenas
Arquitecto, militante del Paiz
Polítika, octubre 2010
El Ciudadano N°89