Claves filosóficas para entender la sed de poder de Sebastián Piñera

Pasaron inadvertidos los comentarios de Hernán Larraín Matte a un diario capitalino


Autor: Director

Pasaron inadvertidos los comentarios de Hernán Larraín Matte a un diario capitalino. El jefe publicista de la campaña del político y empresario Sebastián Piñera expresó en estos términos lo que es el logro principal de su estrategia de marketing político: “La idea de que Piñera es un empresario está asumida”. No obstante, Piñera, como veremos, no es un político ni un empresario cualquiera. Es un empresario-político millardario, apoyado por la ultraderecha conservadora que vende sueños, evasión y diversión a través de su propio canal televisivo. Además, ofrece ensueños con alas, financia el consumo con tarjetas de créditos y lucra con las pasiones futbolísticas. La estrategia es simple: ¿ya que se satisface al ciudadano como consumidor y tele-espectador por qué no hacerle una oferta política como elector?

Comencemos por un par de reflexiones sobre la historia de las ideas. El individualismo fue una fuerza colectiva que liberó cadenas contra las sujeciones feudales y religiosas. Por eso fue una ideología poderosa que apareció en un momento determinado de la historia. El individualismo creador del Renacimiento fue sistematizado y deformado un siglo más tarde por el liberalismo filosófico, sobre todo anglosajón(1). El narcisismo es otra cosa. Es un fenómeno contemporáneo. Designa más bien un estado de atomización que no corresponde a ninguna doctrina específica, ni a ninguna voluntad de acción de grupo sino que es el resultado del poder de los mecanismos capitalistas y de mercado sobre el pensamiento subjetivo y las conductas del ser humano. El capitalismo está operando una mutación antropológica y cultural en el individuo. Ha comenzado a crear una nueva “naturaleza humana”, el narcisismo (2).

El liberalismo también ha mutado. El liberalismo contemporáneo integra cada vez más comportamientos y valores del narcisismo para someterse a las exigencias actuales del capitalismo. Por su parte, el liberalismo político y su núcleo duro, la ambigua noción de libertad (y las más formales libertades civiles básicas), se adaptan a formas dictatoriales y autoritarias de gobierno con tal de salvar y justificar los mecanismos de explotación y el aumento de las tasas de ganancia.

Aunque esta posibilidad ya existía desde sus inicios en las teorías del inglés Thomas Hobbes (El Leviatán, 1642), quien era partidario de un estado dictatorial y conservador para mantener las libertades civiles; el derecho de propiedad y el derecho a la vida (o el derecho del Estado a decidir sobre la vida y muerte de sus sujetos). Es la corriente o filiación liberal en la cual se reconocen los “liberales” de Renovación Nacional y de la UDI. Por eso es que las reflexiones acerca del liberalismo anti autoritario, de un personaje también ambiguo como Vargas Llosa, no les hacen mella. No hay UN liberalismo. Hay varias versiones de la ideología liberal según las necesidades de las clases y grupos dominantes.

Así, por ejemplo, en Chile un político puede declararse liberal y haber ocupado altas funciones en la dictadura militar de Pinochet que violó sistemáticamente las más elementales libertades civiles.

Ahora bien, las clases dominantes también evolucionan. El hecho inobjetable es que el 10% de la población chilena se acapara del 45% de la riqueza nacional, además de ser un hecho preocupante para el futuro del país, genera como consecuencia la separación de ese grupo con el resto de la sociedad. El aumento incesante del nivel de privilegios les hace perder a los individuos más ricos el sentido concreto de la vida: devienen incapaces de concebir las dificultades concretas y cotidianas que encuentra la mayoría de la gente.

En un país como Chile, dominado por un puñado de grupos industriales y financieros, no es extraño que los dos políticos en ballotage sean o hayan sido también empresarios. Uno, Frei, con un patrimonio regular de 4 millones de dólares y, el otro, Piñera, poseedor de la friolera de más de mil millones de dólares. Monto que escapa a la imaginación del 80% de familias chilenas que al año ganan menos de 15.000 dólares. Con la salvedad que con el candidato de la Alianza estamos en el 0,5% y no en el 10% en el cual se mueve Frei (3).

Para el super-rico perteneciente a esa franja que se afincó en Chile gracias al neoliberalismo, la utilidad marginal del dinero tiende en un momento a cero; más allá de una cierta cantidad. Es la realidad-irreal en la que vive ese, digamos, 5% de super-ricos. La expresión visible de la desigualdad social es el modo de vida y consumo de productos que los distingue del resto de los mortales. Pueden vivir en zonas securitarias y confortables con acceso al aire puro en countries y barrios chic, desplazarse en helicópteros privados, enviar a sus hijos sin problemas a universidades privadas, tener el futuro más que asegurado por el acceso a las redes de influencia familiar, posgrados en el extranjero, pagarse la mejor medicina  privada con los mejores equipos y los mejores especialistas, volar a las grandes capitales e instalarse en los mejores hoteles, etc.

Ningún gasto, por extravagante que sea, no lo podrán solventar. ¿Piñera, el empresario exquisito, no se paga botellas de vino blanco  de un precio astronómico, según la misma prensa que lo adula?

A algunos (no confundir con sus imitadores), los vemos de vez en cuando en las llamadas “páginas sociales” de El Mercurio. Y cada vez más los políticos se  fotografían con ellos. Además, muchos políticos saltan, sin plantearse ningún dilema ético, de la política a la empresa privada como si fuera un plus de prestigio. Es la aspiración o la realidad de muchos concertacionistas. En esta cultura de la riqueza tampoco todos son iguales. Piñera habita la estrecha franja de quienes tienen sus tentáculos en la red financiero-bancaria, empresas de transporte aéreo, industria del deporte, publicidad y media televisivo.

Ahora bien, el aumento indefinido de la riqueza termina por generar una especie de exasperación. En un determinado momento es evidente para el individuo cuya vida transcurre en estas condiciones que su perímetro de defensa monetaria no le alargará la vida. Y pese a los liftings e intervenciones quirúrgicas estéticas para recortarse los párpados, las drogas refinadas, los tratamientos hormonales, el jogging, el Tai-Chi, las dietas exóticas, los viajes a la India y toda la parafernalia narcisista disponible en el mercado de la juventud eterna, ahí, se choca con un escollo insalvable.

Simple. La condición humana, la misma que hizo reflexionar a los filósofos estoicos y epicúreos del siglo IV A. de C. acerca de la vida buena, es más que un dato; es una situación límite insuperable e infranqueable. La  entropía y la muerte nos esperan a todos por igual. Hoy se mira con expectación el clonaje de sí mismo. Pero no está muy de moda porque no hay garantía de que el clon sea exactamente YO, puesto que el yo tiene su historia propia. Es difícil concebir la transferencia de la subjetividad a otro cuerpo y masa craneana.

La biografía de empresarios famosos es un género nuevo de moda en Norteamérica y Europa. Leerlas es un ejercicio fastidioso pero ilustrativo de una realidad brutal. La pobreza existencial de la vida de los ricos que allí se puede ver le deja al lector un profundo sentimiento de aburrimiento. El vacío metafísico del presente debe ser por algo. Es en ese hoyo negro existencial que trabajan tanto las sectas religiosas (los Testigos de Jehová, los Legionarios de Cristo y el Opus Dei), reclutando selectivamente las almas en busca de trascendencia para apaciguar las angustias de muerte. Lo mismo hacen la publicidad y el marketing, vendiendo sueños, objetos cargados de significación y símbolos.

No obstante, todos vivimos en un mundo bien terrenal donde el modo de vida de consumo, en países como Chile, determina casi define el ser.

Antes, la religión proponía el altruismo. Pero desde los 70, con el neoliberalismo, se instaló  una verdadera ética de la no-redistribución (la moda es eliminarles la carga impositiva a los más ricos, como lo vemos en el programa piñerista y el de MEO influenciado por los neoliberales que más tarde se fueron con el primero). La economía doctrinaria del neoliberalismo exige que se reduzca toda forma de asistencia social, que se reduzca el hombre a la función de mercancía, flexible en el mercado, según sus competencias en el instante.

En este contexto, alguna salidas se le ofrecen a la clase de los super-ricos. Pero son poco satisfactorias. El mecenado por ejemplo. Cuyo paradigma fueron los poderosos Médicis en Florencia, para quienes también trabajó la ágil pluma de Maquiavelo. Pero el arte tampoco escapa a la especulación y los mecenas no abundan. Los empresarios primero se cercioran sobre el valor de la obra y del potencial del artista, antes de ‘financiarlo’ para rentabilizar. Hoy se invierte en el arte como se invierte en el oro. Para protegerse de las crisis bursátiles.

La salida o solución, la más común y la más peligrosa, un paso más en la dirección de la alienación humana, es convertir la “necesidad de riqueza” en deseo de poder puro. Aquí es donde la gran empresa privada, holdings o grupos económicos financiero-industriales, le hacen la competencia al Estado cualquiera sea el PIB. Puesto que los recursos del Estado no sólo son monetarios, sino también pueden exigir a sus ciudadanos un tributo en sangre, al enviar sus ciudadanos a la guerra, sin olvidar, que en el plano interior es el Estado quien detenta “el monopolio de la violencia legítima”.

Un empresario, poco importan sus ingresos, no le hace el peso en términos de poder real a un subsecretario del Interior. Éste obedece  a su Ministro que tiene el visto bueno de la Presidenta para mantener el orden enviando a disolver una manifestación con violencia policial o militarizar el territorio mapuche.

Por todas estas razones, que en parte corresponden a una psicología elemental, las clases privilegiadas en un contexto de globalización capitalista están cada vez más insatisfechas, cada vez más rapaces y cada vez más hostiles al Estado en su versión de garante del bien común. Pero cada vez más los empresarios millardarios quieren acceder a las más altas funciones del poder de Estado. El paradigma ya estudiado es Berlusconi (4).

En un mundo donde los ingresos básicos tienden a mantenerse y/o a disminuir, los ricos obtienen que los impuestos disminuyan. Quieren menos Estado y menos funcionarios. Algunos analistas sostienen que se está frente, más que a una lógica de eficacia económica, a una dinámica de poder. Este deslizamiento peligroso para la democracia, de la búsqueda de la ganancia a la búsqueda del ejercicio directo del poder por parte de los super-ricos empresarios, traduce para esos analistas una cierta característica del capitalismo actual donde el capitalismo financiero, después de proceder a la desregulación de los mercados financieros, ha logrado imponer sus condiciones al funcionamiento del capitalismo nacional y global.

Pasaron inadvertidas lo comentarios de Hernán Larraín Matte a un diario capitalino. El jefe publicista de la campaña del político y empresario Piñera expresó en estos términos lo que es el logro principal de su estrategia de marketing político: “La idea de que piñera es un empresario está asumida”. Pero Piñera, como hemos visto, no es un político ni un empresario cualquiera. Es un político-empresario que vende sueños, evasión y diversión a través de su propio canal televisivo. Además de ofrecer volar, financiar el consumo con tarjetas de créditos y lucrar con las pasiones futbolísticas.

Piñera ya estaba omnipresente en la vida de los chilenos ofreciéndoles productos materiales y simbólicos para consumir. Hoy ha seducido con su campaña, basada en el marketing televisivo y utilizando los principios de la neo-televisión: relacional, directa, pegada a las emociones y deseos de una buena parte del telespectador-elector-consumidor. Les ha vendido su imagen y sus sueños para ser partícipes de su propio proyecto, que en definitiva no es el suyo, sino bien sabemos es el de la derecha y del capital financiero e industrial.

Por Leopoldo Lavín Mujica

Notas:

(1) Sobre el tema leer a Pierre Mouterde, Pour une philosophie de l’action et de l’émancipation.

(2)  Acerca del individualismo y el narcisismo leer a Christopher Lasch, Culture of Narcissism: American Culture in Age of Diminishing, o La culture du narcissisme.

(3) Frei no es lo mismo que Piñera. A Frei lo apoyan fuerzas de estirpe democráticas y dispuestas a luchar por ideales de justicia social, igualdad y solidaridad. Pese a nuestras críticas al concertacionismo freísta, creemos que hay que votar por el ex presidente concertacionsita para detener a la derecha piñerista aún nostálgica del pinochetismo. Sostenemos, eso sí, que la construcción de una izquierda fuerte y enraizada en los movimientos socio-políticos es la única garantía de ruptura democrática con el antiguo régimen constitucional.

(4) Leer el trabajo de Pierre Musso, Le phénomène Berlusconi: ni populisme ni vidéocratie, mais néo-politique, Revue Hermés, n•42.

Leopoldo Lavín Mujica, es B.A. en Journalisme et philosophie, M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá. Miembro de la Société québécoise de philosophie y de la Association canadienne de communication.


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