Diversos medios de comunicación han informado con alarma acerca de la paralización de diversos proyectos mineros, debido, entre otras razones, a los mayores costos en la energía que deben asumir las empresas mineras para producir los metales que la naturaleza ha prodigado a nuestro país. Entre las empresas afectadas por el alza de sus costos se encontrarían, entre otros, los proyectos “Casale”; “Relincho”; El Morro”; la planta desalinizadora de “La Escondida”. Los medios también sostienen que al paralizar mencionados proyectos reduciría significativamente la entrada de dólares del país, y sería perjudicial para la buena marcha de la economía nacional. Esto no corresponde a la realidad. Los altos precios del cobre se deben a que -a que desde el año 2004 a la fecha- la producción chilena de cobre se ha estancado, mientras que desde 1990 a 2004 había crecido en un promedio de 300 mil toneladas anuales. El estancamiento de la producción chilena es el factor principal del alto precio del cobre de los últimos 8 años. Mientras no aumente significativamente, es probable que el precio del cobre se mantenga sobre los 3 dólares. Por consiguiente, la paralización de diversos proyectos mineros no es necesariamente mala para el país, que por otras parte recibe muy poco de sus beneficios.
Podríamos llevar el análisis más lejos y preguntarnos: ¿Qué pasaría si el país redujera su producción en 50% dejándola en manos de Codelco? Sería necesario nacionalizar la gran minería explotada por empresas extranjeras. Actualmente Codelco aporta el 30% de la producción de cobre del país. Para llegar al 50% de la producción actual, debería explotar solo los yacimientos necesarios para alcanzar el 20% faltante. La producción nacional se situaría en alrededor de 2,8 millones de toneladas de cobre y bajaría también el volumen de subproductos. La primera consecuencia sería un aumento sustancial del precio del cobre: no existen yacimientos en el resto del mundo que puedan reemplazar en el mediano plazo o en el largo plazo, la disminución de la producción chilena.
Chile no dejaría de ser, de lejos, el primer productor de cobre del mundo, y si en algún momento en el futuro llegara a perder ese lugar, no tendría ninguna consecuencia económica negativa para el país. La reducción de la producción nacional de cobre en un 50% no afectaría los ingresos fiscales provenientes del sector, por las siguientes razones:
1.-) Codelco con sólo un 30% de la producción aporta al Fisco casi el doble que el resto de las mineras. Si Codelco aumenta su producción hasta alcanzar el 50% de lo que se exporta en la actualidad, los aportes fiscales del cobre aumentarían en volumen.
2.-) Chile, produce hoy casi el 60% del cobre de mina que se comercia en el mundo, rebaja a la mitad su producción. La reducción de su producción a la mitad, con una demanda estable, conduciría el precio del cobre por encima de los US$ 5 la libra y, en consecuencia, los retornos por exportación de cobre como los aportes al Estado aumentarían en forma considerable.
3.-) Si el Estado controla toda la producción, el cobre ya no se exportaría como concentrado sino como cobre metálico, bajando significativamente los costos por fletes de concentrados y fletes falsos. Sin contar otros gastos, como los de tratamiento, de refinación, compensación de fletes, participación en el precio. Además, se podría hacer una correcta fiscalización de pesos y leyes, y se crearía empleo calificado.
4.-) Al reducir la producción dejando los yacimientos expropiados como reservas, aumenta la vida útil del recurso, garantizando el futuro de las generaciones venideras.
5.-) Las generaciones futuras – las que hoy no se consideran para nada al entregar en forma indiscriminada millones de hectáreas para la explotación minera: en Antofagasta se han concesionado, para la explotación minera 13,7 millones de hectáreas – dispondrán de más tiempo, mediante sus propios esfuerzos, para inventar, descubrir, fabricar, ensamblar, etc., los bienes exportables que reemplacen los ingresos que hoy genera el cobre, recursos que hasta ahora han sido el sostén de nuestra economía.
6.-) Al reducir la producción minera también se disminuye el consumo de agua y electricidad. El agua, vital para la población, ha sido agotada en el norte. La construcción de nuevas centrales eléctricas daña el medio ambiente y destruye nuestra naturaleza. La reducción de la producción de cobre, que equivale a disminuir el ritmo de agotamiento, provocaría un importante superávit de electricidad y agua tan necesarias en otro tipo de actividades económicas no contaminantes. De paso, terminaríamos con los frecuentes cortes de suministro de luz y/agua a la población, y paralelamente, el Estado recibiendo muchos mayores aportes del sector cobre. Disminuir la producción de cobre es un excelente negocio para el país.
Por Rolando Castillo