En el marco del lanzamiento de un libro hace unos días, León Valencia, ex ELN hoy investigador y analista político, junto a David Racero, representante a la cámara por Bogotá, recogían con alegría las expectativas con que la izquierda colombiana enfrenta las municipales de octubre, luego de sobrepasar por primera vez los 8 millones de votos en la presidencial que ubicó al Uribismo nuevamente en el Palacio de Nariño.
Sin embargo, el 29 de agosto plantearía un nuevo escenario. En un lamentable video1, Iván Márquez, jefe negociador del Acuerdo de Paz, y otros ex dirigentes de las FARC-EP, entre ellos Jesús Santrich acusado en un confuso caso de narcotráfico2, anunciaron su vuelta a las armas para “luchar por la paz traicionada”, convocando a sostener la lucha de los comunes para la vida digna y el buen gobierno que aspira la gente.
El llamado “manifiesto” causó rechazo transversal en el país y en la comunidad internacional. De hecho, tanto el ex líder de la guerrilla Rodrigo Londoño, ‘Timochenko’3, como el partido político4 heredero del movimiento mostraron su respaldo al Acuerdo y hasta el momento se han masificado diversos ejemplos de la reinserción y los efectos positivos de la implementación.
Pero, ¿dónde está la paz traicionada que acusan Márquez y sus secuaces? A pesar que no planteó una modificación estructural sino el acoplamiento de la guerrilla a la democracia, el Acuerdo original levantó la férrea oposición de actores como las iglesias evangélicas, y los partidos Conservador y Centro Democrático, entre otros, quienes lograron imponer el No en el plebiscito. Lo anterior obligó a renegociar lo firmado, incorporando observaciones a favor del gran latifundio, temas de propiedad privada, y hasta el grado de incumbencia de organizaciones en el territorio, entre otros5.
A pesar de haberse refrendado con dichas observaciones, desde el Estado se hizo de todo para entorpecer su implementación, situación reflejada en los informes del Instituto KROC de Estudios Internacionales de Paz de la Universidad de Notre Dame, EEUU, encargados en el punto 6.3.2 del Acuerdo Final. En la primera entrega de 2017 se reflejó un 45% de iniciativas del Acuerdo con algún grado de implementación, mientras que en 2018 alcanzó un 61% y en 2019 un 67%, con lo cual se evidencia una ralentización que se condice con la anticipada ineficiencia de la presidencia de Iván Duque al respecto6.
Ahora, recordemos que el Acuerdo Final de Paz está compuesto por seis puntos considerados en conjunto como un todo indisoluble para finalizar el conflicto: Reforma Rural Integral; Participación Política; Cese al Fuego y Dejación de Armas; Solución al Problema de las Drogas Ilícitas; Víctimas; y Mecanismos de Implementación y Verificación. De estos, acorde al tercer Informe KROC7, los puntos con mayor avance en su implementación son la Dejación de Armas y los Mecanismos de Verificación, mientras que los temas de Víctimas y Drogas se encuentran en una relativa medianía.
No obstante, si consideramos que parte de la esencia del conflicto fue lo territorial y agrícola, así como la representación de sectores marginados, la implementación de la Reforma Rural y la Participación Política presentan más de la mitad de las iniciativas sin iniciar. Además, en la primera apenas el 2% está plenamente cumplido y un 29% muestra una implementación mínima, mientras que para la Participación el 10% de ellas están cumplidas y un 43% presenta escaso avance, evidenciando el desinterés del Estado.
Esto se suma a otras acciones como la desacreditación y desmantelamiento adelantado por quienes empujaron el No en el Plebiscito, el intento de boicot a la Jurisdicción Especial para la Paz8, la redestinación de recursos9 y otras que fundamentan la inquietud y desconfianza sobre la implementación10 por parte de un pueblo que sigue acusando coletazos del conflicto, con activistas y postulantes a cargos políticos muriendo en manos de actores no determinados según la autoridad, pero reconocidos por la sociedad.
Así, se observa el deterioro ontológico del Acuerdo al introducirse en un Estado que en público anhela el diálogo para la resolución del conflicto, pero que ante el rearme de los disidentes ve la oportunidad de reflotar la industria y el discurso de la guerra por la guerra, donde pagarán los mismos quienes han pagado durante toda la historia del país: las poblaciones y civiles que se ven en la línea de fuego sólo por el hecho de encontrarse en determinado espacio, en determinado momento.
Pese a todo, la vulnerabilidad del Acuerdo no debe significar por ningún motivo el retorno a la guerra. Somos más quienes estamos por la Paz y hacemos un llamado a evitar el recrudecimiento del conflicto armado que de una u otra manera se mantuvo latente hasta el día de hoy. El cese al fuego sostenido entre las partes y la voluntad de paz de la guerrilla permitieron visibilizar otras trasgresiones en el país y la ineficiencia estructural del aparato público. Por lo tanto, volver a la guerra implica nuevamente desnivelar la balanza política y ocultar situaciones incómodas para el gobierno.
Por su parte, la población prefiere el diálogo, la participación y la inclusión, donde la relativa calma que significó lo firmado en La Habana permitió un vuelco histórico de votantes y facciones políticas marginadas e impedidas de ejercer su opinión en democracia, llegando incluso una segunda vuelta donde el triunfo estuvo más cerca que nunca, en un país que jamás ha tenido una presidencia de izquierda. Sin embargo, las alegres cuentas de Valencia y Racero hoy se ven amenazadas por la vuelta a las armas de quienes cayeron en la trampa de Uribe y sus secuaces, en tiempos en que la vía armada no es la salida.
A pesar que el Estado ha sido eficientemente ineficiente, se dieron espacios y oportunidades que debían defenderse desde el nuevo escenario, con el apoyo de la gente y la comunidad internacional. Tristemente, la Paz nuevamente está en disputa, por lo que el error de Márquez y sus secuaces es un paso en falso. Están matando gente, sí, pero ello por si solo era un argumento para que la izquierda capitalizara en las municipales. Lo más triste de todo es que las expectativas se fueron al tacho, la derecha tiene servida las elecciones a menos que se trabaje en ello y se defienda la Paz con paz.
Por Simón Rubiños Cea
Ingeniero Constructor, Universidad de Valparaíso, Chile. Tesista de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETPP)
NOTAS
1 https://www.youtube.com/watch?v=TrQykA1jv-c
2 https://www.elespectador.com/noticias/judicial/declaraciones-de-marlon-marin-el-bajo-la-manga-de-eeuu-contra-santrich-articulo-862953
3 https://twitter.com/TimoFARC/status/1167036357694435328
4 http://partidofarc.com.co/es/actualidad/declaraci%C3%B3n-p%C3%BAblica-543
5 http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20compartidos/21-11-2016-CUADRO-Propuestas-y-Ajustes-definitivo.pdf
6 https://www.eldesconcierto.cl/2018/07/21/colombia-y-la-paz-cuando/
7 https://kroc.nd.edu/assets/321729/190523_informe_3_final_final.pdf
8 https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/jep/contra-la-corriente-los-obstaculos-que-ha-enfrentado-la-jep-articulo-857614
9 https://www.elcolombiano.com/colombia/la-reforma-rural-integral-se-quedara-en-promesas-XY9414819
10 https://www.semana.com/nacion/articulo/encuesta-los-colombianos-no-creen-en-las-promesas-del-acuerdo-de-paz/621203