La experiencia internacional ha demostrado reiteradamente que las guerras comerciales solo agravan los problemas que se desean resolver. El curso de los acontecimientos en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial constituye el mejor ejemplo de ello. Por lo demás se sabe cómo y cuándo comienzan, pero no hasta dónde se llega. La temática se puso bruscamente de actualidad cuando Donald Trump, en la línea de amenazas constantemente reiteradas desde la campaña electoral presidencial, anunció que se procedería a aumentar fuertemente los aranceles al acero y aluminio, sin especificar la forma cómo se procedería. Las reacciones fueron inmediatas, pero no solo de los países que aparecen más afectados de las actividades económicas que sufrirían las consecuencias, sino incluso de sectores importantes del propio Partido Republicano, así como al interior del propio gobierno al provocar la renuncia de Gary Cohn, consejero económico de la Casa Blanca. Más aún lo hizo presente cuando se efectuaba una nueva ronda de negociaciones en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, estando Canadá como México entre los países directamente amenazados, a los cuales excluyó transitoriamente. Siendo EEUU el mayor importador mundial de acero las consecuencias de la decisión son globales.
Donald Trump dio a conocer el primer día de marzo que EEUU procedería a establecer un nuevo arancel global del 25% al acero y uno de 10% al aluminio. Su fundamentación es, en la lógica de sus discursos desde la campaña electoral presidencial, la defensa de la seguridad nacional y revitalizar un sector industrial estadounidense contraído. En 2017 EEUU importó 35 millones de toneladas de acero. Los países desde donde se efectuaron las mayores adquisiciones fueron Canadá, Brasil, Corea del Sur, México y Rusia.
Acero: Origen de las mayores importaciones de EEUU en 2017
(Fuente: La Tercera. En porcentaje del total)
País %
Canadá 16,7
México 9,4
Japón 4,9
Brasil 13,2
Rusia 8,1
Alemania 3,7
Corea del Sur 9,7
Turquía 5,6
Taiwán 3,2
“Nuestras industrias del acero y el aluminio –expresó Trump por Twitter– se han visto disminuidas por décadas de comercio injusto y malas políticas con países por todo el mundo. (…) no debemos seguir permitiendo que se tome ventaja de nuestro país, de nuestras compañías y de nuestros trabajadores. Queremos –sostuvo- un comercio justo, libre e inteligente” (02/03/18). Se respaldó en un estudio publicado durante febrero por el Departamento de Comercio en que se llegó a la conclusión de que las importaciones de estos recursos importados debilitan la capacidad militar de EEUU, lo cual pondría en riesgo la seguridad nacional. El estudio concluyó sugiriendo tres opciones, a definirse por Trump dado que el presidente en EEUU tiene poderes absolutos en materia de aranceles. Ellos son: establecer un arancel global, aplicar cuotas por países o gravar tipos específicos de productos.
Trump fue más allá y proclamó, siempre por Twitter, que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar. Por ejemplo, cuando estamos perdiendo US$100.000 millones con un país y se hace el listo, dejamos de comercializar. (…) ¡Es fácil!” (03/03/18). Es el camino seguido por la Casa Blanca con tratados comerciales que aún no estaban en vigencia como el Transpacífico, reactualizado por los otros once países miembros y suscrito el día 8 de marzo, o al asumir la presidencia la suspensión del acuerdo en proceso de elaboración del Tratado Trasatlántico. Pero, claramente no es tan “fácil” cuando se trata de tratados vigentes, como el de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que entró en un complejo proceso de renegociación, que incide en relaciones comerciales existentes. Desde luego, el anuncio repercutió poderosamente en la séptima ronda de negociaciones que se encontraba en pleno desarrollo. Canadá aparece como el mayor afectado directo dado que es el mayor exportador a EEUU en ambos sectores, mientras México es el cuarto en acero, detrás de Canadá, Brasil y Corea del Sur.
La séptima ronda había sido considerada como fundamental para avanzar posiciones si se quería alcanzar un acuerdo preliminar en la cita siguiente a realizarse en Washington. Es un tema candente que incidió necesariamente en las negociaciones y obviamente la Casa Blanca lo tuvo presente. Trump lo planteó por lo demás directamente. “Tenemos –señaló- grandes déficit comerciales con México y Canadá. El TLC que está ahora mismo bajo negociación, ha sido un mal acuerdo para EEUU. Los aranceles al acero y el aluminio solo se quitarán si se firma un acuerdo del TLC nuevo y justo” (06/03/18). Canadá ya había considerado el arancel como “inaceptable”. Por su parte, el secretario de comercio mexicano, Ildefonso Guajardo, también por Twitter, había calificado la decisión como “la manera equivocada de incentivar la creación de un TLC moderno (…)”. Agregando que México “no debe ser incluido en los aranceles” (06/03/18). Posteriormente, Trump, en su estilo, suspendió transitoriamente aplicar la medida a Canadá y México, transformándolo en un componente de la renegociación del tratado en curso. “Si logramos un acuerdo –
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, afirmó que las medidas anunciadas por Trump provocarán daños “significativos” a ambos países. “Por eso –subrayó- le estamos recalcando a la administración estadounidense la naturaleza inaceptable de estas propuestas que van a perjudicarlos tanto a ellos como a nosotros” (04/03/18). Una gran preocupación en las formulaciones de Trump es la magnitud del déficit comercial estadounidense que durante su gobierno no dejó de crecer. En enero de 2018 llegó a su nivel máximo desde octubre de 2008 alcanzando a US$56.600 millones en el mes. El déficit con China aumentó a US$36.600 millones y con Canadá a US$3.600 millones.
El año 2003 hubo una amenaza de estallido comercial originado también en el acero, durante la administración de George Bush. EEUU anunció un arancel de 30% al originado en Europa, entre otras regiones. La UE preparó en respuesta una lista de productos estadounidenses a gravar. Bush desistió de implementarlo antes de que la represalia se pusiese en práctica. Las guerras comerciales se conocen cuando comienzan pero la dinámica con que prosigan es imposible de determinar. El mundo tiene la experiencia de lo acontecido en la década de los veinte y treinta del siglo pasado. Estados Unidos legisló sobre aranceles en 1922 con el Acta Fordney McCumber llevándolos en promedio al 40% y en 1930 con el Acta Smoot-Hawley en otro 20%. El comercio mundial se contrajo en un 66% estimulando la hostilidad entre países, que culminó en la Segunda Guerra Mundial. “Todo este tema –manifestó Axel Eggert, director general de la Asociación Europea del Acero– puede hacer explotar la OMC. Esto ni se trata de seguridad nacional. Se trata de apuntalar una industria estadounidense que no es viable” (03/03/18.
Las estadísticas no respaldan los argumentos empleados por Trump. EEUU produce el 70% del acero utilizado y destina solo un 3% del total a fines militares, según American Iron and Steel Institute. Lo que claramente se redujo es el número de ocupados en la industria siderúrgica, que se estiman actualmente en 385.000 personas cuando el año 2000 ascendían a unos 640.000 asalariados. De otra parte, en la actualidad el arancel promedio ponderado de EEUU, según la Organización Mundial de Comercio (OMC) es de 2,4%, el de la UE de 3% y el de Japón 2,1%, según cifras del año 2015.
El camino escogido fue inmediatamente cuestionado, incluso al interior de su propio partido, el Republicano. “Estamos extraordinariamente preocupados por las consecuencias de una guerra comercial -manifestó un portavoz de Paul Ryan, líder de partido en el Congreso– y urgimos a la Casa Blanca a que no avance con este plan” (06/03/18). Además tuvo impactos al interior del propio gobierno. Gary Cohn, consejero económico de la Casa Blanca, luego de esforzarse por impedir la declaratoria de guerra comercial, procedió a renunciar. “Cohn –comentó El País– trató por todos los medios frenar la conflagración (…) buscó que primase la negociación. Trump jaleado por Navarro (Peter, quien “preparó la subida unilateral de aranceles”) y los epígonos de Steve Bannon, que aún quedan en la Casa Blanca volvió a sus raíces, alzó la bandera de América Primero y anunció que las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar” (07/03/18).
“Es una vía muy cara de preservar empleos en la industria en declive o menos competitiva. El proteccionismo no es la respuesta”, expresó a su vez el presidente de la Reserva Federal de Nueva York, William Dudley, (02/03/18). “Una decisión así sería inaceptable –afirmó a su turno François-Philippe Champagne, ministro de comercio de Canadá-, y tendría consecuencias a ambos lados de la fronteras.” “No permaneceremos sentados –expresó por su parte el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker– mientras nuestra industria es atacada con medidas injustas que ponen en riesgo miles de puestos de trabajo europeos. La UE –recalcó- actuará con firmeza y con mesura para defender nuestros intereses”. Bruselas habló de una “intervención descarada” y adelantó efectuar una “respuesta firme y proporcional” en los marcos permitidos por la OMC. Las ventas anuales de acero en la UE constituyen algo más del 1% de su producto.
Ante el anunció de represalias por la Unión Europea, Trump inmediatamente amenazó con escalar la confrontación. “Si la UE quiere aumentar aún más sus aranceles y barreras sobre las empresas estadounidense –amenazó como siempre por Twitter-, simplemente aplicaremos un impuesto sobre sus coches que llegan libremente a EEUU. Hacen imposible que nuestros coches (y otros productos) se puedan vender allí. ¡Gran desequilibrio comercial! Estados Unidos tiene –cifró- un déficit comercial anual de US$800.000 millones por nuestros estúpidos acuerdos y políticas. Se ríen de los tontos que nuestros líderes han sido. ¡Nunca más!” (04/03/18). Además, también por Twitter, escribió que actuará “rápidamente sobre el robo de Propiedad Intelectual. ¡No podemos permitir –agregó- que esto siga sucediendo como hasta ahora!” (08/03/18).
Durante la campaña electoral Trump criticó a China de efectuar ventas en los mercados por debajo de su precio. Igualmente se refirió negativamente al papel desempeñado por la OMC, la cual explicó, “ha sido un desastre para nuestro sector manufacturero” (02/03/18). Ya en el curso del año Washington había adoptado medidas comerciales que afectan a las importaciones desde la segunda economía mundial. A fines de enero se anunciaron aranceles de 30% a los paneles solares. Poco antes del anuncio sobre acero y aluminio, la Casa Blanca estableció gravámenes al papel de aluminio procedente de China en porcentajes fluctuantes entre 48,6% y 106,1%, aduciendo que se encontraban subsidiados. Con relación al anuncio de aumento de aranceles, el ministro de Asuntos Exteriores chino Wang Yi, declaró que el país adoptará “una respuesta apropiada y necesaria” si los incrementos de gravámenes afectan a sus intereses. “En nuestra era globalizada –agregó-, los que recurren a la guerra comercial van a estar eligiendo el camino equivocado, no van a hacer otra cosa que penalizar a los otros, dañándose ellos mismos” (08/03/18).
En la ofensiva proteccionista de subir los aranceles Trump declaró: “Nuestros adversarios no solo son Rusia y China, sino también Europa que tiene barreras comerciales peores que las tarifas. Nosotros lo que queremos es tener de vuelta esos US$800.000 millones al año” (06/03/18). Siendo EEUU el mayor importador mundial de acero la reducción de sus compras impactaría en el mercado global “Estados Unidos –comentó Juan Carlos Gutiérrez, director ejecutivo del Instituto Chileno del Acero– es un actor relevante a nivel mundial en consumo de acero, por lo que desde el momento en que imponga aranceles (…) habrá un reordenamiento de ese volumen de acero hacia otros mercados” (03/03/18). Ello desde luego incidirá en la economía chilena, en donde ya CAP y Gerdau insistentemente han reclamado en contra del ingreso de acero importado. Pero, al mismo tiempo, tiene impacto al interior de EEUU. Los usuarios de aluminio y acero estadounidenses experimentarán, como escribió Martin Wolf en Financial Times, una “protección especial negativa”, dado que “los productos importados de acero y aluminio serán más baratos. La ‘solución’ –agregó- seguramente será poner aranceles sobre las importaciones de estos productos, también” (07/03/18).
“Es probable –observó el FMI– que las restricciones a las importaciones (…) causen daños no solo fuera de Estados Unidos, sino que también a la misma economía estadounidense incluidos los sectores de manufacturas y construcción, que son grandes usuarios de aluminio y acero” (03/03/18).
Por Hugo Fazio
Carta Económica, 11 de marzo de 2018