La historia atestigua, una y otra vez, que Estados Unidos y Europa siempre han mirado a Rusia como una presa codiciada y, aun más, como un poderoso oponente a sus pretensiones expansionistas.
Sin lugar a duda, por razones diversas que enumeraremos más adelante, hoy por hoy, Rusia se ha convertido en la mayor amenaza geopolítica-militar para las aspiraciones hegemónicas occidentales.
Desde 1904 con la publicación de “Heartland Theory” del inglés Halford Mackinder, Rusia adquirió una gran importancia en la concepción geopolítica mundial. De hecho se considera a Mackinder el padre de la geopolítica.
Su teoría plantea que el mundo es una gran isla y que en el centro de esa isla, como el pivote donde los demás países se balancean, está Rusia:
“Who rules East Europe commands the Heartland; who rules the Heartland commands the World-Island; who rules the World-Island commands the world.” (“Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo”.)
La extensión territorial de la Federación Rusa es prácticamente dos veces el tamaño de Estados Unidos. Además de su posición estratégica privilegiada, sus vecinos, China y la India son de los más poblados del planeta y de mayor crecimiento.
Rusia tiene una población muy bien educada, sólidamente unida y una densidad poblacional baja – una favorable condición que le permite satisfacer las necesidades básicas de su gente sin grandes dificultades.
Posee, también, inmensos recursos naturales, muchos todavía por descubrir.
Después de 1991, con la desintegración de la Unión Soviética, los países occidentales estaban muy convencidos de que Rusia era un bocado a ser devorado.
Contaban en el gobierno ruso con una quinta columna que respondía incondicionalmente a sus intereses, controlaban gran parte de sus recursos naturales y la banca y, según sus ideólogos, bastaba con presionar un poco más para que la situación social implosionara, se disolviera la Federación Rusa, remanente de la Unión Soviética, y se dividiera la misma Rusia en varios estados.
Estas pretensiones occidentales se vieron frustradas con la renuncia de Boris Yeltsin en 1999 y la sucesión de Vladimir Putin, ex oficial de inteligencia exterior de la KGB.
Putin le dio un viraje total a la política entreguista de su antecesor. Puso en movimiento todas las fuerzas nacionales siguiendo la idea de que, para protegerse del aventurerismo occidental, era necesario implementar un plan acelerado de desarrollo agrícola, industrial, técnico y militar.
En dos décadas sacó a Rusia del atraso en que la habían sumido los gobiernos anteriores y la convirtió en la segunda gran potencia militar después de Estados Unidos.
Bajo los mandatos presidenciales de Vladimir Putin ocurrieron los siguientes cambios:
- Rusia superó de 10 a 20 años en tecnología militar de última generación la tecnología occidental. Los misiles rusos hipersónicos, los de propulsión nuclear, los de guerra electrónica, los anti satélites, los torpedos súper rápidos, los rompe hielos nucleares, entre otras tecnologías, no tienen equivalentes.
- Con la producción de armas de última generación, Rusia se convirtió en el principal competidor de la industria más rentable de Estados Unidos, la bélica, atrayendo entre sus compradores a antiguos clientes de armas norteamericanas como la India, China, Paquistán, Turquía y otros.
- Rusia ha construido una serie de rompehielos nucleares con el principal objetivo de abrir la ruta del Ártico – ruta que al acortar las distancias a los barcos mercantiles hace más competitivos los productos rusos. En términos de logística militar, la flota rusa al tener un mayor acceso al Océano Atlántico, por ende al este de Canadá y Estados Unidos, contaría sobre sus rivales con una ventaja táctica adicional de maniobrabilidad.
- La estrecha relación entre el poder militar de Rusia y el poder económico de China que se ha venido consolidando, es de extrema preocupación para Occidente – sentimiento que se incrementa con la implementación de mega proyectos como es la Nueva Ruta de la Seda que se extiende por los cinco continentes, cuyo origen es China, pero sus ramificaciones principales cruzan a través de Rusia.
- El apoyo militar de Rusia a Siria, en contraposición a los objetivos estratégicos de Estados Unidos, ha sido un gran dolor de cabeza para la OTAN en sus pretensiones de un cambio de gobierno en Siria.
- Las estrechas relaciones políticas, económicas, culturales y militares de Moscú con Irán, Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, en gran medida, han hecho ineficaces las sanciones impuestas por Estados Unidos.
- Rusia es el principal proveedor de energía fósil a Europa, lo que le da un gran poder de regateo y afecta la capacidad competitiva de la industria de hidrocarburos de Estados Unidos.
- Los grandes avances económicos y geopolíticos que ha tenido Rusia en la última década en Asia, América Latina, Medio Oriente y África no son bien vistos por Occidente.
- Rusia, al disminuir drásticamente sus tenencias de dólares y bonos del tesoro, y al promover entre sus socios comerciales el uso de las monedas propias, se ha convertido en una gran amenaza para el poder privilegiado del dólar como divisa internacional. El rápido incremento de sus reservas de oro también es de gran preocupación para Occidente.
- Rusia, con su acelerado desarrollo agrícola, le ha arrebatado a Estados Unidos el liderazgo en las exportaciones de trigo y ha puesto en aprietos a los agricultores norteamericanos.
Como podemos deducir por todo lo expuesto, a corto y mediano plazo, la verdadera amenaza para unos Estados Unidos en decadencia es Rusia.
Bien lo señaló el pasado septiembre Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, cuando dijo que Rusia era la principal amenaza para Estados Unidos, mientras que China era una amenaza a largo plazo.
El imperio, oculto en la OTAN, actúa ante el temor del posicionamiento estratégico de Rusia, de su autosuficiencia energética, crecimiento económico, expansión de las vías marítimas, poder militar, influencia geopolítica y, fundamentalmente, de su actitud contestataria a las políticas y avances imperiales.
El científico político norteamericano Graham T. Allison popularizó un término llamado La Trampa de Tucídides para describir como las contradicciones entre una potencia hegemónica y otra en ascenso las arrastra a la guerra.
El imperio estadounidense no se puede involucrar en una guerra convencional con Rusia, poder emergente que reta su hegemonía, sin condenarse a su propia destrucción – razón por la cual recurre a la guerra híbrida o guerra irrestricta con la esperanza de que los efectos económicos, políticos y sociales sobre su adversario sean tan devastadores que detengan su avance agrícola, tecnológico-militar, que mermen la producción de hidrocarburos, que destruyan la fuerte alianza con China, y compensen con creces los daños auto infligidos por las sanciones.
Pero es inevitable que el efecto de las mismas en su economía sea de bumerang.
Por medio de la guerra híbrida, con la pretensión de seguir imponiendo su hegemonía, Estados Unidos azuza a los supremacistas ucranianos sin importarle que arrastren a Ucrania a la ruina total en un conflicto de desgaste contra Rusia.
En la guerra irrestricta, sin el más mínimo pudor, demoniza al adversario, difunde la dictadura mediática y apela a sanciones, censura, montajes, mentiras y calumnias para idiotizar una audiencia incapaz de discernir.
En 2019 uno de los más prestigiosos “think tanks” de Estados Unidos, la RAND Corporation, publicó un informe titulado “Overextending and Unbalancing Russia: Assessing the Impact of Cost-Imposing Options” (“Sobrecargando y desequilibrando a Rusia: evaluando el impacto de las opciones que imponen costos”).
En este documento de investigación se exponen y sopesan al mínimo detalle las opciones utilizables en la explotación de las vulnerabilidades de Rusia para poderla sobrecargar y desequilibrar. Todas las medidas, supuestamente de contención, que ha impuesto Estados Unidos contra Rusia por la invasión a Ucrania, están plasmadas en ese documento.
Lo curioso es que el mismo es un reflejo de la visión prepotente y por tanto subjetiva, consustancial con la mentalidad imperial. En el mismo no se contemplan las contra medidas aceleradas que tomaría Rusia para proteger la economía en prevención de las posibles sanciones, ni la desaceleración de la economía de Estados Unidos causada por la pandemia, tampoco el efecto devastador de la inflación.
El actual presidente de EEUU, Joe Biden, predijo en 1997, cuando era senador por el estado de Delaware, que la expansión de la OTAN hacia los países bálticos sería lo que “inclinaría la balanza” hacia una “respuesta hostil” de Rusia.
¿Qué causas empujaron al Presidente Biden, 25 años después, a cambiar de opinión, cuando Rusia está mucho más fuerte y Estados Unidos en una curva descendente? ¿Medicamentos, vejez, los ineptos a su alrededor, el análisis tardío de la RAND Corporation o los anhelos mesiánicos de un imperio en decadencia? Inequívocamente, ninguna de estas causas se puede descartar.
Todo indica que la OTAN y por tanto Estados Unidos apostaba a que Rusia sería incapaz de invadir a Ucrania. En 1999 vino la primera oleada de la OTAN de acercamiento a las fronteras de Rusia con la afiliación de Polonia, Hungría y la República Checa; y Rusia no hizo nada.
En 2004 vino una segunda oleada con Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia; y Rusia no hizo nada.
En 2009 vino una tercera oleada con Croacia y Albania, y Rusia no hizo nada.
En 2017 vino una cuarta oleada con Montenegro, y Rusia no hizo nada.
En 2020 vino una quinta oleada con Macedonia, y Rusia no hizo nada.
Debemos saber que todas estas oleadas vinieron acompañadas de bases militares y miles de cañones apuntando hacia Rusia.
La inteligencia occidental crea una quinta columna en el interior de Ucrania, y Rusia no hace nada.
Le dan un golpe de Estado al presidente pro ruso, democráticamente elegido, Víktor Yanukóvich en febrero de 2014, y Rusia no hace nada.
Establecen un gobierno títere dirigido por neo nazis y otros supremacistas nacionales, y Rusia responde con la anexión de Crimea el 18 de marzo de 2014, después de una consulta plebiscitaria en la cual un 97% votó a favor de la misma.
Las provincias de Donetsk y Luhansk se declaran independientes y a pesar de los bombardeos constantes del ejercito de Ucrania y el asesinato de más de 14.000 personas, la mayoría de ellos rusos; Rusia no mueve sus tropas al interior de estos territorios ni reconoce su independencia.
En 2014, cónsone con una declaración de guerra, Ucrania renuncia a su neutralidad militar; Rusia no va más allá de unas declaraciones de disgusto.
En 2014 a 2015 se firman los acuerdos de Minsk entre Rusia y Ucrania, con Francia y Alemania como signatarios, para poner fin al conflicto entre separatistas pro rusos y combatientes ucranianos en las dos provincias de Dombás (Donetsk y Luhansk).
Mediante estos, se aprueba un cese al fuego y Ucrania se compromete a aprobar una ley que les reconozca a las provincias cierto tipo de autonomía antes de tomar control sobre sus fronteras.
El gobierno de Ucrania se burla del tratado, viola la tregua de cese al fuego y con sus bombardeos asesina a miles de personas en los dos territorios separatistas.
Ucrania no aprueba la ley estipulada en los tratados y, al contrario, aprueba otra que discrimina contra las minorías étnicas, especialmente rusas, en la que se les prohíbe hablar su idioma. Rusia tampoco responde a la provocación.
Durante meses antes del 24 febrero de 2022, Estados Unidos y la Unión Europea, con el fin de inmovilizar a Rusia, despliegan la campaña de histeria por la supuesta invasión a Ucrania, al mismo tiempo que la OTAN entrenaba los soldados ucranianos y el ejercito de Kiev movía a más de 100.000 tropas y se posesionaba y apertrechaba en la frontera de Dombás.
Confundiendo la cautela de Rusia por debilidad, preparaban una ofensiva a gran escala. Ya no le era posible a Rusia seguir siendo cautelosa, el costo era muy alto; y para sorpresa y frustración de la OTAN, las tropas rusas invaden a Ucrania.
Ante la invasión, Estados Unidos y sus claques gobernantes europeas se encontraron en una posición de impotencia – sus cálculos le salieron torcidos.
Para disimularla no le quedó otra alternativa que recurrir a la histeria rusofóbica y a autolesionarse con la imposición de absurdas sanciones comerciales. ¿Podríamos ver mayor muestra de impotencia imperial?
“Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”, dijo Biden.
Ante toda esta situación, podemos deducir que en el área económica, a corto plazo, Estados Unidos gana una batalla; aumenta la venta de armas, gas y petróleo a los países en la esfera de la OTAN y el temor infundado fortalece la adhesión de éstos a los designios del imperio. Sube su PIB, el dólar se fortalece temporalmente y consigue por corto tiempo una contracción en la economía rusa.
A mediano y largo plazo, Rusia gana la guerra, desarma a Ucrania, la ocupa por un tiempo relativamente corto, establece un gobierno afín a sus intereses, fortalece su propia economía con la reconstrucción de Ucrania y con la ampliación de sus lazos comerciales con China, India, Paquistán, Afganistán e Irán. Incluso, por los siglos venideros, asegura militarmente sus flanco más débiles en el Mar Negro y Mar de Azov.
A mediano y largo plazo, con respecto a Estados Unidos y a Europa, los efectos desmedidos de sus acciones harán que la inflación siga fuera de control, que por consiguiente se debilite el dólar, el euro y que el SWIFT pierda relevancia ante los sistemas interbancarios asiáticos.
La crisis económica hará que salgan a flote las contradicciones entre y en el interior de las naciones occidentales, lo que dará paso a la destrucción de su aparente ganada cohesión y a la implosión social.
Paradójicamente a largo plazo, sin siquiera haber participado directamente en el conflicto, quien en verdad será el ganador es China: se fortalece el yuan, afianza aún más los lazos con Rusia, incrementa las exportaciones, y, en detrimento de los Estados Unidos, su influencia geopolítica.
Definitivamente, los políticos y planificadores imperiales, arrastrados por la soberbia prepotente que los caracteriza, fueron los que verdaderamente cometieron el error de cálculo. Optaron por unos objetivos con respecto a Rusia mucho más grandes que las medidas que podían tomar para alcanzarlos, por lo que estaban condenados a la derrota antes de comenzar el conflicto.
Cuando observamos a Putin en el conjunto de los líderes occidentales, angloestadounidenses y europeos, independientemente que no comulguemos con ninguno de ellos, el único que demuestra una capacidad analítica dialéctica y una concepción holística del mundo, es él. No en balde lo odian tanto; se los ha echado al bolsillo.
Publicada el 15 de agosto de 2022 en Multipolarista.