Por Vijay Prashad
El 14 de diciembre de 2023, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley de Autorización de Defensa Nacional, que incluía una interesante disposición: que el presidente de los Estados Unidos creara un enviado especial para los Acuerdos de Abraham, el Foro del Néguev y otras plataformas relacionadas.
Esta incorporación se produjo en el contexto de una profunda preocupación del Gobierno estadounidense por el colapso de toda su agenda en Medio Oriente, así como por las amenazas que suponían para Israel, Líbano y Yemen. Hasta hace unos meses, altos funcionarios de los Estados Unidos alardeaban de sus maniobras políticas para conseguir que los Estados árabes normalizaran sus relaciones con Israel y diluir la influencia de China en la región.
Todos estos planes se derrumbaron entre las ruinas de la agresiva campaña de bombardeos israelies contra los palestinos de Gaza. Ahora, todas las estructuras creadas por los Estados Unidos – empezando por los Acuerdos de Abraham – parecen haber perdido su solidez. Mientras que la cuestión de Palestina había comenzado a alejarse del radar de los Estados árabes, ahora se ve obligada a volver al centro por las acciones de Hamás y las demás facciones armadas palestinas del 7 de octubre.
Los Acuerdos de Abraham
El presidente estadounidense Donald Trump nunca se interesó por el derecho internacional ni por los entresijos de la diplomacia. En lo que respecta a Israel, Trump tenía claro que quería resolver el conflicto con los palestinos (que parecían debilitados por la política israelí de asentamientos y el aislamiento de Gaza) en beneficio de Tel Aviv. En enero de 2020, Trump dio a conocer su plan “Paz para la prosperidad”, que desatendía de hecho las reivindicaciones de los palestinos y reforzaba el Estado de apartheid israelí.
El emblema de esta política endurecida era que Trump iba a trasladar la embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, una medida provocadora que ponía patas arriba la pretensión palestina de que la ciudad fuera el centro de su Estado. “He hecho mucho por Israel”, dijo Trump en la rueda de prensa del 28 de enero en la que anunció este plan, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a su lado.
“Ningún palestino o israelí será desarraigado de su hogar”, dijo Trump, aunque su plan señalaba que “los intercambios de tierras proporcionados por el Estado de Israel podrían incluir tanto zonas pobladas como despobladas”. La contradicción no importaba. Estaba claro que Trump iba a respaldar la anexión del territorio palestino ocupado pasara lo que pasara.
Unos meses después, Trump anunció los Acuerdos de Abraham, que eran un conjunto de acuerdos bilaterales entre Israel y cuatro países (Bahréin, Marruecos, Sudán y Emiratos Árabes Unidos). Estos Acuerdos prometían continuar el proceso de normalización de los Estados árabes, un proceso que comenzó con Egipto en 1978 y luego con Jordania en 1994. En enero de 2023, la administración del presidente estadounidense Joe Biden impulsó este proceso estableciendo el Grupo de Trabajo del Foro del Néguev, que reunió a estos Estados (Bahréin, Egipto, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos) con Israel en una plataforma para “tender puentes” en la región. De hecho, este Foro formaba parte del proyecto general de impulsar un proceso para que los Estados árabes tuvieran una relación pública con Israel. Lo que Israel y los Estados Unidos eludieron fue Arabia Saudita, que es un país muy influyente en la región.
Si los saudíes se unieran a este proceso, y si también lo hicieran los qataríes, la causa palestina se vería considerablemente mermada.
El camino indio
En julio de 2022, Biden viajó a Jerusalén para sentarse junto al primer ministro israelí, Yair Lapid, para celebrar una reunión virtual con el primer ministro de la India, Narendra Modi, y el presidente de los EAU, el jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan. En esta reunión, los cuatro hombres anunciaron la creación de “i2u2”, o plataforma de proyectos comerciales que desarrollarán conjuntamente India, Israel, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos. Esta plataforma introdujo a India directamente en los planes de normalización de las relaciones entre Israel y los Estados árabes.
Al año siguiente, al margen de la reunión del G20 en Delhi, varios jefes de Gobierno anunciaron la creación del Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC). Este corredor tenía la intención declarada de competir con la Iniciativa de la Franja y la Ruta liderada por China, además de ser un instrumento para incorporar a Arabia Saudita al proceso de normalización con Israel. El IMEC debía comenzar en Gujarat y terminar en Grecia, con una ruta que lo llevaría a través de Arabia Saudita e Israel.
Dado que tanto Arabia Saudita como Israel formarían parte de este corredor, supondría el reconocimiento de facto de Israel por parte de Arabia Saudita. Funcionarios diplomáticos israelíes comenzaron a viajar a Arabia Saudita, sugiriendo que la normalización estaba en camino (con el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman diciendo a Fox News en septiembre de 2023 que la normalización estaba cada vez “más cerca”).
La guerra contra Gaza paralizó todo el proceso. Mohammed Bin Salman mantuvo una llamada telefónica con Biden a finales de octubre, durante la cual dijo que los Estados Unidos debían pedir un alto el fuego, lo cual era poco probable. Como parte de la llamada, funcionarios saudíes dijeron que el príncipe heredero había apuntado la posibilidad de reiniciar el diálogo de normalización después de la guerra.
Pero había poco entusiasmo en sus voces. Pocos días después de esta llamada, Biden dijo: “Estoy convencido de que una de las razones por las que Hamás atacó cuando lo hizo, y no tengo pruebas de ello, sólo me lo dice mi instinto, es por los progresos que estábamos haciendo hacia la integración regional de Israel”. Al día siguiente, la Casa Blanca dijo que Biden había sido malinterpretado.
Ansar Allah y Hezbolá
Días después de que Israel comenzara a golpear sin piedad Gaza, se abrieron dos nuevos frentes de batalla. En el sur de Líbano, los combatientes de Hezbolá empezaron a lanzar cohetes contra Israel, lo que provocó la evacuación de 80.000 israelíes. Israel contraatacó, incluso mediante el uso ilegal de fósforo blanco. A principios de noviembre, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, dijo a sus seguidores que sus combatientes tenían nuevas armas con las que amenazar no sólo a Israel, sino también a sus facilitadores, los Estados Unidos. Los buques de guerra estadounidenses apostados en el Mediterráneo oriental, dijo Nasralá, “no nos asustan ni nos asustarán”. Sus combatientes, dijo, “se han preparado para las flotas con las que nos amenazan”. La presencia de misiles Yakhont de fabricación rusa da sin duda a Hizbulá la credibilidad necesaria para afirmar que puede atacar un buque de guerra estadounidense situado a menos de 300 kilómetros de la costa levantina.
En el discurso, Nasralá felicitó a Ansar Alá – también llamados los Houthis – por los misiles que dispararon contra Israel y contra los barcos que intentaban llegar al Canal de Suez. Esos ataques de Ansar Alá han frenado a muchas compañías navieras, que sencillamente no quieren meterse en este conflicto (la hongkonesa OOCL, por ejemplo, ha decidido que sus barcos evitarán la región y no abastecerán a Israel). Como represalia, los Estados Unidos han anunciado una coalición marítima para patrullar el Mar Rojo. Ansar Allah respondió que convertiría las aguas en un “cementerio” porque esta coalición no trataba de la libertad marítima sino de permitir el reabastecimiento “inmoral” de Israel.
Las acciones de Hezbolá y Ansar Alá han enviado a las capitales árabes el mensaje de que al menos algunas fuerzas políticas están dispuestas a ofrecer solidaridad material a los palestinos. Esto inspirará a las poblaciones árabes a presionar más a sus Gobiernos. La normalización con Israel parece estar descartada. Pero, si esta presión aumenta, países como Egipto y Jordania podrían verse obligados a reconsiderar sus tratados de paz.
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Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos Las Naciones Oscuras y Las Naciones Pobres. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder estadounidense (con Noam Chomsky).
*Este artículo fue publicado originalmente por Globetrotter