Los congresos de los partidos políticos tienen en Chile una larga y negra historia. Son el lugar donde se desangran y desatan las más profundas traiciones, acuerdos por lo bajo, compra de delegados, delegados falsos con credenciales falsas, documentos que no llegan a destino, actas falsificadas, y cuando asoma el día de la foto final, están todos los que fueron escogidos antes que se inicie el Congreso, el evento solo los ungió, es por eso que esas maratónicas y costosas jornadas tienen valor solo para la militancia, propaganda política partidaria, y poco o nada aportan al movimiento popular en su conjunto.
Recordaremos siempre cómo los dirigentes del Partido Demócrata Cristiano, en su gran mayoría aún activos, llegaron hasta comerse sus hígados, a fines de los ochenta, para imponer a Patricio Aylwin en vísperas de las elecciones presidenciales.
Los políticos inteligentes logran superar siempre de manera más hábil encrucijadas difíciles, ganándose su derecho y prestigio en elecciones. Queda en la memoria de la izquierda chilena el famoso congreso en la ciudad de Chillan de los socialistas, y claro, algún tiempo después el de La Serena, y también a reglón seguido Allende Presidente en 1970… militante socialista.
Sería una falta de respeto comparar los congresos partidarios con los intentos de Asambleas Nacionales. En este segundo caso es cuando participan las organizaciones sociales, donde todos se pueden expresar libremente, llevar sus propuestas, sus demandas y se termina con un programa donde se establece que todos están dispuestos a trabajar para concretarlo. Esta alternativa es notable, intenta alejarse de los vicios que los dirigentes están siempre acostumbrados.
En los congresos partidarios cada fracción llega con nombre propio, las fracciones logran hacer acuerdos, obligan a los delegados a votar por una u otra lista, después las listas se reparten los cargos y finalmente los responsables máximos, son sencillamente los mismos actores de una pieza de teatro con final conocido, sin sorpresas, y la militancia es llevada para el aplauso final y portada del diario.
La izquierda conoce y valora las Asambleas Nacionales, son democráticas, y no son desconocidas en la historia. Se trabajó muy fuerte para que la candidatura de Jorge Arrate nazca del sentimiento popular, elemento fundamental en el indispensable proceso de acumular conciencias y voluntades, en pos de acercarse a la victoria. Pero aun allí sobrevivieron algunos pecados con sus pecadores. Quedó como ejemplo el oportunismo del Partido Humanista, y lo más complicado fue todo el esfuerzo de tanta gente de izquierda se transformó en un barrer cuesta arriba. El acuerdo del Partido Comunista con la Concertación para la plantilla parlamentaria, dejó sin argumentos a un sector importante de izquierda, que tiene la visión de tratar de no perder ni el camino, ni el programa, ni tranzar contenidos de carácter estratégico, y claro, mantener también una mínima cuota de dignidad siempre será indispensable.
Una alianza con uno de los partidos que preparó el golpe militar es ya algo más delicado. Lo más complicado ha sido la política de hechos consumados. Durante años la Concertación le hacía cinco promesas a los comunistas y estos indicaban a los cuatro vientos el nombre del candidato que había que votar en la segunda vuelta, sabiendo que era el mal menor, que eran los continuadores de la herencia política institucional de la dictadura, que no harían nada por alterar el modelo, sencillamente porque le es indispensable para hacer política en la que ellos están interesados.
Mención aparte al MAS, que a pesar de sostener un discurso de izquierda, terminó apoyando a un sector que entre sus ofertas de progresismo, amenazaba con privatizar Codelco.
Una visión objetiva deja en evidencia la presión ejercida por los dirigentes comunistas al resto de la izquierda, para que sean aceptadas siempre sus propuestas. Se valora todo lo histórico de su lucha contra la dictadura, pero ello no es pasaporte para imponer sus candidatos y su estrategia, que es buena para ellos, pero no necesariamente para toda la izquierda. Lo correcto pudo haber sido por ejemplo, haber llevado candidatos a parlamentarios en todo el país, pero el acuerdo de los comunistas con la Concertación lo impidió. La izquierda se vio metida en un zapato chino, donde fue llevada de la mano comunista, y eso a estas alturas del tiempo y de la historia… no se puede repetir.
La izquierda es un arco más amplio, más democrático. En la izquierda existen muchas corrientes de opinión, sectores con voluntad y pensamiento de cambio, desde el formal hasta el estructural. El partido comunista puede colocar sin problemas en la mesa de los acuerdos y diálogos su largo, histórico y glorioso pasado, las conclusiones de su último Congreso, pero para sus acuerdos y política como partido, no de toda la izquierda. La izquierda no comunista tiene sus propios interlocutores.
El pensamiento crítico, la militancia de la izquierda, los creativos de los cambios, no deben tener temor de iniciar su recorrido de manera independiente, esa independencia permite y posibilita que todos los que tienen algo que decir, lo expresen. Es el modelo el que excluye. En la izquierda no deben existir ni excluidos, ni marginados, ni obligados, en ningún debate que tenga como norte el avanzar y construir futuro debe olvidarse la crítica.
Y en estos tiempos la burguesía aparece levantando la bandera de Nueva Derecha, que a todas luces es el abandonar su pasado criminal, para que futuras generaciones los vean como demócratas. La derecha quiere hacer creer que Piñera es un demócrata, que Jovino Novoa, que Cardemil, que los senadores UDI y RN son los gentiles demócratas de siempre. En ellos se anida lo más clásico del sistema de explotación, allí, en esos nidos habitan los grandes consorcios, las grandes empresarios, esos, los que se autoproclaman dueños de Chile.
La derecha nunca ha demostrado la voluntad de hacer mayores y mejores las posibilidades para los millones de chilenos, a la derecha le interesa el mundo de los beneficios y las ganancias, de mantener a millones en precarias condiciones de vida, allí se nutre, allí llega para ofrecer salarios míseros que nunca son dignos, siempre insuficientes. Esa es la razón y sentido de la existencia de la izquierda, alterar el injusto camino del actual modelo.
Y en este resumido cuadro nacional, la izquierda existe. Intenta una y otra vez reconstruir su referente, tiene a mano su programa y el sentimiento de un pueblo, y es una alternativa creíble e indispensable, siempre vigente, pero el tránsito y construcción en su interior se hace muy lento. Sin duda llegó la hora en que la izquierda se vista ya de mayor y se prepare para las nuevas batallas, y si en esas futuras contiendas no están los comunistas… no estarán no más.
Por Pablo Varas