Como se constata en el amplio debate al interior de la izquierda y las ciencias sociales, aún no hay consenso en la evaluación de los impacto políticos que el ME tuvo sobre la realidad política del país. De las tesis coyunturales sobre “el fin del modelo” hemos pasado abruptamente a las tesis fatalistas que declaran la disolución del ME y la continuidad incólume del modelo.
Optemos por un tesis intermedia que nos permita mayor precisión analítica y una panorámica más clara. Consideremos que el ME 2011 constituyó una fisura ideológica parcial en la hegemonía neoliberal, que permitió la articulación y politización momentánea de sectores desorganizados de la sociedad.
Por fisura nos referimos a una suspensión momentánea de los mecanismos reproductivos del neoliberalismo que mantienen a sectores mayoritarios de la sociedad al margen de la vida política. Su condición específicamente ideológica refiere a que sus impactos políticos actuaron preferentemente sobre el sentido común, no cambiando aspectos de la estructura jurídico-legal del sector educativo ni impactando al flujo de capitales producido en el negocio educacional.
Bajo esta tesis se aprecia que el mayor logro de las movilizaciones del 2011 fue instalar en el sentido común una crítica al carácter mercantil de la educación y la desigualdad que este acarrea. No obstante, esta fisura no constituyó una fractura ideológica, es decir, el afianzamiento e instalación en la ciudadanía de una crítica sistemática y generalizada al sistema social que fuese acompañada de la solicitud de cambios jurídico-legales que alteraran las relaciones mercantiles que gobiernan la educación y el país.
Al contrario, el debate en torno a la educación ha perdido presencia en la ciudadanía y tras la fuerte entrada ideológica que lo poderes fácticos realizaron para afrontar la reforma de la educación secundaria durante el 2014, la disputa ideológica se ubicó en un marco liberal al interior de la élite política y económica, confrontándose la defensa de derechos individuales con los derechos colectivos subsidiados por el Estado. Discusión que como es evidente dejó al margen al ME y con ello a la mayoría de la población que confundida, desinformada y desorganizada no participó en el debate.
{destacado-1}Siendo evidente el retroceso de las fuerzas estudiantiles en los dos últimos años, la fisura ideológica conseguida el 2011, sin cerrarse, se ha visto fuertemente reducida. La Nueva Mayoría y su agenda reformista, constituyen la punta de lanza en el proceso de una nueva revalidación del neoliberalismo, el cual pese al momento que cruza el gobierno y la deslegitimidad de la clase política, no ha sido percibida por la ciudadanía como una expresión estructural del sistema neoliberal chileno, de modo que si bien la fisura se mantiene abierta no ha experimentado una ampliación en intensidad y extensión.
En este marco, cabe preguntarnos ¿cuál es hoy el estado del ME de cara a las coyunturas del 2015? Podemos describir el estado del ME tomando cuatro descripciones: Fragmentación y dispersión Orgánica, Disolución y debilitamiento de correlaciones de actores claves, agotamiento y homogeneización táctica e indefinición político-coyuntural. Revisémosla una a una.
Disolución y debilitamiento de actores y correlaciones claves
El ME contemporáneo (1997-2014) ha tenido dos actores centrales. El movimiento universitario, cuyo eje de organización es la CONFECH, y el movimiento secundario, cuya organización central fue durante el periodo 2000-2008 la ACES. A este núcleo central de actores se han sumado parcial y esporádicamente el Colegio de Profesores, Los trabajadores de la Educación, el CRUCH, el CUECH como actores de envergadura.
Durante el 2011, estos actores articularon un bloque social cohesionado que defendió e impulsó íntegramente la defensa de la Educación Pública y Gratuita, dando un soporte social, político e ideológico sólido a la movilización. En contraste, actualmente observamos un profundo distanciamiento entre estas correlaciones. La fragmentación del sector secundario entre los sectores pro y contra gobierno (CONES-ACES), ha desarticulado los acuerdos tácticos y la posición de bloque entre secundarios-universitarios. Igual situación se constata en las relaciones con el colegio de profesores, donde la directiva en manos del PC ha privilegiado de manera explícita una negociación directa y son movilizaciones con el gobierno, generando un agenda propia disociada de la CONFECH.
Se suma a este panorama la postura ambigua que ha tomado el CRUCH respecto de la gratuidad universitaria y el aumento a los recursos públicos. Posición que, tras la presión coordinada que las universidades privadas tradicionales (G-9), distanciaron al CRUCH del marco político (acuerdo CRUCH-CONFECH) que permitió la convergencia durante el 2011.
Fragmentación y dispersión Orgánica
En términos orgánicos, la fragmentación y polarización del sector secundario ha descontituído a uno de los pilares del ME, desmantelando la red nacional de colegios, desplazando los únicos dos proyectos nacionales de educación que el ME ha producido y desarmando la capacidad de movilización callejera que demostró el sector secundario. Situación similar se observa en el colegio de profesores, que sin presentar quiebres institucionales, ha perdido importantes afiliados en sectores regionales y ha generado una oposición política creciente desde sectores locales y asambleas de profesores críticas de la conducción del PC.
Respecto al sector universitario, la CONFECH, pese a estar conformada en su mayoría por federaciones de izquierda opositoras al gobierno, no ha sabido afianzar un bloque de conducción consistente y políticamente asertivo que lidere una posición clara respecto al gobierno y que apueste íntegramente por la presión y la movilización social, único argumento que le permitiría al ME reinstalar las demandas y articular una nueva coyuntura nacional.
La articulación de federaciones y organizaciones paralelas al CONFECH nacidas en el seno de las universidad privadas y que momentáneamente han mostrado limitadas capacidades de movilización interna, si bien constituye un actor potencialmente relevante, dada su masividad y precariedad, carece de una estructura y experiencia política para constituir un aliado consistente en la presente coyuntura. Se suma a esta desventaja las extremas condiciones antidemocráticas en las cuales las federaciones y colectivos desarrollan política local en universidades privadas, que exponen a los estudiantes militantes a expulsión, sumarios y otras formas de represión, que dificulta la articulación de un proceso de movilización de largo aliento.
Agotamiento y homogeneización táctica
El 2011 destacó entre otras cosas por la diversidad de manifestaciones. A las tomas y las marchas, repertorio fundamental del ME, se sumaron expresiones artísticas, bailes, funas, burlas, caminatas, etc. Emergencia que permitió una diversidad táctica de carácter descentralizada y altamente participativa.
Esta diversidad convocó a sectores políticamente apáticos, que se identificaron con nuevas formas de subjetivación y construcción identitaria. La pluralidad que también favoreció la diversificación de la comunicación, permitiendo que un mensaje llegara en múltiples formatos a diferentes sectores de la población, dando una presencia permanente y multifocalizada a la movilización.
En su defecto, en los últimos años se observa una clara tendencia a la homogenización táctica, donde la marcha en el caso universitario y la toma en el secundario son el repertorio más utilizado. Esta tendencia ha reducido la participación de los sectores despolitizados, como también el potencial comunicativo y la multifocalidad de las acciones respecto al 2011, lo que en definitiva ha debilitado la presencia social, mediática del ME en la agenda nacional.
Indefinición político-coyuntural
Uno de los principales déficits que ha mostrado el ME en los últimos dos años ha sido su indefinición política frente a la agenda de reformas del gobierno. Durante el 2014 el bloque de conducción de la CONFECH (UNE-IA-FEL) no logró articular una posición clara frente a las reformas a la educación secundaria. Ubicándose en el falso dilema de defender la necesidad de transformaciones sin parecer cercano al gobierno, no logró definir una postura única que marcara una línea de oposición social que sin apoyar la reforma, ampliara su horizonte y permitiera una radicalización de las reformas, presionando desde la calle a los sectores progresistas de la Nueva Mayoría.
Esta indefinición dejó abierto el campo para una rápida articulación de una oposición reaccionaria que supo coordinar una ofensiva corporativa ideológica y de masas (CONFEPA), la cual desplazó durante el primer semestre al ME y re-significó la disposición ciudadana frente a los cambios estructurales en educación. Operación que concluyó con las negociaciones a puerta cerrada del gobierno con la alianza y la DC para la aprobación de las leyes que conformaron la reforma a la educación secundaria.
{destacado-2} Hasta la fecha, el movimiento no ha dado señales de desarrollar una línea política clara que oriente y reúna a los principales actores que componen el ME. Esta indefinición mantiene y agudiza un destiempo político-ideológico entre la agenda nacional (actualmente concentrada en las tragedias regionales del norte y del sur y la crisis de legitimidad de la élite política y económica), la agenda del gobierno (segunda ola de reformas) y la agenda estudiantil, situación que dificulta el desarrollo de acciones políticas asertivas que logren generar una coyuntura nacional favorable al avance de las demandas sociales.
¿Qué hacer? El análisis por sí solo no permite deducir líneas concretas de acción, en la medida que constituye una panorámica general que no integra los detalles y dificultades del proceso de organización política. No obstante, podemos señalar al menos cuatro desafíos inmediatos para el ME y específicamente la CONFECH.
Primero, definir una línea política de oposición social al gobierno que recupere las movilizaciones a nivel nacional y reinstale un contexto favorable a las transformaciones políticas. Segundo, articular un proyecto Nacional de Educación Pública que permita convocar a los sectores distanciados del ME y a la ciudadanía en torno a un proyecto concreto que brinde un marco de negociación amplio capaz de modificar y revertir la agenda del gobierno. Tercero, sumarse a las denuncias de las corruptas relaciones entre política y dinero en el país, que igualmente se dan en el campo de la educación superior privada, asociando la consigna no al lucro a los casos de estafa, corrupción y tráfico de influencias actualmente investigados, en tanto constituyen una expresión del modo generalizado de hacer política y negocios en el contexto postdictatorial.
Para finalizar, debemos señalar que si bien el ME enfrenta uno de sus momentos más débiles en la última década, el estado de debilitamiento y crisis que recae sobre la élite política y económica del país constituye su principal oportunidad, siendo prioridad reducir el destiempo que existe entre la agenda nacional y la agenda estudiantil. Este anclaje político debiese tener como horizonte amplio de convocatoria y movilización afirmar, desde la izquierda social, la necesidad de una Asamblea Constituyente, único marco legítimo que permitiría redefinir el sistema nacional de educación desde un pueblo organizado, libre y soberano.
El presente documento fue elaborado en base al taller de análisis de coyuntura del Grupo de Estudios Sociales y Políticos (GESP) y también recoge aportes del grupo de análisis de coyuntura de la red de Centros de Estudios Independientes compuesta por Grupo de Estudios Marxistas (GEM), Plataforma Nexos, Estudios Nueva Economía (ENE), Grupo de Estudios Sociales y Políticos (GESP).