Por Anthony Medina Rivas Plata

Una anécdota poco conocida en la historia de la diplomacia digital se produjo en el año 2020 en Perú; cuando las cuentas de Twitter de las embajadas de Estados Unidos y China empezaron a acusarse mutuamente de depredar los recursos pesqueros del mar peruano. El 22 de septiembre, la Embajada de Estados Unidos en Perú a través de un tweet realizó una alerta sobre la presencia de una flota de más de 300 barcos procedentes de China en la costa peruana; informando que dichos barcos estaban realizando una sobrepesca en la zona, generando enormes daños ecológicos y económicos. Pocos minutos después la embajada china salía no sólo a desmentir lo señalado por la embajada estadounidense, sino a acusarla de difundir fake news.
Las tensiones entre ambos países por la situación peruana, si bien siempre han sido de bajo perfil, han ido en aumento; debido a la presencia cada vez más grande de China en la economía peruana. Dicha presencia se ha consolidado con la inauguración del nuevo Megapuerto de Chancay en noviembre de 2024, del cual la empresa Cosco Shipping, una empresa estatal china, posee la titularidad de sus activos.
Pero no es solamente Chancay. Desde el año 2014, China se ha convertido en el principal socio comercial del Perú, y la “relación estratégica” que establecieron en consecuencia de ello alcanza a los principales sectores de la economía peruana: agrícola, pesquero, energético y portuario. Esto se ha logrado de manera asimétrica, permitiendo el control por parte de empresas chinas (muchas de ellas estatales) de activos estratégicos peruanos sin una mayor supervisión o presencia del Estado peruano. En ese sentido, las empresas estatales peruanas son pocas y débiles, y la crisis de régimen que actualmente vive el país (seis presidentes en nueve años) ha debilitado de manera crítica la capacidad del Estado para regular la inversión extranjera. La política peruana de acercamiento a China ha sido una consecuencia de dos políticas de Estado: la proyección a la región Asia-Pacífico desde el ingreso del Perú a Apec en 1997 (Fujimori) y su política de apertura a través de Tratados de Libre Comercio bilaterales, tendencia seguida por el Perú al menos desde el año 2002 (Toledo-García-Humala).
Para entender la importancia que China ha venido logrando en la economía del Perú, comparémosla con la balanza comercial que dicho país tiene con los Estados Unidos. Desde la implementación del TLC Perú-EE.UU. en 2009, las exportaciones peruanas hacia Estados Unidos han mostrado un crecimiento sostenido, alcanzando un total de 101.005 millones de dólares en los primeros quince años de vigencia del acuerdo. De este total, el 51,1% correspondió a productos no tradicionales (manufacturas e industria). En el último año evaluado (febrero 2023 – enero 2024), las exportaciones peruanas a Estados Unidos sumaron 9.090,7 millones de dólares, lo que representó un incremento del 5,3% en comparación con el año anterior. Del monto total exportado en ese período, el 98,7% correspondió a subpartidas con acceso libre de aranceles.
Entre los productos tradicionales que exporta el Perú, la minería es uno de los principales. En el último año evaluado, las exportaciones de cátodos y secciones de cátodos de cobre refinado aumentaron en 255,5 millones de dólares. Asimismo, los derivados del petróleo registraron un crecimiento significativo, con un incremento del 165,5% en comparación con el año anterior. Por otro lado, dentro de los productos no tradicionales, el sector agropecuario ha mostrado un crecimiento notable, con un aumento de 362,1 millones de dólares en las exportaciones durante el último año. Destacan productos como los arándanos frescos y las uvas frescas, con incrementos de 360,4 millones y 194,1 millones de dólares, respectivamente. En el año 2023, Estados Unidos se consolidó como el segundo socio comercial de Perú, representando el 13,6% del total de las exportaciones peruanas, con un valor de 8.602 millones de dólares y un crecimiento del 19,8% en comparación con 2022; siendo una relación comercial por épocas deficitaria y por épocas superavitaria para ambos países.
DIVERSIFICANDO LA CANASTA EXPORTADORA CON CHINA
Esta relación económica, que es sumamente importante para el Perú, empezó a ser disputada por China. El TLC firmado en 2009 y en vigor desde marzo de 2010 ha permitido un crecimiento sostenido del intercambio comercial. Desde 1998 hasta 2023, las exportaciones peruanas a China han experimentado una tasa promedio anual de crecimiento del 19,3%, mientras que las importaciones desde China han crecido a una tasa promedio anual del 17,3%. Este dinamismo ha hecho que China se posicione como el destino principal de las exportaciones peruanas y la fuente primaria de sus importaciones. El volumen de comercio bilateral ha alcanzado niveles históricos. En 2022, las exportaciones peruanas a China totalizaron 20.891 millones de dólares, representando el 33% del total de exportaciones del país. Al mismo tiempo, las importaciones desde China sumaron 15.789 millones de dólares, equivalentes al 26,2% del total de importaciones peruanas. Estos valores reflejan el rol preponderante que ha adquirido China en la economía peruana, tanto como mercado de destino para sus productos primarios como en la provisión de bienes manufacturados esenciales para la industria y el consumo interno.
Las exportaciones peruanas a China están fuertemente concentradas en productos tradicionales, con la minería como el sector predominante. En 2022, el 91% de las exportaciones a China correspondieron a minerales, con el cobre como el principal producto exportado, alcanzando un valor de 14.291 millones de dólares, lo que representó el 70,8% del total del rubro. Otros minerales importantes en la canasta exportadora incluyen el hierro, con 1.691 millones de dólares (8,4%), el plomo con 1.304 millones de dólares (6,5%) y el zinc con 770 millones de dólares (3,8%). Además, el sector pesquero ha jugado un papel relevante en las exportaciones, con la harina de pescado alcanzando los 1.416 millones de dólares en ventas a China, lo que representa el 7% del total de exportaciones tradicionales hacia ese país.
A pesar de la fuerte dependencia de los productos tradicionales, las exportaciones no tradicionales han mostrado un crecimiento sostenido, aunque aún representan una porción menor del comercio bilateral. En 2022, las exportaciones no tradicionales a China sumaron 706 millones de dólares, con los sectores agropecuario, pesquero y textil como los más destacados. El sector agropecuario lideró estas exportaciones con un valor de 356 millones de dólares, equivalente al 50,4% del total de productos no tradicionales exportados a China. Los productos pesqueros representaron el 32,6% con 230 millones de dólares, mientras que el sector textil aportó 46,6 millones de dólares, equivalente al 6,6%. Estos datos reflejan un esfuerzo por diversificar la canasta exportadora y aprovechar las oportunidades en nuevos mercados dentro de China, aunque el peso de las exportaciones sigue estando fuertemente inclinado hacia los productos básicos. Finalmente, en el ámbito de las importaciones, Perú ha consolidado a China como su principal proveedor de bienes manufacturados. Los productos importados desde China incluyen maquinaria, productos electrónicos, textiles y juguetes, siendo una fuente clave para el abastecimiento de bienes industriales y de consumo.
LOS MIEDOS DE ESTADOS UNIDOS Y EL DIFÍCIL EQUILIBRIO
Estados Unidos ha visto de manera crítica la creciente relación económica de China con Perú. A pesar de que Estados Unidos es el cuarto mayor inversor extranjero en el Perú (con un 11%) frente a Reino Unido (18%), España (17%) y Chile (12%); dicho país ha sido crítico con el rol que han cobrado las empresas chinas (especialmente las estatales) en sectores como los de electricidad y minería. En abril de 2023, la empresa italiana Enel vendió la totalidad de sus activos en Perú a la China Southern Grid International para dar energía eléctrica al norte de Lima; mientras que la empresa chilena Luz del Sur fue vendida a Three Gorges Corporation; con lo cual el 100% de la energía eléctrica de la capital del Perú (una de las capitales más grandes de Sudamérica, con casi 13 millones de personas) es controlada por un solo país: la República Popular China. La preocupación de Estados Unidos con la inversión china trasciende el tema económico y se convierte en uno de seguridad; siendo que China ya dejó de ser un socio meramente comercial para el intercambio de productos. En la última visita de Xi Jinping a Lima durante la cumbre de Apec del pasado noviembre de 2024, la presidenta peruana Dina Boluarte destacó la promoción de la inversión china en Perú como un objetivo estratégico de su gobierno. No le falta razón, considerando que la relación con China es una de las muy pocas cosas que se han mantenido constantes a nivel de política pública en el Perú en las últimas dos décadas.
Aunque no debería serlo, esta situación empieza a volverse problemática para el Perú. Asesores cercanos al presidente Donald Trump han criticado abiertamente el proyecto chino del Megapuerto en Chancay y han señalado que podrían imponer aranceles de hasta 60% a todos los productos que ingresen al mercado estadounidense a través de Chancay; a pesar de que los productos que van a los Estados Unidos salen principalmente por el puerto del Callao, mientras que por Chancay salen principalmente productos destinados a China y viceversa. Al mismo tiempo, el Congreso peruano aprobó un acuerdo para el ingreso de tropas norteamericanas armadas al Perú, con el objetivo de realizar ejercicios militares en 16 localidades peruanas durante todo el año 2025. Considerando que algunos funcionarios clave del gobierno de Trump han opinado que Chancay puede servir como una base militar china (el Djibouti de Sudamérica) para suministros, logística y reparación de buques; en Perú deben tener claro que su neutralidad política en medio del conflicto entre China y Estados Unidos puede ser forzada a terminar en algún momento. ¿Pero cuándo llegará ese momento?
Varios analistas suelen ver un “alineamiento” de los estados sudamericanos con China como un resultado automático de su peso económico, y esto no es necesariamente cierto. La ‘gran estrategia’ de Trump en el Hemisferio Occidental se extiende desde Groenlandia hasta Panamá; pero no incluye a Sudamérica dentro de ella; por lo que puede ser más flexible en su política comercial con países pequeños cuyo déficit comercial no le es excesivamente oneroso (como es el caso de Perú; a diferencia de Argentina y Brasil, con quien ya tiene conflictos por los nuevos aranceles impuestos al acero). Trump sabe que es imposible lograr superávit en el 100% de sus balanzas comerciales; por lo que puede seguir manteniendo sus preferencias arancelarias con Perú a cambio de presencia militar y de un cambio en los patrones de la cooperación internacional más orientados a la inversión extranjera directa de cara a contrapesar los proyectos Belt and Road en América del Sur. Si, por el contrario, el gobierno de Trump decide imponer aranceles a las exportaciones peruanas o sanciones a empresas peruanas en el marco del TLC, las posiciones pro-chinas en el establishment peruano se fortalecerán. Sin duda, este ha sido un difícil equilibrio que hasta el momento el gobierno peruano ha sabido mantener. Lo que no sabemos es por cuánto tiempo este equilibrio será posible, y por cuál de los dos países se decantará la posición final del Perú.
Por Anthony Medina Rivas Plata
Licenciado en Ciencia Política y Magíster en Políticas Públicas. Doctorando en Relaciones Internacionales del IRI-UNLP
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