Sin duda alguna estamos viviendo a escala global, y por cierto, en la escena local, un cambio certero en las formas en que la política se ejecuta, se siente, se procesa y se construye. Dicho fenómeno es multidimensional, y se da cuenta en las transformaciones (y contradicciones) sociales, económicas, tecnológicas y culturales de fines del siglo pasado e inicio del presente, que se expresan en amplias capas de la ciudadanía con mayor capital cultural, con acceso instantáneo a información y a las redes sociales, y por tanto, con constante conocimiento acerca de lo que ocurre a su alrededor.
Este mismo proceso da cuenta de otro fenómeno complejo: la fuerte desafección y deslegitimación que la política formal/institucional tiene entre la ciudadanía, y la juventud en específico. Así, en la Encuesta Nacional de la Juventud, realizada por el Instituto Nacional de la Juventud durante el 2015, concluye que:“los resultados obtenidos en las series de datos de las encuestas nacionales de juventud desde el año 2009 al 2015, el porcentaje de jóvenes insatisfechos con la democracia en Chile ha aumentado considerablemente desde un 27% en 2009 a un 42% en 2015; lo que representa un aumento de 15 puntos porcentuales”
Sin embargo, a la política formal, se ha agregado un tipo de participación juvenil no convencional, la cual, da cuenta de que, las y los jóvenes, y la ciudadanía en general, desea participar, pero asimismo, ha ido innovando en las formas de participación política. Éstas, tal como plantea la Encuesta Nacional de la Juventud del 2015, “se han visto facilitadas a su vez por un incremento de la confianza en las capacidades de acción colectiva para influir directa y activamente en los procesos sociopolíticos. La política convencional entonces es trascendida por lo político”
Esto último, representa un desafío para la institucionalidad democrática, y, por cierto, para todas las organizaciones políticas, tanto a las nuevas como a las tradicionales, puesto que, una juventud, y una ciudadanía, con mayor acceso a la información, se traduce también, en una ciudadanía que exige mayor participación, transparencia y probidad, en las definiciones que atañen directamente con su vida, y con la sociedad en general. Es por eso que, por ejemplo, demandas de tipo medioambiental en territorios determinados, se le exige a la política pública que otorgue espacios institucionales de definición y/o consulta a la ciudadanía directamente relacionada con dicha situación. Es así también que en contextos en que se debaten cambios constitucionales en las naciones, el “momento constituyente”, es sin duda, expresión de un “pueblo” o “ciudadanía”, desde abajo, y de modo horizontal, que, en la toma de conciencia de la necesidad de la transformación institucional de Chile y en la acumulación de sus demandas, se transforman en un hecho político, y a su vez generan las condiciones para cambios institucionales profundos.
Cada una de las ejemplificaciones anteriores, están en mayor o menor medida presentes en Chile. Y son clarificadoras a la hora de dar cuenta de que nuestro país mayoritariamente quiere ser parte, no sólo del resultado, sino también de la confección del tipo de sociedad que vamos forjando.
La candidatura de Alejandro Guillier, en su constitución originaria como tal, desde mediados del año 2016, es parte de este impulso transformador. Guillier, simboliza la demanda urgente de una ciudadanía que exige una política más cercana, más honesta, más transparente, pero también que busca que la injerencia de la ciudadanía en los asuntos públicos sea algo concreto, y no sólo de una política anquilosada, que en muchos casos no es capaz de encausar y articular las demandas de la gente. Guillier, entonces, se enarbola como la posibilidad sincera de revincular la política con la sociedad civil, siendo éste uno de los mayores desafíos en las demandas de democratización que enarbolan amplios sectores de nuestra sociedad. La candidatura de Alejandro Guillier es una apuesta de la gente que ansía una democracia de mayor intensidad, con nuevas formas de participación y de definición, de recuperar la confianza y la legitimidad de la política, del poder organizarse, de querer incidir.
Es por eso también que el programa de la candidatura de Alejandro Guillier ha colocado el énfasis en su confección colectiva, de norte a sur, con manos de todos los colores, en que se plasmen los intereses y necesidades de la gente sencilla, las causas medioambientales, de los pueblos indígenas, de la diversidad sexual, del trabajo, de las personas mayores, de la discapacidad, de la juventud, la cultura, el deporte y las artes, entre otros. Queremos abrir las ventanas y puertas de la institucionalidad democrática, y que las anchas puertas de La Moneda sean cruzadas por la gente de a pie, que el futuro de Chile se forje por este impulso transformador, en donde todas y todos podemos seguir construyendo un país más justo, libre y democrático.
Francisco Melo Contreras
@franciscomelojs