La política es la confrontación de intereses económicos en lucha por hacerse del poder del Estado. Los que ganan tienen reconocimiento social, riquezas y quedan en la historia que cuentan ellos mismos. Los que pierden reciben la otra cara de la medalla. En esta lucha, especialmente los que tienen el poder, buscarán retenerlo con buenas y malas artes. Saber lo que hace o piensa hacer el adversario es muy importante. Todo ejército, escribió Sun Tzu, debe tener ojos. Una de los mejores ojos y oídos son los que están en el propio campo enemigo. Si además de escuchar se puede teledirigir las acciones del campo contrario mejor aún.
Estas manipulaciones son tan viejas como la política. En 1975 el ejército argentino se aprestaba a dar un golpe y desatar un genocidio. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en un desesperado intentó por apertrecharse de armas ante la avalancha que venía atacó los arsenales de Monte Chingolo, pero la operación era conocida vía infiltración y cerca de setenta guerrilleros fueron muertos cuando ésta se desplegó. El golpe que darían los militares no pareció ahora un ataque a la constitución sino la respuesta militar a una guerrilla desbordada. Un negocio redondo.
El atentado contra Edmundo Pérez Zujovic, que sirvió de pretexto a la política de la derecha democratacristiana de impedir todo acuerdo con la UP y promover el golpe, tiene la impronta de la infiltración. Se detiene a cinco extranjeros, incluido un japonés que había aportado armas, dinero e ideas a la organización. El policía que los detiene los pasa tan “livianos” en el parte que el juez los deja en libertad. Cuando llegan los antecedentes incriminatorios ya están fuera de Chile y nunca volverán. Ese policía tendrá una plácida vejez como jefe de seguridad de una de las cadenas de hoteles norteamericanas más importantes.
Los norteamericanos sabían del ataque a Pearl Harbour. El presidente había hecho campaña diciendo que EEUU jamás entraría en la guerra. Los japoneses atacan “por sorpresa”, pero los “sorprendidos” americanos han sacado el día anterior a sus portaviones; muchos muertos pero daño bélico sin significación estratégica. El pueblo americano, hasta entonces pacifista, exigió la entrada en guerra. En el complejo militar industrial se frotaron las manos.
La ultraderecha chilena antes de asesinar el general Schneider (1970) preparó el ambiente con una serie de atentados con bombas para lo cual creó la denominación BOC (Brigada Obrero Campesina). Paralelamente El Mercurio tocaba las campanas del escándalo ante una supuesta ultraizquierda fuera de control.
Cuando las cosas son confusas en política hay que preguntarse dos cosas, ¿quién paga? y ¿quién gana?
Legalmente existe el agente encubierto, que puede mutar perfectamente en agente provocador. Durante la dictadura de Ibáñez (1927-32) su jefe de inteligencia Ventura Maturana hizo proliferar los autoatentados para justificar la falta de libertades públicas.
En Chile lo de los encapuchados, es sólo para ingenuos. Se puede ser joven pero no tonto, sobre todo cuando se es parlamentario o se pretende ser dirigente político.
Los encapuchados actúan en perfecta coordinación, habitualmente cuentan con el repudio de los auténticos manifestantes. La policía nunca los detiene aunque estén a pocos metros, actúan violentamente en las manifestaciones, cuando toda lógica aconsejaría actuar sin la presencia de testigos y la posibilidad de ser filmado o fotografiado por cualquiera. En una ocasión los encapuchados rescataron y escoltaron a un coronel del ejército para que no corriera riesgos con los estudiantes.
El aumento de la tensión no es sólo algo político. Significa designaciones, cursos en el extranjero que aumentan los sueldos, asignaciones especiales, compras de armamentos, vehículos etc…