En los últimos años la cultura no ha pasado de un par de minutos y fracción en los mensajes presidenciales. Esta vez no fue diferente y la Presidenta Bachelet anunció lo que ya ha dicho en otras ocasiones. Un poco más de lo mismo pero ahora con Ministro de Cultura recién asumido. Sin embargo, a pesar que tampoco es una novedad, la mandataria prometió la creación de un canal de televisión cultural y educativa sin publicidad.
Se podría afirmar que esta noticia, la que seguramente abrió el apetito a muchos productores de cine y televisión, es la más importante del discurso en lo referido a cultura. No porque los otros anuncios no lo sean, como el proyecto sustitutivo de Ministerio que quedó para el segundo semestre y que sin duda será prioritario revisar, sino porque es indudable que cuando hablamos de televisión, de lo que estamos hablando es quizá de uno de los mayores productos culturales de todos los tiempos.
Por otra parte, el problema es qué entendemos por televisión cultural y educativa sin publicidad, y si se trata de un proyecto de Estado realmente, con la participación regulada del sector privado o simplemente una idea que finalmente quedará a merced del mercado como lo es actualmente. Al menos el anuncio de Bachelet en términos de titular es sugerente y abre un debate que no debiera quedar sólo en manos de tecnócratas, operadores y economistas de la cultura, sino también en el territorio de quienes elaboran contenidos y están en la construcción del discurso cultural.
Hasta ahora, como lo he dicho en otras columnas, el problema de la TV Cultural ha sido resuelto a mi juicio anómalamente por la norma del Consejo Nacional de Televisión que exige a los canales de televisión abierta transmitir 4 horas semanales de “programación cultural”. Asunto que claramente no soluciona el dilema, sino más bien lo profundiza porque lo que no existe realmente es una propuesta cultural bien definida por los canales de televisión, y en segundo lugar, porque el criterio que finalmente determina la programación sigue siendo el rating y el financiamiento que es obviamente a través de la publicidad de los privados o el sponsor como se suele usar en Chile.
Más allá del modelo de gestión financiero o de “negocios” que podría tener este proyecto necesario y urgente para el país, que en mi opinión debería ser financiado completamente por el Estado, coexistir con internet y no estar sujeto a ningún rating comercial, en su naturaleza solo podría estar concebido como un laboratorio de ideas, transversal y rico en contenidos para educadores, creadores, productores culturales y todos quienes estén en la búsqueda de conocimiento e inspiración. Se trataría de una oportunidad para el Estado de demostrar sus capacidades creativas, su nivel de competencia tecnológica y su impacto con el mismo estándar de cualquier canal privado. Es más, un proyecto de esta naturaleza, por sus características es quizá uno de los modelos en donde la representación de los distintos sectores de la sociedad podrá tener un espacio real. Me refiero a los pueblos originarios, las minorías sexuales, los gremios artísticos, los educadores, etc. Lo que no sería sano, es que un canal que se diga de todos, tenga un directorio binominal y quede en manos solamente de productores que se dicen independientes.
El desafío de una televisión cultural y educativa es de primera magnitud para una sociedad como la nuestra que está en búsqueda de una democracia más profunda y representativa. Sin duda, se trata de un proyecto que necesitamos para mejorar nuestra calidad de vida, y aumentar nuestro bienestar y capital cultural, pero no lo vamos a lograr con una norma de 4 horas semanales ni sometiéndonos a la ideología del mercado que sabemos es siempre una amenaza para la creación, como también lo es cualquier forma de totalitarismo en términos de ideas y pensamiento.
Hoy nos pasan gato por liebre y nos hacen creer que existe un proyecto cultural en la televisión chilena cuando lo que existe realmente es un placebo para una enfermedad que es más profunda. Como la aspirina para el dolor de cabeza, la programación cultural hoy quizá con suerte podría ser un ápice de un proyecto educativo en la televisión abierta.
Sería recomendable conocer experiencias como los de la televisión Franco Alemana y sin ir más lejos como la de Argentina. Crear la carrocería para un proyecto innovador y poner el combustible necesario para dar el salto que necesitamos en un país que si bien es OCDE, o tiene la pretensión de serlo, pero que tiene severos problemas de desigualdad, es una prioridad. Solo me pregunto ¿Qué responsabilidad le cabe a la televisión? y si acaso ¿no se trata también de un problema cultural?