El Papa Francisco dijo que quería en la Iglesia a pastores con “olor a oveja”, es decir, una Iglesia cercana a los dolores y tribulaciones de los que sufren, de los excluidos y de las víctimas de los abusos del poder, esto no es nada nuevo sólo se limitaba a repetir el Sermón de la Montaña, aplicado a la actualidad.
El primer sentimiento que me provoca las cartas entre los Cardenales Ricardo Ezzati y Francisco Javier Errázuriz es que, por desgracia estos prelados nos muestran una Iglesia dirigida por “príncipes”, llenos de boatos, de ceremonias sin sentido, con egos pantagruélicos – una especie de de autoridades farisaicas, muy lejanas del pueblo de Dios, que tan bien lo definió Juan XXIII -.
De Pastores con olor a oveja estamos pasando a Pastores con olor a lobo y astucia de serpientes, como lo dan a entender las recientes cartas de los Cardenales aludidos, a través de los medios de comunicación. En este reiterado diálogo epistolar hay más intrigas, odio y pelambrillos que la verdadera caridad cristiana de acoger al prójimo y tratarlo como hermano y no como enemigo. Veamos un solo párrafo de la carta, del 28 de junio de 2014, que Ezzati dirige a Errázuriz: “En Chile estamos terminando una semana bastante complicada con la entrevista del P. Berríos a TVN. Una hora de entrevista llena de y de soberbia y de afirmaciones contrarias al magisterio de la Iglesia, (la cursiva es mía y además, agrego que <la Iglesia es una monarquía absoluta, de derecho divino e inspirada por el Espíritu Santo; algo se morigeró este verticalismo con la idea de Juan XXIII y la idea del pueblo de Dios>), utilizando al Santo Padre, en tono de profeta que denuncia la corrupción e incoherencia de la Iglesia…” – ¡Ved cómo ama a sus ovejas este Pastor! A renglón seguido, afirma que está preparando un libelo acusatorio contra el Padre Felipe Berríos a fin de enviarlo al Vaticano, lo cual dejaría al Cardenal Ezzati como a una persona que falta a la verdad cuando sostuvo ante la Prensa que él nunca había acusado a ninguno de los cuatro sacerdotes – José Aldunate, Mariano Puga y Felipe Berríos ante la “inquisición vaticana”, haciendo recaer toda la culpa en el Nuncio, Ivo Scapolo – baste recordad el mandamiento “no levantar falsos testimonios ni mentir” -.
En las cartas dadas a conocer por los medios de comunicación los Prelados anteriormente citados parecían muy preocupados por el posible nombramiento del Padre Berríos como Capellán de La Moneda, cargo completamente inadecuado para un pastor que siempre ha optado por vivir entre los pobres entre los pobres y excluidos y compartir con ellos la vida cotidiana. El Padre Berríos es todo lo contrario de aquellos pastores de” vacas gordas” – así los llamaba Luis Orrego Luco, al referirse al Padre Correa, en su novela La Casa Grande-. A mi modo de ver, no hay nada más ridículo y torpe que las famosas capellanías, por ejemplo, las militares que, otrora, bendijeron torturas y fusilamientos. Entre John O´Railly – en supuesta libertad vigilada, condenado por delitos sexuales contra menores, que se menea y pavonea en las fiestas de los ricos, los dueños de Chile, de quienes es su director espiritual y su “dilecto” amigo, nada tiene que ver la Iglesia de los lobos de Wall Street – y el Padre Felipe Berríos hay un abismo insalvable: dos Iglesias que nunca se van a encontrar, la con olor a lobo y la con olor a oveja; la del Maestro y de las Bienaventuranzas y heredera de Constantino, la prostituta de los ricos y la de la opción preferente por los pobres; la que castiga y condena a los que piensan distinto y la que se abre a la comprensión, emociones, sentimientos y compasión por el drama humano, en fin, la verdadera Iglesia que creó Jesucristo
Al parecer, estos Cardenales chilenos sólo ven una la Iglesia jerárquica que se mueve entre los corrillos de los palacios, razón por la cual recurren al conocido lobista Enrique Correa, un ex seminarista ovallino y “profundo conocedor” de los secretos del Vaticano, a fin de que intervenga ante La Moneda para que desista de postular al Berríos, pues “provocaría un innecesario conflicto entre el gobierno y al interior de la Iglesia”– una amenaza del todo reprochable para un cristiano -.
En otro párrafo de una de las cartas de Ezzati embiste contra una de las víctimas de los abusos Fernando Karadima, Juan Carlos Cruz, postulado por la irlandesa Marie Collins para integrar la comisión pontificia de prevención de abuso sexual, y le pide a Errázuriz que intervenga ante el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe para impedir que “tal mal se produzca”. Errázuriz le promete que hará las gestiones pertinentes ante el Cardenal Bertone. Al parecer, estos Cardenales son los reyes del “pituto o muerte”.
Estas cartas se conocen en un momento álgido de crisis de confiabilidad en las instituciones y en las clases plutocráticas que detentan el poder, y han provocado una profunda conmoción no sólo en el mundo católico, sino también en otras iglesias e, incluso, en personas que se declaran sin fe. La Iglesia Católica ha jugado un papel importante en la historia de Chile, en consecuencia, aun cuando el Estado y la Iglesia están separados desde 1925, el Cardenal Primado de Chile ha presidido el Te Deum de acción de gracias. Sería un desatino que el Cardenal actual pueda presidir esta ceremonia, a causa de la pérdida de calidad moral, según pruebas sus cartas y actuaciones previas, incluso, desde su nombramiento como Cardenal.
No parece congruente que el Papa Francisco, que ha abierto las puertas y ventanas de la Iglesia, castigue a Chile con la mantención en el cargo actual del arzobispo de Santiago, Ricardo Ezztati, un prelado tan lejano de las víctimas de abuso de poder, de los pobres y excluidos, de las ideas de progreso y tolerancia. Un arzobispo más bien pastor de los dueños de Chile, los ricos, los saciados, los satisfechos, los conservadores de todos los pelajes, las élites que odian las reformas para lograr la equidad, el defensor de la segregación en la educación, el defensor de colegios para ricos, el amigo de aquellos que nacen con estrella y enemigo de los “estrellados”. Más que oler a oveja – como dijera Francisco – parte de la jerarquía de la Iglesia chilena huele a lobo -.
11/09/2015