Definitivamente NO, no me gusta NO

Asistí, como un chileno más, a ver la película NO, del director Pablo Larraín

Definitivamente NO, no me gusta NO

Autor: Cesarius

Asistí, como un chileno más, a ver la película NO, del director Pablo Larraín. La película trata, de alguna manera, de traer a la memoria lo que fue la campaña de una parte de la oposición, en el plebiscito de 1988, y que tuvo su desenlace el 5 de octubre de ese año cuando, aparentemente, fue vencida con el NO la continuidad del dictador Pinochet. Eran los tiempos, en que el eslogan era «la alegría, ya viene».

Debo comentar que en aquellos años yo no fui partidario de tal alegría. Más bien creí que era una salida negociada con los militares para que éstos, finalmente, no pagaran por sus delitos ni con un día en prisión. El tiempo ha demostrado que mucho de eso hubo.

Llama a la sospecha que un film con esta historia sea realizado en una coyuntura de elecciones municipales, en donde la Concertación se juega todas las fichas y esperanzas por resucitar y volver a conquistar al electorado que, paradojalmente, ayer le hipotecó sus sueños de justicia social y verdadera democracia.

Por otra parte: ¿Por qué el estreno lo hacen en la FECH? Donde la media de edad son 25 años. O sea, estamos hablando de jóvenes que nacieron ese año ¿Buscan el voto de ellos? ¿Se quieren apoyar en la simpatía que hoy despierta la lucha estudiantil sobre un 80% de la ciudadanía?

Me pregunto ¿Por qué el grupo político del arcoíris le encomienda hacer un films a Pablo Larraín? -un hijo de un reconocido Senador de la derecha- y de Magdalena Matthe, ex ministra de Vivienda, quien dejó su cargo luego de ser cuestionada por autorizar un pago de $17 mil millones dólares a la empresa Kodama.

Aunque no vamos a condenar a una persona por la cuna en la que nace, hay un bagaje con el que se carga, del cual uno se desprende sólo en los hechos. Hay camino por recorrer en este caso, todavía.

La película busca seducir y reencantar, con un romanticismo nostálgico y político, a ese segmento que hoy tiene más de 40 años. Muchos y muchas de los/as cuales hoy -decepcionados algunos/as, indolentes otras/os-, buscan justificar el error de haber creído en que ese voto cambiaría el rumbo que la injusticia había tomado en el país.

Pareciera, que la trama, en su fondo, tiene por misión hacernos creer que un grupo de publicistas y un reducido grupo de políticos tuvieron la “inteligencia” de hacer, mediante las franjas electorales, conciencia en el pueblo para que éste votara por la opción NO.

Entonces, surge casi inevitable la pregunta: ¿Pensará el Señor Larraín que éramos todos ignorantes y no sabíamos lo que pasaba en Chile? ¿O de verdad no sabe bien lo que pasó y se negoció en esos años? ¿Acaso el grupo de publicistas pensaba -al igual que su papá-, que las violaciones a los derechos humanos eran un invento?

El triunfo del NO fue una batalla ganada muchos años antes en que todo un pueblo movilizado ya había dicho no más dictadura, no más Pinochet. Por lo tanto, creer que el triunfo del NO fue producto de un grupo de políticos y publicistas es una mentira del porte de un buque. O por lo menos de una «inocencia» inusitada.

La película NO quiere dejarnos mal, como gente no pensante.

Por otro lado, ¿Se olvidó el señor Larraín que los que luchamos contra la dictadura, los que denunciamos las violaciones a los derechos humanos, no nos parecemos a Gael García, que nunca tuvimos microondas, que la mayoría de gente no tenía televisores en sus casas y que no tomábamos bebidas Free? ¿O no lo sabe?

La película NO esta muy enfocada en una campaña de marketing. Le da demasiado protagonismo a unos tipos que se reúnen y hacen publicidad, y en ninguna parte recoge un movimiento social fuerte que existía en esa época.

He visto la trilogía política del señor Larraín desde Tony Manero, seguida de Post Mortem y ahora NO. Me pregunto, ¿Qué tienen en común? ¿Cuál es su aporte?

Por favor, que esta película no llegue a festivales de cine internacionales. Imagínense en San Sebastián compitiendo por un premio. Da vergüenza, este reduccionismo de una historia llena de amor y de lucha de una generación que peleó en la calle por el fin de la dictadura militar.

Por Félix Madariaga

Comunicador de la Corporación para la Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo

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