Atentados en París: Días de oscuridad en la ciudad Luz

Una atmósfera de luto y desconcierto se respira en cada uno de los rincones de la mitificada ciudad luz, cuyo rostro cosmopolita, cultural y bohemio se ha transformado radicalmente después del enjambre de ataques terroristas que asolaron la capital francesa

Atentados en París: Días de oscuridad en la ciudad Luz

Autor: Mauricio Becerra

luisUna atmósfera de luto y desconcierto se respira en cada uno de los rincones de la mitificada ciudad luz, cuyo rostro cosmopolita, cultural y bohemio se ha transformado radicalmente después del enjambre de ataques terroristas que asolaron la capital francesa.

La ola de atentados múltiples y casi simultáneos del viernes 13 de noviembre dejó un saldo, hasta ahora, de 131 víctimas y generó gran incertidumbre y miedo entre los franceses, residentes extranjeros, inmigrantes y turistas). Sin duda, resulta paradójico que Francia, víctima de los atentados, haya sido el país europeo más comprometido y solidario con el drama de los refugiados sirios, destinando grandes recursos económicos y humanos para asegurar su bienestar, demostrando en el país galo están vigentes los valores heredados de la Revolución Francesa y de los valores democráticos que sustentan la República. El presidente, Francois Hollande fue, junto a Angela Merkel, uno de los principales interlocutores que sensibilizó a las demás naciones de la Unión Europea para recibir mayores cuotas de refugiados.

Eran las 21:30 PM de un típico viernes parisino, en que sus turistas y habitantes se vuelcan a las calles para pasear por la ciudad. Amantes de la buena mesa y del buen vino, los franceses repletaron los restoranes. También estaban llenos el teatro Le Bataclan, donde serían asesinadas 112 personas, o en el Stade de France, que albergaba el amistoso de fútbol entre Francia-Alemania. Allí los terroristas cargados de bombas pretendían hacerse explotar y provocar una estampida humana, plan siniestro que no resultó de acuerdo a lo esperado.

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Me tocó vivir los atentados a menos de 200 metros. Mi primera reacción fue una terrible sensación de confusión, miedo y, sobre todo, vulnerabilidad. La sensación en el aire era que los terroristas estaban esparcidos por todo París. La desconfianza se apodera del inconsciente colectivo y la persona que está al lado podría hasta representar el enemigo potencial del cual me debo proteger. La ingenua creencia de compartir valores universales se desvanece en cosa de segundos cuando el respeto por la vida humana, o la piedad frente al sufrimiento ajeno para algunos no existe.

En un principio no comprendía lo que pasaba. Los ruidos y la música del gimnasio en que me encontraba, dieron paso a ruidos de tiros de armas de fuego, sirenas de ambulancia y de la policía que rápidamente rodeó el sector, silenciando la atmósfera del local, tal como si el tiempo se hubiera detenido momentáneamente. Sin saber lo que ocurría, desde la puerta del gimnasio se veía que la calle se volvió una confusión de gente corriendo y llorando, carros policiales y militares que comenzaron a cerrar las calles, impidiendo la salida o la entrada de personas en el área circundante a la plaza de la Republique, sector de la ciudad sumamente simbólico.
Al ver a la muchedumbre corriendo y llorando comprendí que era un atentado. Una serie de imágenes que resumen la vida pasan por tu cabeza. La imagen de tu familia, de tus padres, amigos, la articulación de verdades y creencias construidas en tu micro-mundo chocan con la triste realidad, el pesimismo y la angustia se apodera de ti. No pude dimensionar la catástrofe de lo vivido hasta que la policía nos permitió salir de las inmediaciones que rodean a la plaza y rápidamente tomé una de las bicicletas públicas de París, al percibir que el metro en caso de una oleada de ataques no representaba un medio de transporte seguro. Históricamente el metro ha sido uno de los objetivos más apetecidos por los terroristas.

Mi hogar está ubicado a pocos minutos del local de los atentados en el Distrito 10 de Paris. Sólo después de encender la televisión pude dimensionar el nivel de la tragedia y lo masivo del alcance de los atentados que sacudieron a la capital francesa. Primero hablaban de 30, luego 35, 50, 80 hasta la lamentable cifra de 131 víctimas fatales (momento en que escribo este artículo), provocando el despliegue de un asombroso operativo policial y militar. El ruido de los helicópteros y las sirenas de carros policiales y ambulancia harían difícil conciliar el sueño aquella noche.

El presidente Francois Hollande declaró inmediatamente el estado de emergencia y de alerta máxima por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Las recomendaciones dadas por la tv francesa eran de quedarse en casa y se suspendieron todas las actividades públicas, universidades y escuelas se cerraron, se cancelaron eventos y fiestas en la región, sumiendo a París en una insoportable atmósfera de silencio y luto que contrasta con el habitual ambiente bohemio y alegre que caracteriza a la ciudad luz.

La amarga experiencia de estos sucesos sin duda marcará profundamente el devenir de la historia del país galo, estableciendo un antes y un después que transformará significativamente su devenir político y social, poniendo de relieve el enorme desafío que enfrenta para alcanzar la integración de una nación que se define como multicultural, en donde el complejo mosaico presenta una increíble diversidad de culturas, etnias, religiones e idiomas, siendo Paris una de las ciudad más cosmopolitas y genuinas del planeta.

Obviamente surge la pregunta ¿porqué Paris? la respuesta resulta ser tan absurda e irracional como los propios atentados que fueron adjudicados por el estado islámico ISIS al día siguiente de la tragedia. Las motivaciones para tan sangriento ataque van más allá de lo netamente político como la participación de Francia en la alianza internacional que lidera EE.UU. que han intervenido en Siria, sino más bien por considerarla como “la capital de la prostitución y la obscenidad, la que cargó con la cruz (contra los musulmanes) en Europa», esto según la interpretación arbitraria que ellos hacen del Corán, pretendiendo expandir sus verdades y creencias al resto del mundo occidental, como si no bastase con provocar la huida masiva de la población siria que ha sido sometida al yugo de la opresión y la barbarie, viéndose obligadas a migrar a Europa en busca de la tan anhelada paz que les ha sido arrebatada, aún a riesgo de perder sus propias vidas en el intento.

París representa para los extremistas la capital del vicio y mereció por ello el castigo divino de Alá. Por eso la selección de los puntos a ser atacados: dos bares, un estadio de fútbol y el teatro Le Bataclan, una de las más populares de la capital francesa. Estas son las razones que a través del comunicado entregado por ISIS, que a través de su cosmovisión justifican la masacre que azotó a Francia y que actualmente la tienen en estado de emergencia por tres meses frente a la amenaza de nuevos ataques.

La dura tarea que enfrenta Francia, habituada a recibir grandes oleadas de inmigrantes desde el siglo XX ha sido mayúscula, pero sin embargo a pesar de las críticas se advierte que su política ha logrado integrar dentro de la sociedad al gran número de extranjero que ha llegado a sus tierras, acogiéndolos a pesar del alto costo económico y social que significa la constante llegada de inmigrantes que huyen de problemas políticos, la violencia o de la pobreza de sus países de origen, siendo recibidos por esta nación, entregándonos buena parte de derechos y beneficios con que goza cualquier francés (lo digo por experiencia propia), tales como educación y salud prácticamente gratuita y de calidad. Precisamente a partir de esta realidad y la relativa armonía en que viven extranjeros y franceses es que sorprende el ataque realizado a París, siendo el segundo atentado en menos de un año.

De esa forma el efecto inmediato de los atentados llevará a que Francia se repliegue sobre sí misma para protegerse, aplicando una política más dura contra la inmigración, temática que ha alcanzado alta sensibilidad y que ocupa un lugar central dentro del debate político actual. Los sucesos del 13/N llevará a que se replantee el discurso integracionista que busca conciliar dentro de la nación la extrema diversidad de culturas que conviven en ella, sean nacidos o no en territorio francés. En Francia se advierte una política social que busca la integración plena de sus ciudadanos y una constante lucha por la justicia social que permita mantener el alto grado de igualdad social que existe dentro de su población.

A nivel político los más beneficiados con los atentados será la extrema derecha francesa que se verá fortalecida, al igual que con los atentados de enero de este año. Así mismo, el discurso anti inmigración que promueve el clan Le Pen cobrará mayor fuerza y apoyo popular, promoviendo la aplicación de políticas discriminatorias contra los extranjeros, pues argumentan que no le corresponde a Francia asumir altos costos que genera la llegada de inmigrantes sobre todo africanos y árabes, promoviendo su política de expulsión masiva de los que están ilegales. Según la derecha la gran cantidad de inmigrantes que desborda el país es resultado de las políticas migratorias laxas con que han actuado los gobiernos de centro izquierda. En el discurso de derecha se dice que no han sido capaces de controlar la actual torre de babel que se ha configurado dentro del país y que amenazan con llevar al “colapso” la identidad francesa, frente a la imposición de los valores culturales y religiosos que traen consigo los extranjeros que son considerados por la derecha como una amenaza real, al no integrarse totalmente a la cultura que los recibe.

El panorama que se configurará será el de una extrema derecha fortalecida a partir de su discurso anti inmigración y la propagación de la intolerancia dentro de la sociedad en general con respecto al extranjero. Este posible escenario será una lamentable consecuencia de los atentados, pues contrasta con el espíritu tolerante, solidario y acogedor que ha diseñado y caracterizado a la sociedad francesa, que se muestra siempre curiosa de lo foráneo y profundamente interesada en lo diferente, orgullosa de su diversidad y de lo que han logrado construir, una nación en donde se vive y se respiran grandes dosis de igualdad y tolerancia.

Mi experiencia como profesor de español dentro del sistema educacional francés me ha permitido comprender que la diversidad representa una riqueza de la cual el Estado es consciente. Es por eso que uno de los pilares de la educación se funda en el orgullo de ser una nación multicultural y laica, en donde predominan el respeto y la libertad, entendiendo al extranjero como un elemento que enriquece la vida cultural e intelectual del país. Para muchos extranjeros que vivimos en Francia nos resulta sorprendente que el propio Estado financie los estudios de miles de estudiantes extranjeros, los cuales cada año repletan las universidades francesas, sin diferenciar nacionalidades o condición social. También la diversidad se expresa dentro de la administración pública, la TV, la universidad, la intelectualidad, con un escenario variopinto de orígenes. No es de extrañar que diferentes ministros de Estado hayan nacido fuera del territorio francés o que posean orígenes tan diversos como Costa de Marfil, Argelia o Marruecos, nacionalidad de la actual ministra de Educación, Najat Belkacem quien nació fuera de Francia y adquirió la nacionalidad en 1995.

Con la actual crisis derivada de estas acciones terroristas, en la ciudad luz se percibe una especie de psicosis colectiva que se advierte en sus calles, tradicionalmente repletas de turistas, artistas y bohemios que se encuentran cubiertos de luto frente a esta tragedia, mezclando una especie de impotencia e incertidumbre, con grandes dosis de miedo y desconfianza frente a posibles nuevos
ataques. Sin duda la normalidad tardará en volver a París quien cierra el año 2015 tal como lo comenzó: con atentados terroristas que le costaron la vida a personas inocentes, desestabilizando a la sociedad francesa y coartando uno de los valores más importantes de la nación la “tolerancia y la libertad de expresión”. Es de esperar que el efecto inmediato de estos atentados no sea la expansión de la intolerancia y el miedo hacia el extranjero, sobre todo hacia el mundo musulmán y la odiosa generalización que se hace de ellos como potenciales terroristas, sino que esperemos que se produzca el fortalecimiento de los valores heredados de la Revolución Francesa, liberté, égalité et fraternité, cuyos principios han sido celosamente preservados y transmitidos por esta nación hasta la actualidad.

Luis Leal Cuevas
Historiador/Relaciones Internacionales IDEA-USACH
Université Paris Sorbonne Nouvelle 3
Université Paris-Est 12

Claudio López Urra (corrector)


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