La única forma para que las naciones puedan ser efectivamente libres, es terminar con la dependencia. Esto significa el respecto a la soberanía de las naciones y la no intervención en los conflictos internos por parte de otros países.
En los últimos meses se han sucedido varios encuentros y visitas entres los presidentes de todos los países. Se realizó la Cumbre Progresista en Chile, el G-20 en Londres y ahora último la Cumbre de las Américas, junto a varias cumbres paralelas. La crisis financiera mundial, la gobernabilidad, la energía y el medioambiente han marcado estos encuentros, luego de los cuales muchos esperan la reconfiguración del panorama mundial.
Sin embargo, todas estas reuniones serán un avance en tanto se pueda implantar un sistema multipolar de respeto a las soberanías nacionales y el término de la dependencia de los países más pobres respecto de los más ricos. Luego de las Cumbres todos esperan que lo discutido se lleve a cabo, pero como los señaló el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, la mayor falla de estas instancias es que luego se lleve adelante lo discutido.
En este contexto debemos considerar que desde hace muchos años que Estados Unidos no ha respetado la soberanía de otros países imponiendo sus términos. Es conocida su injerencia en Latinoamérica, protagonizando operaciones encubiertas, financiando desestabilizaciones y con medidas de bloqueo económico. De esto último un caso ejemplar es la política de ese país contra Cuba; tema de abierto rechazo en la comunidad latinoamericana y que trascendió en última la Cumbre de las Américas.
Pero, además, mediante organizaciones internacionales como la ONU, las potencias han aprovechado de vetar a otras naciones, situación antidemocrática y que deja la toma de decisiones a merced de unos pocos países. En este sentido, continuar legitimando este tipo de instituciones y su accionar – en que las potencias tienen el privilegio de decidir en términos económicos, políticos y sociales- es una amenaza para las democracias latinoamericanas.
Para todo el mundo ha sido perjudicial la implantación de un modelo de hipercapitalismo que beneficia sólo a los grandes banqueros internacionales como los Morgan, Warburg, Rotschild y Rockefeller, y ha dejado al resto de la humanidad sobreviviendo. Por eso, y cuando es cada vez más patente que la crisis no es fortuita sino creada por quienes tienen el poder de manejar el flujo del dinero, es necesario que los pueblos reaccionen.
Una forma de hacerlo es legitimar el respeto a la autodeterminación y el diálogo en igualdad de condiciones. En esa línea la creación de instancias de reconocimiento de los derechos de todos los seres humanos y el respecto a su identidad, es fundamental. Desde ese punto de vista, una señal positiva es que Bolivia, Cuba, Dominica, Venezuela y Nicaragua lleven adelante iniciativas concretas como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) para oponerse a la dependencia histórica de nuestros pueblos.
En sus inicios lo principal del ALBA era no reconocer la iniciativa de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), como bloque comercial para toda la región americana y que para muchos significaba una amenaza para las naciones en términos políticos económicos y sociales. En la actualidad la alternativa bolivariana se inspira en rechazar las decisiones unilaterales y en presentar propuestas como crear el Sucre, moneda única regional para descartar el dólar como vía de intercambio.
Más recientemente la declaración final del Alba condenó el histórico trato de los países ricos con los más pobres. Esta cumbre paralela a la de las Américas, se negó a reconocer la validez de las resoluciones tomadas por esta última. Uno de los temas que marcaron la declaración del ALBA fue la no inclusión de Cuba en la cumbre de las naciones americanas, hecho que fue nuevamente rechazado debido a que no significa un cambio en las relaciones entre EE.UU. y el resto de América.
En este contexto se entiende también la enérgica reacción de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, el pasado 2 de abril, al levantarse de la mesa de negociaciones por un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. En esa ocasión Ortega señaló que el retiro de esa nación centroamericana se debió que “no se pude negociar con una pistola en el pecho”. Esto debido a que la UE rechazó de antemano la propuesta de ese país de implementar un Fondo Común de Financiamiento Económico, para combatir la pobreza en la región.
En conclusión, la única forma para que las naciones puedan ser efectivamente libres, es terminar con al dependencia. Esto significa el respecto a la soberanía de los países y la no intervención en los conflictos internos por parte de otros. Pero además será necesario terminar con la dependencia, situación que atenta contra el desarrollo y la autodeterminación. Por eso para las naciones latinoamericanas, sólo donde termina la dependencia comienza la libertad.
Por El Ciudadano