¿Qué ha causado la debacle electoral del candidato de la Unión Por la Esperanza (UNES), Andrés Arauz, en la elección del 11 de abril ante el banquero lavador de dinero Guillermo Lasso? Cierto, el correísmo ha debido enfrentar colosales adversidades para sobrevivir y competir electoralmente: persecución política, juicios fabricados, encarcelamiento, exilio de su liderazgo histórico, linchamiento inaudito por la jauría mediática, recursos financieros exiguos comparados con sus adversarios, la oposición de Estados Unidos (EU) y de las oligarquías. Pero es elemental esperar esto del imperio y la derecha.
El voto de las demás fuerzas populares, divididas de la Revolución Ciudadana (RC), y que sus referentes identificaran a esta como su enemigo principal en lugar del neoliberalismo y el imperialismo, ordenando a su militancia anular el voto es parte de la explicación pero exige ahondar a fondo en las causas que llevaron a esto.
El voto duro de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) anuló aproximadamente 30 por ciento de sufragios, aunque muchos indígenas votaron al banquero. Se ve en los datos de Pichincha, donde está Quito, que con 17 por ciento del padrón electoral, entregó un 30 a Lasso. Parecido ocurrió con la votación de Xavier Hervas, de Izquierda Democrática (ID), otra fuerza popular. Pero no sería revolucionario achacar la responsabilidad por la derrota de Andrés a los indígenas y los seguidores de ID. Aunque el liderazgo de esas fuerzas se base en el sectarismo, el anticorreísmo, el dogmatismo o la falta de principios, los líderes de la RC deben una explicación a sus seguidores, al pueblo ecuatoriano y a tantas y tantos que fuimos y somos solidarios con su fuerza política. Que Lasso haya sacado a Andrés una ventaja de casi medio millón de sufragios no tiene una explicación sencilla.
Esa ventaja significa un rudo golpe a la Revolución Ciudadana. Aunque no lo tengan claro aún, el golpe es extensivo a todas las organizaciones sociales y al pueblo llano. Muy pronto tendrán que enfrentar, en condiciones desfavorables y desunidos, una terrible embestida de políticas antipopulares, hambreadoras, desmanteladoras de lo que queda de servicios públicos y derechos laborales y sociales conquistados durante los gobiernos de Rafael Correa, que superará al feroz neoliberalismo del saliente presidente Moreno, el más odiado de la historia contemporánea del país.
Es público y notorio que Moreno cogobernó con Lasso pese a que este haya hecho creer lo contrario a una buena parte del electorado en una astuta y mendaz maniobra publicitaria de Jaime Durán Barba -, experto en guerra sucia, consultor de Lasso y también de otros políticos neoliberales como Macri-, siempre con fondos ilimitados y ejércitos de bots. Una de las últimas proezas de Moreno y el banquero es la privatización en curso del Banco Central, medida que impedirá al ente defender los intereses nacionales y otorgará todavía mayores beneficios a los banqueros, mientras acentúa el empobrecimiento de los sectores populares. La victoria de Lasso implica también una mayor subordinación a Estados Unidos (EU), una oposición a la unidad e integración regional y el establecimiento de una mancuerna con Uribe-Duque dirigida contra Venezuela y los gobiernos y fuerzas progresistas de la región.
Es de antología cuando ante la segunda vuelta en la elección de 2017 el también entonces candidato de la CONAIE, Yaku Pérez, afirmó que prefería votar por un banquero, en referencia a Lasso, que por un dictador, aludiendo a Moreno, quien todavía no había consumado su vil traición. Pérez no tiene en su aval las luchas sociales de otros referentes de la CONAIE y sí una excelente relación con la embajada de EU y con ONG de corte imperialista y ecologista light. Tiene todas las trazas de un agentón sembrado por la CIA para dividir aún más al movimiento indígena. La CONAIE posee un admirable historial de rebeliones que derrocaron a varios presidentes neoliberales pero desde que formó parte del gobierno de Lucio Gutiérrez inicia una deriva de falta de principios y corrupción de algunos de sus líderes. Ya en el gobierno de Correa no condenó el golpe de Estado de 2010, abiertamente apoyado por su brazo político Pachakutik. Que sepamos, nada de esto ha sido objeto de un análisis autocrítico por los líderes del movimiento indígena. Ojala lo escuchemos pronto.
Yo esperaría leer también un examen de esa naturaleza de UNES pues está muy claro que los indígenas no son oligarcas y mucho me temo que los líderes de la Revolución Ciudadana no se emplearon a fondo para lograr, con la humildad debida, un diálogo con este sector indispensable del proyecto liberador andino-amazónico. Nada debe quedar fuera del análisis. ¿Fue correcto que Correa se ausentara de la conducción y del país sin contar con un partido ni un movimiento social organizado?