El hombre tiene como parte de su ADN migrar. La posibilidad de trasladarse de un lugar a otro le permitió sobrevivir y poblar al mundo. Mientras las demás especies de homínidos se extinguieron, el hombre llegó por su pie a los cinco continentes. Somos seres pensantes y también somos seres migrantes. La historia del Hombre es la historia de su migración, sus culturas son producto de ese viaje a través de los siglos. Toda civilización tiene como origen una migración.
En esencia, la migración actual se da por idénticas circunstancias a las de nuestros antepasados más remotos. Buscar la tierra prometida, huir del hambre, escapar de la violencia o de los desastres naturales. Antes las fronteras eran físicas, ahora además son políticas, culturales, religiosas, económicas. Digámoslo de una vez, la migración nunca se detendrá, porque es parte esencial de nuestra especie y porque las causas que la provocan siguen tan vigentes como hace diez mil años.
En lo que va de este siglo, el fenómeno migratorio ha adquirido centralidad en el debate público y en la problemática social. La Unión Europea resiente las oleadas de migrantes de Medio Oriente, África o la propia Europa del Este. Estados Unidos es la tierra prometida, sobre todo es el sitio a donde personas de todas la naciones dirigen sus pasos, pero sobre todo es a donde miles, quizá millones de mexicanos y centroamericanos viajan cada año dejando todo para cumplir su sueño o simplemente sobrevivir.
México es el territorio hostil, corrupto y violento por el que miles de personas tienen que cruzar para aspirar a entrar a Estados Unidos. Esa es la realidad y no se puede cambiar por más voluntarismo del que se haga uso.
¿Si la migración nunca se detendrá, entonces qué podemos hacer? Hacerla más humana, más gentil, más empática y más segura.
Los planes gubernamentales, aunque voluntariosos y buenos, como el de generar fuentes de empleo en los países de origen de los migrantes, sus resultados no se verán en el corto plazo. Bien que se apliquen estos programas, pero a la par de estas iniciativas de mediano y largo plazo, se necesitan acciones contundentes e inmediatas. Por ejemplo: ¿Cómo reconstruir a un país como Haití, roto por la violencia, la enfermedad, la corrupción y azotado por continuos desastres naturales? No lo sé, pero debe haber una manera.
Lo que urge es utilizar todos los recursos del Estado para atacar a las mafias que trafican con migrantes. Desde los que los convencen y cobran en sus comunidades de origen, hasta los que los hacinan en un camión para mandarlos a la muerte en una carretera de Chiapas. Por años pensé que el narcotráfico era el crimen más violento, me equivoqué, la trata de personas es uno de los delitos más atroces que el ser humano es capaz de cometer.
¿Y en México, qué hacemos con las miles de personas de Zacatecas o Michoacán que han dejado su lugar de origen para probar fortuna en Estados Unidos ante la violencia que viven en sus comunidades? No hay respuesta.
@onelortiz