El anarquismo en la región chilena ante el plebiscito de abril (si es que se hace)

Lo que importa en toda revolución social no es lo que hagan lxs anarquistas, sino lo que hagan las sociedades movilizadas.

El anarquismo en la región chilena ante el plebiscito de abril (si es que se hace)

Autor: Pealo Carvallo

No hay un consenso estratégico respecto de lo que hará el movimiento anarquista en la región chilena frente al plebiscito. En todo caso, no tendría por qué haber ese consenso. Lo que sí hay es un profundo debate respecto de lo que está en juego, en el ámbito anarquista y libertario, al respecto. Un debate que pone en entredicho las mitologías, prejuicios, costumbres, rituales, es decir, las lastras no anarquistas que el movimiento anarquista arrastra lógicamente. Esto, porque se trata de un movimiento vivo en medio de una(s) sociedad(es) con la que se interactúa tanto crítica como acríticamente.

Al plebiscito de abril se llega como una solución no deseada, no deseada por el Gobierno y una buena parte de la oposición, enfrentados a una crisis social que no paraba en su primer mes de desarrollo. Las élites esperaban que fuera una solución mágica que parara la movilización. En tanto el pueblo movilizado no pidió el plebiscito constitucional, pero lo obtuvo. Así como para el Gobierno fue un error no forzado, para el pueblo el plebiscito fue un triunfo no pedido. Digamos, el plebiscito es un malentendido muy eficaz: ahí está, el Gobierno no lo quiere, porque no funcionó para aquello que necesitaba (detener la revuelta) y el pueblo lo hace suyo justamente porque el Gobierno no lo desea… es más, las élites se mueven para evitar su realización.

Dejar el debate anarquista en votar sí o no, o si el plebiscito es una componenda entre las élites o no, es quedarse en lo superficial y mitológico. Lo que importa en toda revolución social no es lo que hagan lxs anarquistas, sino lo que hagan las sociedades movilizadas. Esto no quiere decir que hoy haya una revolución en Chile, pero sí que ha habido una experiencia revolucionaria desde octubre, y tanto el plebiscito de abril como su anuncio en noviembre pasado son instancias de esa experiencia y expresiones de que las sociedades en movimiento de la región chilena marcan la pauta.

Es cierto, como dice el cliché anarquista, que las constituciones vienen a dar legalidad y legitimidad a una situación preexistente. El plebiscito de abril viene a dar legalidad o certificación de una situación de hecho: que la Constitución del ’80, la de Pinochet, la Concertación, la Nueva Mayoría y Chile Vamos, está abolida. Esta ya no funciona, ya no enmarca nada, no existe.

La Constitución no existe ahora y esto lo demuestra el Gobierno haciendo leyes inconstitucionales, como la que permitiría poner milicos a custodiar “infraestructura estratégica” sin necesidad de decretar estados de excepción; lo demuestran los militares haciendo operaciones de inteligencia en las movilizaciones sociales, saltándose no sólo la Constitución si no las leyes que les enmarcan; también lo demuestran los jueces interpretando el derecho de propiedad contra las AFPs. La pseudoOposición parlamentaria lo demuestra igualmente, apoyando las iniciativas anticonstitucionales del Gobierno. Todas las élites se saltan la Constitución del ’80 y están de lleno en una situación de ilegalidad e ilegitimidad. En suma: las elites han dado un autogolpe, un fujimorazo, desde el 18-O en adelante, con el financiamiento y auspicio de la elite financiera y empresarial. Qué duda cabe.

Tenemos, entonces, un plebiscito que va a dar sepultura a una constitución muerta. Y la muerte de esa constitución militarista, neoliberal y antiderechos es, sí, un hecho y un triunfo de los pueblos en lucha en Chile. Las élites lo saben y por eso usan el momento para legislar represivamente, por fuera de su constitución. Al mismo tiempo, tratan de aplazar la realización del plebiscito, porque su realización, y el consiguiente triunfo del “apruebo”, será el fin de lo que sostiene a Piñera. El plebiscito será también un plebiscito sobre la continuidad de Piñera. Por ello es que la alianza de las élites, usando el aparato “estadístico”, trata de aumentar los números del “rechazo”, para tener con qué negociar ante un pueblo que lo más estratégico que ha hecho hasta ahora es no darle capacidad negociadora a nadie.

Por ello, lo que importa en el debate anarquista en la construcción de una estrategia ante el plebiscito, no es si votar o no, si apruebo o anular. Lo que importa es el encuentro con la gente, es estar en ese momento con la gente, allí en los locales electorales, para recordarles majaderamente que esta situación es triunfo de ellxs, del pueblo. Así como se consiguió eso (que ni siquiera se pidió), se puede conseguir más: como la caída de Piñera, el fin de la represión, la reparación por todo el daño sufrido, el juicio y castigo a todos los culpables de violaciones de derechos humanos. Lo que importa del plebiscito del 26 de abril, en términos anarquistas, es estar ahí, empatizando, dialogando, escuchando, haciendo memoria.

Porque el método de la libertad es la empatía, que libera y entiende, que entiende liberando, que se pone en el lugar de la otra porque la libertad es siempre la libertad de las otras. En tanto, el método del poder es el sometimiento, es tener la razón y que el otro acepte y se someta, es la obligación y la tristeza. La empatía, herramienta social de la libertad, es la alegría de entender, conocer y reconocer lo que hacen las otras. Nos liberamos colectivamente, empatizando. Por ello el 26 de abril la apuesta anarquista, votando o no, es estar donde estará el pueblo, acompañando y entendiendo sus triunfos, celebrándolos, transformándolos en carnaval porque toda revolución es un carnaval. Con la claridad con la que se ha llegado a ese punto, por la movilización, con todos los costos y sacrificios que implica e implicaron.

Ya sabemos que la libertad es revolucionaria y el poder es reaccionario. Esa claridad debe servir para construir una, dos, miles de estrategias anarquistas empáticas para lo que viene tanto el 26 de abril como después. Con un Piñera deslegitimado por un plebiscito, con unas élites derrotadas y divididas (como demostró la paridad en el proceso constituyente), amparadas hasta hoy en la mera represión y en la distracción permanente, la estrategia anarquista frente al plebiscito debe ser encarada empáticamente para la creación de una situación revolucionaria, que se manifieste en la caída de Piñera y sus secuaces.

Por Pelao Carvallo

14 de marzo de 2020


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